Darío Lopérfido: "Hay que poner el Colón en diálogo con otros teatros"
El director artístico explica las decisiones detrás de la temporada orientada por una apuesta a la coproducción; logros y deudas pendientes
Está convencido de que, en la ciudad del tango, terminó teniendo un lugar central la música clásica. "Sacando la grandísimas capitales musicales, Buenos Aires se posicionó como una ciudad importantísima de la música clásica. No se compara con ninguna de América latina. Hay cantidad de estrellas argentinas en el mundo. Tenemos un montón de cracks jugando afuera."
-En el caso de la temporada lírica, hay una cantidad de coproducciones. ¿Esto responde a una demanda presupuestaria o a una estrategia de gestión artística?
-Más que importar, lo mejor es coproducir. Creo que el futuro de los teatros de ópera está ahí. Si no, sería impensable que este teatro tuviera una puesta de El caballero de la rosa. de Robert Carsen, uno de los régisseurs más requeridos de este momento. Si esto fue posible es porque el teatro volvió a insertarse internacionalmente. El cambio de era consiste en poner el Colón en diálogo con otros teatros. El modelo que no funciona para mí es el de teatro indoors. Y creo que eso se agotó. Cada vez más es una locura, por lo antieconómico, gastar una fortuna para hacer cuatro funciones. El teatro no pertenecía a redes internacionales, por ejemplo, y eso es desfavorable cuando uno piensa que el futuro está en las coproducciones. Estrenar un Wagner en Buenos Aires, como haremos con La prohibición de amar, fue posible porque el Colón está ahora en el mundo.
-¿Por qué dos cineastas, Sofia Coppola y Lucrecia Martel, como puestistas?
-Me interesa la mirada del cineasta sobre la ópera. Buenos Aires cambió mucho en su escena teatral. Antes tenías los régisseurs puros, como Oswald, y los directores de teatro que se volvían régisseurs, como Jaime Kogan. El fenómeno del teatro independiente generó artistas que trabajan en lugares pequeños y que no saben manejar grandes masas de personas. Salvo casos como el de Rubén Szuchmacher y Tantanian. Pero son excepciones. El cineasta trabaja con la gran dimensión. Más allá de eso, a mí me gusta mucho el universo de Lucrecia Martel. La ciénaga es una película clave. Andrea Chénier es un melodrama y me interesaba lo que ella pudiera hacer. Es una apuesta. Y lo de Sofia Coppola es la puesta que hizo en Roma, que es fantástica. Me interesa mucho la mirada femenina.
-¿Son suficientes cuatro títulos de ballet?
-Probablemente no. Este año las producciones de ballet son todas grandes y la clave es que también baile afuera. Le vamos a armar una temporada en el Gran Rex o en un lugar que tenga la misma capacidad del Colón y foso. Nosotros también queremos que baile más.
-La semana pasada hubo un concierto de la Filarmónica con piezas de Webern y se notó la escasa frecuentación de la orquesta con ese repertorio. Cuando uno revisa la temporada advierte pocas piezas del siglo XX. Es como si, desde los tiempos de Julio Palacio, la programación de la Filarmónica atrasara un poco respecto delos desafíos que tiene la Estable.
-Coincido con vos, pero con la salvedad de que Colón Contemporáneo incluye a veces a la Filarmónica. Puede ser que haya cierta timidez orientada a responder al abonado. De todas maneras, de a poquito hay que ir actualizando el repertorio. Incorporamos al abono solistas como Boris Berezovsky, que podrían haber tenido un recital o una gala. En este sentido, también con la Estable hicimos un gran trabajo en la elección de los directores. El cambio de directores de escena y musicales trajo también una actualización.
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- La Traviata, de Verdi, en la puesta de Sofia Coppola
- La combinación de Lucrecia Martel y Marcelo Álvarez en la ópera Andrea Chénier
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