Daniel Barenboim dirigió un concierto a beneficio de Ucrania: “No debe ser permitida una caza de brujas contra el pueblo y la cultura rusa”
En Berlín, el director de orquesta dio un concierto esta mañana en solidaridad con el pueblo ucraniano que contó con la presencia del canciller alemán Olaf Sholz
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El director argentino-israelí Daniel Barenboim ofreció este domingo en la Ópera Estatal de Berlín un concierto de solidaridad con Ucrania que contó con la presencia del canciller alemán, Olaf Scholz, y de la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. Los asistentes al concierto que tuvo lugar esta mañana recordaron a las víctimas del conflicto con un minuto de silencio. “Probablemente no soy el único que creía que la Segunda Guerra Mundial fue la última guerra en Europa”, se lamentó Barenboim ante la audiencia.
Entre los asistentes al concierto se encontraban, además de Scholz, la ministra de Defensa, Christine Lambrech; el ministro de Finanzas, Christian Lindner y el presidente del Bundesbank, Joachim Nagel. El programa incluyó el himno nacional ucraniano y sinfonías de Schubert y Beethoven. La recaudación del concierto está destinada al Fondo Humanitario para Ucrania (UHF) de las Naciones Unidas.
La presentación comenzó con Daniel Barenboim y el recuerdo de sus abuelos, procedentes de Bielorrusia y Ucrania, que huyeron a la Argentina a principios del siglo XX. Agregó que nunca imaginó, como probablemente la mayoría de la gente en Europa, la posibilidad de un conflicto como este después de la Segunda Guerra Mundial. El director también advirtió sobre el peligro de “caer en la trampa de poner ahora a todos los rusos bajo sospecha general”. En ese sentido, sostuvo que ”la cultura rusa no es lo mismo que la política rusa”. “Hay que condenar la política en voz alta y clara y distanciarse de ella. Pero no debe ser permitida una caza de brujas contra el pueblo y la cultura rusa”, dejó en claro al mismo tiempo que explicó que las nuevas prohibiciones y boicots a la música o la cultura rusas le evocan las peores asociaciones.
“No creo que sea bueno que los artistas rusos sean automáticamente cancelados en Occidente. ¿Por qué? Se trata en su mayoría de personas que no tienen nada que ver con Putin y no tienen una buena opinión de él. Otra cosa es si son artistas entusiastas de Putin que no están dispuestos a distanciarse en esta situación de guerra, entonces entiendo que no se los deje estar entre nosotros”, aclaró. Entre este último grupo, el caso más emblemático, como lo señala una reciente producción de LA NACION fue la reciente desvinculación de la cantante lírica Anna Netrebko de las próximas temporadas del Metropolitan Opera House de Nueva York, al negarse a repudiar al gobierno de Vladimir Putin, y el despido del prestigioso director Valeri Gergiev como titular de varias orquestas europeas, a quien le pidieron que se manifestara en contra de la invasión rusa a Ucrania. Ante su negativa, recibió una serie de telegramas de despido.
Pero más allá de las palabras de Barenboim, esta especie de boicot a los artistas y compañías rusas parece no detenerse. El caso más reciente fue la decisión del Teatro Real de Madrid, que el viernes decidió suspender las seis representaciones de la obra La bayadera que el Ballet Bolshói iba a ofrecer en su escenario en mayo, debido “al conflicto bélico desatado por Rusia en Ucrania, que está originando una grave crisis en el mundo y una dolorosa emergencia humanitaria”, explica el comunicado de prensa.
El Bolshoi tenía prevista una temporada de tres títulos en el Royal Opera House británico, que también ya había sido cancelada. Estas dos cancelaciones se suceden aunque el director de la sala, Vladimir Urin, fue uno de los artistas rusos que firmaron una carta en la que piden a Putin que se retire de Ucrania.
“Hablamos aquí no solo como figuras culturales, sino como gente corriente, ciudadanos de nuestro país, nuestra patria. Entre nosotros están los hijos y nietos de los que lucharon en la Gran Guerra, testigos y participantes de ese enfrentamiento. En cada uno de nosotros pervive una memoria genética de la guerra. No queremos una nueva guerra, no queremos que la gente muera. El siglo XX ha traído demasiado dolor y sufrimiento a la humanidad. Queremos creer que el siglo XXI se convertirá en un siglo de esperanza, apertura, diálogo, un siglo de conversación, amor, compasión y misericordia. Hacemos un llamamiento a todos de quienes depende, a todos los lados del conflicto, a detener la acción armada y sentarse a la mesa de negociaciones”, afirma la misiva.
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