Cuando Soda Stereo salió a la conquista del continente
Antes del estreno de Séptimo día repasamos en capítulos la historia del trío de Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti; aquí, el romance de la banda con el público de toda América latina: las primeras giras, la explosión en Viña del Mar y el desembarco en los Estados Unidos
A solo un año de su álbum debut, en el verano de 1985 Soda Stereo ya se medía en las grandes ligas del rock local, como quedó en claro con su participación en los festivales Rock in Bali de Mar del Plata y Chateau Rock de Córdoba. En octubre de ese mismo año, la banda publicó su segundo disco, Nada personal, un salto evolutivo abismal respecto a su primer trabajo. Con el post punk más cercano al pop como nueva referencia (The Cure, Echo and the Bunnymen), la banda en general y Cerati en particular empezaron a entender al estudio de grabación como un instrumento más. De un disco al otro, Cerati, Bosio y Alberti se presentaban ante el mundo como una banda nueva, mucho más diversa y en cambio constante, una dinámica que con el paso del tiempo se volvería su marca de fábrica.
De la mano de éxitos como “Danza rota”, “Juego de seducción”, “Estoy azulado” y la canción que daba nombre al disco, el éxito no tardó en llegar. Otros temas del disco, como “Imágenes retro” y “Ecos”, daban muestra del crecimiento del grupo como intérpretes en pos de los avances tecnológicos de la época, a fuerza de sintetizadores y efectos de guitarra que convertían a los arreglos de Gustavo Cerati en auténticas cascadas sonoras. Para presentar formalmente el disco, Soda Stereo realizó cuatro funciones en el estadio Obras Sanitarias en abril de 1986. Pocos meses después, en una escala de una extensa gira por el país, la banda filmó el primer video del disco, “Cuando pase el temblor”. Y si en su versión de estudio la canción sorprendía por su mezcla de reggae, pop y cadencias andinas, su clip iba por la misma senda al mostrar al trío con su estética dark (sobretodos, delineador en los ojos y raros peinados nuevos) en el Pucará de Tilcara, en la provincia de Jujuy.
Con una agenda cada vez más abultada, Soda Stereo emprendió a fines de 1986 una gira latinoamericana que empezó por Colombia, Perú y Chile. Y de un momento a otro, lo que era la despedida en vivo de un álbum terminó convirtiéndose en la presentación de otro nuevo a partir de la aparición de Signos, su tercer opus, en noviembre de ese año. El disco, el primero en lanzarse en la Argentina en el formato de CD, ofrecía una versión más madura y opresiva de la música del trío, como lo demuestran los ribetes del tema que da nombre al disco, el desgarro de “No existes” y la emotividad intensa de “Final caja negra”. Hasta su hit más popular, “Persiana americana”, escondía detrás de una melodía diáfana de acordes mayores la historia de un voyeurista que espiaba a una mujer mientras se desvestía.
De un momento al otro, Soda Stereo encontró un nivel de éxito nunca visto en la región. El fenómeno ya no era sólo puertas adentro, sino que se replicaba con la misma fuerza o más en países como Ecuador, Bolivia, Venezuela, México o Costa Rica. Uno de los primeros registros de esa explosión se registró en el festival de Viña del Mar en febrero de 1987, cuuando el grupo tocó dos noches consecutivas en la Quinta Vergara, y debió agregar una tercera participación a las dos semanas. Los doce meses que duró la gira presentación de Signos quedaron plasmados en el primer álbum en vivo del trío, Ruido blanco. Aunque muchas de las versiones sirven como un registro preciso de cómo la banda readaptaba su repertorio cada vez que pisaba un escenario, las grabaciones hechas en varios destinos del tour se realizaron en condiciones poco óptimas, al no poder contar con los mismos equipos en cada locación, por lo que el material tuvo que ser completado en estudio.
Al llegar 1988, Soda Stereo ya había recogido todos los pergaminos posibles a solo un lustro de su formación. En un tiempo récord, el grupo pasó de transitar el under a tutearse con los grandes del rock local primero y a ser el número más convocante de todo el continente. Sólo quedaba un paso por dar, y el plan incluía una estadía en los Estados Unidos. Así fue cómo Cerati, Bosio y Alberti se instalaron durante junio de ese año para dar forma a su cuarto álbum en la Gran Manzana. Para la experiencia, el trío delegó la producción al puertorriqueño Carlos Alomar, conocido por sus colaboraciones con David Bowie, Iggy Pop, Paul McCartney y Mick Jagger. Con un sonido más orientado hacia el blue eyed soul y el r&b de la época, Alomar desarrolló un plan de trabajo que incluyó un período de ensayos y otro de grabaciones en los estudios Sorcerer Sound para que los tres músicos grabaran bases al unísono y no por separado, para capturar en cinta el espíritu de sus presentaciones en vivo.
Doble vida, el resultado final de esa experiencia, encontró al grupo en un costado más maduro y aliñado, lejos de la estética dark de sus álbumes previos, y con el énfasis puesto en la pulsión rítmica de la banda, como muestran “Picnic en el 4° B”, “Lo que sangra (la cúpula)” y “En el borde”. El disco también significó la evolución de Cerati como compositor gracias a la inclusión de dos de sus hitos como letrista. De un lado, “Corazón delator”, inspirada en el cuento (casi) homónimo de Edgar Allan Poe. Del otro, “En la ciudad de la furia”, un relato de tintes mitológicos con Buenos Aires como telón de fondo, con un videoclip que le garantizó al grupo una nominación a los MTV Music Awards en la categoría de Mejor video extranjero, cuando todavía no existía la versión latina de la señal.
La presentación en sociedad del disco estuvo a la altura de este crecimiento: en diciembre de 1988, Soda Stereo volvió a Obras Sanitarias, pero esta vez montó su escenario al aire libre en la cancha de hockey del predio, lo que se tradujo en una convocatoria de 25.000 espectadores en una sola fecha. Además, antes de terminar el año, el grupo fue el encargado de cerrar el festival Tres Días por la Democracia, que contó con la participación de Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Charly García y Paralamas ante 150.000 fans en la avenida 9 de Julio. Apenas empezado 1989, Soda Stereo emprendió una nueva gira nacional durante el verano con 30 fechas ininterrumpidas, a la que le siguió un tercer tour por el continente que depositó al trío de nuevo en los Estados Unidos. Todo parecía indicar que su crecimiento había tocado sus propios límites pero, como luego demostrarían ellos mismos, todavía quedaba mucho por hacer y alcanzar.
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