La leyenda del art rock habla de su nuevo disco solista
‘Mi agente de contrataciones dijo: ‘Creo que estás teniendo un momento Leonard Cohen’”, dice David Byrne antes de apurarse a clarificar, con una sonrisa, que la referencia alude a una renovada relevancia y popularidad, no a su inminente fallecimiento. Este mes, va a lanzar un nuevo disco fuerte, American Utopia (compuesto sobre bases creadas por su antiguo colaborador Brian Eno), antes de emprender la gira más elaborada que haya intentado desde los shows de Talking Heads capturados en Stop Making Sense, de 1984, con una lista de temas de toda su carrera que incluirá versiones actualizadas de su trabajo de los ochenta. “Tenemos seis bateristas y percusionistas”, dice Byrne, 65 años, que se imagina un escenario lleno de músicos en movimiento constante y coreografiado, expandiendo un concepto que St. Vincent y él usaron para la sección de vientos de su tour juntos en 2012. “Los humanos se transforman en el set.”
Tu disco, como gran parte de tu trabajo reciente, es bastante ajustado y popero. ¿Cuán deliberada fue esa dirección?
Estoy contento con eso, en parte porque las letras están muy, muy lejos de lo que podrías escuchar en una canción normal de pop. O sea, con muchos artistas yo digo: “¡Tenés que escribir acerca de algo que no sea simplemente tu novio o tu novia! El mundo es un lugar demasiado grande para limitarse a eso. Ya no tenés 18 años. ¡Vos podés!” [Risas].
Acabás de hacer en Nueva York y Londres el proyecto multimedia Reasons to Be Cheerful, en el que hablás de las razones por las que se puede ser optimista acerca del estado del mundo. ¿Qué te hace ser pesimista?
El hecho de que el Partido Republicano no haya roto filas con Donald Trump. Es un maldito racista, y siguen con él porque los lleva adonde quieren ir. Si no rompen filas, son tan racistas como él. No lo olvidemos.
Tus proyectos paralelos —diseñar anclajes para bicicletas, escribir libros—, ¿tienen alguna influencia en tu música?
Uno puede trabajar duro en una canción durante un tiempo, pero después ya agotaste el agua del pozo, y tenés que esperar a que se vuelva a llenar. Yo compartimentalizo mucho. Me enfoco en una cosa durante un par de horas, y después paro para almorzar, y trabajo en otra cosa. Podés tomarte una pausa de grabar y decir: “OK, voy a respirar otra cosa, y ver si eso me trae un poquito de inspiración de algún lado”.
Una vez dijiste que evitaste una reunión de Talking Heads porque opacaría todas las otras cosas que hiciste. ¿Es así de simple?
Hay mucho de eso. Veo lo que pasa con otra gente cuando hacen sus regresos, y luego eso se convierte en una segunda reunión, y después en una tercera. Para una banda como los Pixies, reunirse es algo diferente, porque ahora tienen el público que se merecían hace añares. Pero en muchos otros casos, da la sensación de que simplemente no tienen nada nuevo para decir, y uno piensa: “OK, esto no es más que un ejercicio de nostalgia”. Y no me interesa eso.
En este disco, tenés un "David Byrneismo" clásico: “En esta vida sólo somos turistas/Sólo turistas, pero la vista es agradable”. ¿De dónde salió eso?
Fue uno de esos momentos en los que uno se preocupa: “¿Esto ya no lo dijo alguien antes?”. Claramente, no soy el primero en decir esto, pero quizás soy el primero en decirlo a mi particular manera. El tono es un poco melancólico, con mucha fascinación y maravilla tonta, todo al mismo tiempo.
Fuiste objeto de críticas en debates tempranos sobre apropiación cultural, particularmente con My Life in the Bush of Ghosts, de 1981, que sampleaba a cantantes libaneses y egipcios. ¿Cómo ves todo eso ahora que la discusión está en el centro?
Como intérprete, desde muy temprano, pensé: “Es algo del rock & roll”, pero no voy a salir a simular que soy un hombre negro. Uno es consciente de la gente para la que la apropiación se siente un poco demasiado cercana, donde es más una imitación. Lo que sería un desafío es poder agarrar las ideas que hay flotando y ponerlas en una actitud y un cuerpo de un hombre blanco raro. Pero The Bush of Ghosts es particularmente problemático. Ni siquiera es alguien aprendiendo el estilo de guitarra de otra cultura o algo así, que para mí es legítimo. O sea, muchas bandas de guitarras de Africa están imitando música cubana. Pero, en ese disco, se escuchan las voces de gente de otras culturas. Cuando se trata de la voz de una persona, implica la apropiación de una parte de su alma. No voy a hablar mierda de mi propio disco, pero entiendo totalmente por qué puede parecer eso.
Sos fan de “Bad Liar”, de Selena Gomez, que samplea “Psycho Killer”. ¿Pero no te molesta escuchar tu música tan fuera de contexto?
No, no, para nada. O sea, me molestaría si alguien agarrara, por ejemplo, “This Must Be the Place”, que es una canción de amor muy personal, y la transformara en algo horrible y violento. Yo probablemente diría: “No, no tenés permiso para hacer eso”. Pero fuera de eso, sí, reutilizá lo mío todo lo que quieras. Está todo bien. Y, además, nos pagan por eso. Así que ¡gracias, Selena Gomez! [Risas].
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