Daniel Barenboim dejó otra huella que no se borra
Su festival se mudó al CCK y logró superar su propio nivel; Martha Argerich, Anne-Sophie Mutter y Villazón, las estrellas
No hubo nunca rutina en las visitas de Daniel Barenboim. Cada vez es diferente, aun cuando vuelva a tocar o dirigir piezas que ya tocó o dirigió antes aquí mismo. Para empezar, el Festival de Música y Reflexión se mudó al CCK, y allí, en el viejo palacio de correos, recuperó esa singularidad que tuvo desde su origen: el pensamiento.
Pero hay que empezar por la música. Acaso como una prefiguración de los 250 años de su nacimiento, que se cumplen en 2020, Beethoven fue el compositor que en cierto modo vertebró el festival. "Quise que cada programa fuera lo más complejo y más interesante de los diferentes aspectos de Beethoven", dijo Barenboim el día mismo en que pisó de nuevo Buenos Aires. La frase, que se refería a los programas que eligió para cada uno de los recitales con las sonatas, vale también para el resto, y no solamente para el arco de las piezas, sino para cada una de sus lecturas. La Orquesta del Diván volvió a mostrar un nivel fuera de serie, lo mismo que Martha Argerich, miembro honorario de la orquesta, y los invitados: la violinista Anne-Sophie Mutter y el tenor Rolando Villazón.
Fueron en total diez conciertos a sala llena en el Auditorio Nacional del CCK, otro gratuito en el microestadio de Tecnópolis, cinco encuentros de reflexión en los que participaron entre otros invitados Villazón, Mutter y Ronni Mann, directora de Humanidades de la Academia Barenboim-Said, de Berlín. Hubo más de 33 mil espectadores.
El principio fue solitario: Barenboim a solas con las sonatas de Beethoven. Quien recuerde el ciclo que ciclo completo que tocó en 2002 no habrá podido no sorprenderse. Es cierto que esta vez el Maestro hizo un ciclo comprimido, pero el arco entre lo temprano y lo tardío se mantuvo bien tenso. Da la impresión de que, en sus lecturas, cava siempre un poco más profundamente: no es que el enfoque cambie por completo. Sencillamente, es cada vez más sabio.
Con la West-Eastern Divan Orchestra, Barenboim dejó versiones inolvidables del Concierto para violín (brilló su hijo Michael como solista) y de la Séptima sinfonía, también de Beethoven. Pero nada habría sido lo que fue sin los invitados, que dieron una especie de calidoscopio: orquesta y piezas de cámara.
Argerich conmovió con el Concierto n°1 de Chaikovski: ella está más de cualquier consideración técnica: es literalmente una fuerza natural que, con la mayor naturalidad, domina el arte del extremo. Argerich volvió al amor de siempre, Schumann, en el Quinteto y en el Andante con variaciones (en su versión para dos pianos, dos cellos y corno), que había hecho ya hace unos años en el Teatro Colón. Villazón por su lado ofreció un panorama de la canción de cámara latinoamericana y española.
Una de las particularidades de Barenboim es que elude siempre el lugar común cuando decide los programas. Ya lo había dicho una vez: la notoriedad crea obligaciones, y la primera obligación que él se impone a sí mismo y que se escuchen piezas que no suelen escucharse, y que las que suelen escucharse, se escuchen como si no se las conociera. En sus propias palabras: "El regalo más grande que se nos da como músicos es saber cada día más sobre las obras que tocamos, pero al mismo tiempo tener que empezar de cero." Así pasó con el Concierto para violín, de Sibelius, en las manos de Mutter. Argerich, Mutter y Villazón son diferentes, pero algo los une: la inteligencia musical.
El día del último concierto, el jueves, Barenboim mantuvo con ella una charla pública. "Me voy de este Festival con un sentimiento de extremo agradecimiento", dijo al despedirse. Fue una sincera cortesía que invierte los términos de la gratitud. El año que viene, vendrá con la Filarmónica de Viena para hacer las sinfonías 5, 7 y 9, de Mahler. Pero esa será otra historia. Por ahora, sabemos que costará mucho olvidar este festival.
La entrevista de Macri
Cuentan que fue a un ensayo y después quiso volver a conversar. El resultado terminó siendo la entrevista que el presidente Mauricio Macri le hizo el miércoles a Daniel Barenboim. No se sabe todavía cuándo se emitirá la charla, aunque el Maestro habría pedido que la difusión se despegara de la campaña electoral. Se supo que el encuentro estuvo más cerca de la emoción que de la política. Fue la tercera reunión entre Macri y Barenboim: aparte del ensayo, hablaron hace dos semanas en la quinta de Olivos. La relación se remonta a la época en la que Macri era jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
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