El cantante y compositor presentará en vivo “Porcelana China”, el single que grabó con Bandalos Chinos y que formará parte de su nuevo álbum; previo a un ensayo recibió a LA NACION para repasar su carrera y pensar en las consecuencias del éxito; de su ex Cande Tinelli, ni una palabra
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El estudio de Coti Sorokin está instalado en un edificio de lofts habitado por vecinos, productoras de televisión y ambiente cool. Una forma de pertenecer. El lugar es excesivamente amplio si tuviese destino de vivienda, pero, en el caso del músico, todo está montado como para brindar un concierto, así que los metros cuadrados son los que requiere el montaje ad hoc.
Los instrumentos están dispuestos y un listado de temas se esconde en la tapa de una valija que desnuda el orden ejecutado en una ciudad cercana a Buenos Aires. En breve comenzará un ensayo con vistas al 14 de abril, fecha en la que Coti se presentará con su banda en el complejo C Art Media del barrio de Chacarita, el mismo lugar donde hace poco se emuló el ambiente de la disco Paladium, a modo de puesta en escena para un documental.
En el búnker de Sorokin, un piano enorme se entroniza. A un costado, el estudio con sus consolas y más allá un living para lo social. Una cocina recuerda que se trata de un departamento que balconea a una calle que se rebela ante el bullicio de Palermo y se sumerge en la paz de un Villa Crespo bien barrial y porteño.
Si las bibliotecas descorren el telón al alma de sus propietarios, la que se encuentra amurada a una de las paredes infinitas de este loft contiene a Carlos Gardel y a los Beatles, y permiten pensar en el ADN del artista: “Me define, hay mucho de mí en eso que mencionás. Son como dos partes de la influencia de nuestra cultura, está el tango y también la apertura que me generaron los Beatles desde que era muy chico”.
-¿Te identificás con lo más regional de nuestra música?
-Al tango lo comencé a escuchar por mi viejo, pero también hay algo de esa música en Luis Alberto Spinetta, que grabó con el bandoneón de (Rodolfo) Mederos o en Charly (García), que decía “el nuevo tango soy yo”. También recuerdo que (David) Lebón sostenía que “ahora el tango es rock & roll”.
-De las influencias nadie escapa.
-Ni queremos escapar. El rock nacional es hijo dilecto del tango, aunque también hubo rock con influencias de la riqueza del folklore.
-Pensando en influencias y en torno a una carrera tan extensa, ¿hay varios Coti Sorokin?
-No sé si hay varios, pero sí me siento muy abierto. Nunca intenté encasillarme, me dejé ser libre artísticamente, nunca pensé en términos de ‘adentro’ o ‘afuera’. Sí puedo diferenciar entre el rol en los conciertos y en la performance, con otros aspectos de soledad como sucede en la composición. No se trata de diferentes seres, sino de partes de una misma moneda.
-Es interesante poder transitar la introspección de la composición o el trabajo en estudio y la euforia del concierto con el contacto con el público.
-Es el yin y el yang, que se retroalimentan con una misma energía; una sin la otra no funcionarían. Vivo muy intensamente los conciertos, porque viví muy intensamente la parte de la composición y las letras. Me gusta jugar con esa cadena que va de componer a grabar y de grabar al vivo.
Si de presentarse en vivo se trata, se encuentra diseñando una tournée por Argentina, España, Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Ecuador y Alemania.
Lo nuevo
“Porcelana China” es el nombre del primer corte de lo que será un nuevo álbum. Se trata de una canción bien pop, pero también con esencia rocker y algo del Charly de los ochenta. En el tema, que escribió en Madrid, Coti se asoció a Bandalos Chinos, la banda oriunda de Beccar que viene pisando fuerte. “Es un sonido de rock electrónico, que no es una novedad, ya que, en mi primer disco, había sintetizadores”.
-¿En qué momento te encuentra esta canción?
-Es el último tema que registré de un disco que comencé a grabar hace mucho tiempo y que se va metamorfoseando. Es un material con canciones más electrónicas como “Porcelana China” y otras con orquesta de cuerdas, guitarra acústica y sonidos más orgánicos. Me gusta mezclar eso.
-Interesante tu unión con Bandalos Chinos.
-Es una banda que vengo siguiendo, siempre atento a los nuevos artistas que van apareciendo. Con la experiencia de tantos años, uno escucha un poquito y ya sabe sobre la calidad de un artista. Los chicos de Bandalos son muy buenos músicos. Me creo todo lo que hacen.
-¿Cómo fue el proceso para llegar a grabar juntos?
-Todo resultó muy fluido. Le mandé la canción a Goyo, el cantante y rápidamente nos pusimos de acuerdo, ya que le encantó a él y al resto de la banda.
-Que Coti grabe con alguien implica visibilidad, una palmada de apoyo. ¿Quién hizo eso con vos?
-Muchísima gente: Andrés Calamaro, Los Enanitos Verdes, Ismael Serrano, Paulina Rubio, Fito Páez. Desde el principio grabé con un montón de gente.
-¿Tu estadía en España le dio a tu música un sonido que de otro modo no tendría?
-Es posible, evidentemente todo lo que uno va viviendo lo va coloreando, tamizando. Aparece la guitarra flamenca y algunos ritmos medio arrumbados. Además, en aquellos tiempos grabé con José Carmona, uno de los guitarristas flamencos más grosos de España, o con la propia Rosario Flores. Desde ya que hay una influencia, sobre todo de ese rock mestizo que fue fundacional del rock en español, con Tequila a la cabeza. Antes Moris y después Los Rodríguez y Andrés (Calamaro) ya solista, coloreando a la música española.
En la charla, cada tanto aparecen modismos como “y tal…” o “aparcada”. Españolismos que hablan de su extensa vida de catorce años en Madrid, donde cosechó fama y prestigio y donde nacieron sus hijos mayores. Al igual que Roger Federer, Coti tiene cuatro hijos que conforman dos parejas de mellizos.
Trabajo inacabado
“Todavía hay varias canciones que van apareciendo y que me gustaría sumar. El proceso de mis discos siempre fue así. Nunca fue el paso a paso de primero componer, luego grabar y finalmente mezclar, sino procesos más dinámicos. Lógicamente hay una primera etapa de búsqueda de repertorio y, hasta que no salen las primeras diez o doce canciones, no siento que tengo un disco. Ahora, una vez que experimento esa sensación, comienzan a surgir otros temas”, explica, develando su códice de la creación.
-¿Comienza un proceso de reemplazo con respecto a ese repertorio que te confirmó la existencia de un nuevo disco?
-Lo dejo abierto y dinámico. Para mí, el disco está terminado cuando se expone, como se decía antiguamente, en la batea. Antes soy capaz de cualquier cosa, desde volver a grabar un tema hasta modificar la versión. No me interesa si el material ya está masterizado o si tengo que cambiarle una palabra a algo que ya fue grabado.
-Se desprende una gran autoexigencia.
-Sí, porque intento no quedarme con la sensación de no haber hecho algo que quería hacer. Si aparece una nueva frase, no me gusta no volcarla. Se para y se graba de nuevo.
-Es decir que el nuevo disco está, pero aún puede modificarse.
-Exacto, siempre es así mi modo. El disco es una obra completa en sí misma y tiene que reflejarme.
-Aparece una conceptualización que enhebra eso que se va diciendo entre las canciones.
-Es que no podemos quedarnos en el mundo de los singles, en un disco hay temas menos conocidos, un lado B que me resulta muy interesante. Por eso, de pronto, alguien descubre un tema que tiene catorce años de vida.
-A diferencia de un hit que es conocido por un público masivo. ¿Te molesta esa diferenciación dentro de tu obra?
-No, para nada, me encanta y debe ser así. Creo que con los únicos que no sucedió eso fue con los Beatles, ya que grabaron poco y, en consecuencia, se conoce todo. Pero de músicos como Bob Dylan no conocemos millones de temas, eso es algo que sucede con la mayoría de los artistas que admiro.
-En no pocos casos, esos temas escondidos encierran cualidades que, quizás, un hit no tiene. El público y la industria van decidiendo.
-A veces me nombran un tema que ni siquiera yo recuerdo que había escrito, es así, son las reglas de juego y nos pasa a todos lo que grabamos discos. Es normal que haya canciones muy conocidas, otras no tanto y muchas desconocidas. En mi caso es más que lógico, son muchos discos y una cantidad enorme de temas.
-¿Llevás el registro de la cantidad de temas compuestos y grabados?
-No tengo el número exacto. Serán cuatrocientos temas, no sé...
-Sos un artista muy prolífico.
-Tuve un trabajo sostenido.
Coti fue productor de muchos. Trabajó estrechamente con Andrés y Javier Calamaro, fue puntal de Los Enanitos Verdes y siempre se sintió cómodo escribiendo para las voces de cantantes como Sergio Dalma, Diego Torres o Alejandro Lerner, pero hubo un tiempo en el que el deseo de ser su propia voz se instaló poderoso.
Como solista arrancó fuerte. En el 2002 editó, haciendo base en España, su primer disco solita y, al poco tiempo, fue telonero en un concierto de Shakira en Madrid. Varios años después grabó un sexto álbum donde él mismo cantó aquello que había escrito para otros y que se habían convertido en títulos sonados y estribillos muy cantados. Lo dije por boca de otro se llamó aquel disco donde cantó “Color esperanza”, popularizada por Diego Torres; “Me muero de amor”, un clásico del repertorio pop romántico de Natalia Oreiro y “Te quise tanto”, canción que inmortalizó Paulina Rubio.
Su carrera no sólo esta sembrada por esas canciones, sino por todo lo que se proyectó a través de ellas. Coti fue Disco de Oro, Platino y Doble Platino en España, Argentina, México y Colombia. Ganó dos premios Grammy y el premio Ondas en España; obtuvo el premio Gardel y el Oye en México y doce premios ASCAP en USA como songwriter. Además, alcanzó reiteradas veces el #1 en Billboard con varias de sus canciones.
Rebeldías
-Te llamás Fidel Ernesto, nombres que instan a pensar en personajes rebeldes. ¿Cómo te atravesó eso?
-El hecho de decidir ser músico es un acto de rebeldía, es pararte frente a la vida de otra manera. Mis viejos me inculcaron que no hay por qué aceptar lo establecido como una verdad. Siempre hay que pensar y cuestionar. Eso me lo transmitieron no sólo a partir de mis nombres, sino desde la educación que me dieron.
-¿Se lo inculcás a tus hijos?
-Por supuesto, desde que fueron muy chicos.
-Además de las dos parejas de mellizos, ¿tenés más hijos?
-Que yo sepa, no.
El loft se va llenando de gente y todos celebran el chiste, mientras preparan el set para ensayar. En minutos comenzarán a sonar los hits y las canciones que repiquetean en un inconsciente colectivo y que también molestan a los detractores de siempre del mainstream. Para algunos, la falta de masividad encierra alguna virtud, sin entender que el arte es una manifestación para llegar al otro y no es una cuestión de números lo que hace a la valía de un material.
-¿Padeciste el prejuicio que, a veces, pesa sobre el mainstream?
-No hay que festejar tanto el éxito ni sufrir tanto el fracaso, hay que relativizar. Si uno no sabe dónde está parado, el éxito te puede golpear más que el fracaso. Hay que saber subsistir al éxito, vivimos en una sociedad muy exitista y caníbal, la industria de la música es reflejo de eso, entonces, el que es exitoso es venerado y, a los dos meses, puede pasar a ser vapuleado. He tenido mucho éxito y fue un aprendizaje subsistir a eso. No todos pueden, está a la vista. Cuánta gente no termina soportando el éxito o lo que viene después...
-¿Qué viene después del éxito?
-Quizás un fracaso o no tanto éxito, esa palabra tramposa a la que hay que poner entre comillas, porque es muy relativo lo que encierra. En definitiva, el verdadero éxito es ser feliz, creo en eso. Incluso, podría decirte que, en mi momento de mayor trascendencia, fui más infeliz. Cuando más trascendencia tenés, más preso sos de las presiones, de la agenda, de los horarios, de la demanda de los demás y de uno mismo.
-La industria ata y va en busca siempre del éxito, no contempla otra situación.
-Si le seguimos el tranco a la industria, los artistas quedamos destrozados y vacíos. Un artista nunca puede seguir el dictamen de la industria, si eso ocurre, ese artista tiene su muerte cerebral y artística asegurada. La industria te canibaliza, te utiliza cuando te necesita y cuando no, te tira a la basura.
-¿El nuevo disco lo vas a editar a través de un sello o bajo la dinámica independiente?
-Lo estoy haciendo de manera semi independiente, junto con la productora Gonna Go, con quien estamos armando un trabajo que también incluye el trabajo de los shows. Armé un equipo mucho más propio.
-Y más libre.
-Mucho más libre.
-En géneros como el tango, el cantante suele mencionar a los autores de la composición. No sucede tanto en el pop o el rock, donde las autorías, a veces, pasan más inadvertidas.
-Hablábamos sobre la industria y a la industria nunca le interesó eso. Es más, si le puede pisar la cabeza al autor se la pisa y si le puede robar los derechos, se los roba. Es parte de una industria donde hay abogados, productores, ejecutivos y algunos intérpretes que firman canciones sin ser compositores. Antes, se mencionaba “El día que me quieras” precedido por “de Gardel y Lepera”, lo mismo sucedía con Enrique Santos Discépolo y “Cambalache”, cuando a Discépolo no lo conocía nadie, pero era el compositor de esos temazos.
-El público argentino, ¿es diferente al del resto de Latinoamérica o al de España?
-Creo que lo que varían son las experiencias y no tiene que ver con el país o la región. El público es distinto de acuerdo al horario o al tipo de espacio donde se realiza un concierto, no es lo mismo la tarde que la noche y muy distinto es un teatro a un estadio. El artista tiene que saber enganchar a los distintos tipos de público y meterlo en su película.
La consigna es “Coti no habla sobre su vida privada, no le preguntes sobre Cande Tinelli”, remarca alguien de su entorno. Ok. Si no se puede mencionar a su última novia, relación que los tortolitos se encargaron de mostrar aquí y allá, entonces tampoco sería atinado preguntarle por el entuerto con Diego Torres y la autoría del hit “Color esperanza”, el himno de la resurrección de la fe por un mundo mejor. A lo pasado, pisado. Hay otros temas para conversar con Coti, el hombre nacido en Rosario y criado en Concordia. Trip de Santa Fe a Entre Ríos que luego lo llevó a Buenos Aires y más tarde a España.
-Tengo entendido que rechazás y te negás a la utilización de tu música en campañas políticas.
-No me interesa, no lo quiero, creo que eso mata a las canciones. Las canciones tienen que ser libres y, si se las pone, por ejemplo, al servicio de una campaña, se terminan metiendo en el lastre de una caripela, un partido político o una propuesta determinada.
-Además, puede ser tomada por alguien que no comparta tus valores.
-Los políticos cambian sus valores, así que siempre te va a terminar defraudando. Me han ofrecido mucho dinero, pero decidí que no se usen mis canciones para una campaña política.
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