Cosquín Rock 2022: cómo es por dentro el gran festival cordobés que comienza este sábado
Cuatro mil personas involucradas en la producción y más de 150 bandas y solista para dos jornadas de música en Santa María de Punilla; desde la trastienda, el recuerdo de grandes momentos, los errores que no se pueden repetir y los desafíos que instaló la pandemia
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Cosquín Rock no es un festival de folklore (ya lo dice su nombre) pero, a más de dos décadas de su nacimiento, tiene un folklore propio. Quedó en pausa en tiempos de pandemia, como casi toda la actividad artística. Se virtualizó, sólo por un rato, en 2020, y ahora le llegó el momento para levantar otra vez sus estructuras en el Aeródromo de Santa María de Punilla y volver a sonar. Será este fin de semana, con unos 150 grupos y solistas nuevos y de trayectoria, en seis escenarios que estarán funcionando desde pasado el mediodía hasta bien entrada la madrugada, y con un cierre reservado para un clásico cordobés, La Mona Jiménez, que no es rockero sino cuartetero pero que lleva una vida de rocker desde hace más de medio siglo.
El festival vuelve al aeródromo cordobés después de lo más duro, que fue atravesar una pandemia que aún no termina de irse. Vuelve con otra valoración del sentido que el ser humano le da a la música y con el valor que se le da a producir espectáculos musicales. Vuelve con muchos artistas pero, también, con muchas reflexiones y el aval de tantos recuerdos acopiados en dos décadas de aciertos y algunos pasos en falsos. “Creo que este festival te lleva a extremo en casi todo, en lo personal y en lo social. La gente lo toma como propio y eso no lo veo en otros. Nos pasa también con los artistas -dice la productora general, Verónica “Vecky” Salerno-. Acá los artistas pueden ser quienes quieren ser”.
A este festival llega gente de todo el país. Es esencialmente rockero pero se actualiza a los nuevos géneros. Tiene una programación con poca grilla artística extranjera pero mucha nacional. Es una muy buena vidriera de lo local, con los nombres que hoy están de moda, con artistas históricos y con los que no suelen frecuentar festivales. Cada escenario cuenta con alguna perlita que valdrá la pena ver y escuchar. El escenario Norte y el Sur (los más imponentes) son casi uno solo, pero con una programación dividida en dos estructuras para que el festival fluya con mayor agilidad. Por allí desfilarán una mayoría de famosos y consagrados, como Los Auténticos Decadentes, Divididos, Babasónicos, Eruca Sativa, La Vela Puerca, Skay Beilinson, El Mató un Policía Motorizado, Fito Páez, Ciro y Los Persas, María Becerra, Miranda!, Los Espíritus y la banda española Love of Lesbian, entre muchos otros. También habrá escenarios para el hard rock, para el blues, para el trap, para nuevas tendencias y el espacio “dedicado”, que este año llevará el nombre de Las Pelotas. ”Muchos han pasado su vida acá. Sabían que cada febrero siempre iban a estar acá. Por mi rol no veo a las bandas, pero recuerdo cuando se hacía en la Plaza Próspero Molina [de la localidad de Cosquín] y recuerdo a Las Pelotas tocando bajo la lluvia. Es una banda ícono del festival. Ellos crecieron como banda y nosotros crecimos con ellos, como festival”, recuerda la productora.
Desde las sierras cordobesas, Germán Dafunchio habla de Las Pelotas y del festival: “Tener un escenario propio en Cosquín es cumplir un sueño. En este tipo de festivales donde, por ahí, hay 40.000 personas escuchándote es difícil poder tener un contacto cercano con la gente. La carpa te da la posibilidad de tocar bien cerca a nuestra gente, no arriba a lo lejos, cosa que no está mal tampoco, pero que hemos hecho en las 20 versiones anteriores. Por cierto, Las Pelotas, en 21 ediciones de Cosquín va a tocar 22 veces”, dice en referencia a que este año tiene dos actuaciones programadas.
Milagros, desaciertos y recuerdos imborrables
Para el mentor e impulsor del festival, José Palazzo, entre los momentos memorables del festival se puede mencionar la reunión de Serú Girán o el cruce de Las Pelotas y los Piojos. Pero también el peregrinaje del público. “Creo que hay cosas que solo suceden en el Cosquín Rock. Una familia decidió esparcir las cenizas de su hijo en el festival. Una pareja se casó acá: se conoció acá y como somos una compañía chica que nos enteramos de todo, por suerte lo pudimos hacer acá, porque el intendente es juez de paz. Y la gente... Salgo de mi casa y me acompaña una peregrinación de gente con mochilas”, rememora.
Durante más de dos décadas de producir Cosquín Rock, Palazzo tiene un extenso anecdotario que se resume entre los primeros años, cuando el festival se realizaba en la Plaza Próspero Molina de Cosquín (de ahí tomó su nombre) hasta los shows actuales que se hacen desde hace una década en el aeródromo de Santa María. De ese catálogo, a horas del comienzo, rescata una perlita.
En 2010, el grupo Callejeros sumaba otro dato oscuro a su historia. En febrero de ese año, el baterista de la banda Eduardo Vázquez asesinó a su esposa, Wanda Taddei. El grupo dejó su lugar vacante en el festival y fue reemplazado por una segunda función de Viejas Locas. “Ese segundo show era a las 23 -recuerda el productor-. Pity [Álvarez] llegó completamente dormido, traído en brazos por su propio seguridad, que era gigante. Hasta las 22.45 no lo pudimos despertar. Encima teníamos un alerta meteorológico por una tormenta que se venía para Córdoba. La situación era estresante. Fue entonces que se me ocurrió tirarle a corta distancia un cooler con latitas de bebidas y se despertó gritándome ‘¡Mala praxis!’. Salí del camarín un instante y cuando volví se había dormido otra vez, y ya no lo pude despertar. 23.15 los músicos estaban con un pie sobre el escenario y justo llegó Skay [Beilinson] y la Negra Poli [mánager histórica de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota]. ‘¿Qué pasa acá?’, dijo la Negra. Y en el momento que Pity la escucha le dice: ‘Hola Poli, estoy saliendo a tocar’. Hablame de milagros, de brujería o de poder energético. Ella entró y Pity subió a tocar. Por supuesto, en la mitad del show, llegó el diluvio universal”, relata Palazzo.
La anécdota tuvo final feliz, más allá de la tormenta. Pero también están en ese arcón las malas experiencias. Entre lo que no debió haber pasado, el productor recuerda la llegada tarde de Charly García en la edición de 2005 (”llegó seis horas tarde, de contramano, por la autopista”) o los destrozos de un grupo de gente que quiso ingresar al predio del festival (”tuvimos que pagar los vidrios de 290 vidrieras de comerciantes de Cosquín”).
El elemento desestabilizador y la rebeldía
Vecky Salerno se formó como productora dentro del festival con el paso de los años. Trabaja en Cosquín Rock desde la primera edición. “Acá no hay libros para producir. Me convertí en autodidacta. Estaba desde la mañana hasta la noche en esto y nunca paré de estudiar. Audio, iluminación, seguridad, relaciones públicas, contratos, derechos. Mi vida se fue armando en torno a esto -admite-. Y sé que si no aprendí nada en esta edición, cuando termine el festival me tengo que retirar de este rubro, sobre todo por tener público presente, que es nuestro elemento más desestabilizador de cualquier planificación”.
Según la productora, el Cosquín Rock es reflejo social de lo que se vive afuera. “Desde el corralito, tuvimos de todo. Y todo lo vimos reflejado en el público. Todos los artistas pueden ser quienes son, los proveedores se comprometen con decisiones de las que participan y la gente viene a su casa a expresar lo que le pasa en su día a día. Siempre digo que el Cosquín es un festival que tiene una identidad y una personalidad. Y nunca le pudimos conocer la cara hasta que se la vimos en 2016. Siempre esperábamos el logo que nos diseñaba Rocambole. Y por primera vez ese año apareció una cara [la del baterista con los brazos y los palillos cruzados sobre sus hombros]”.
“Cada año es absolutamente diferente porque lo social se refleja -continúa-. Acá planificamos absolutamente todo. En mi oficina se puede mirar el festival, desde qué va a pasar, en donde y porqué esto va primero que aquello, hasta el detector de tormentas que, cuando esté a kilómetros de acá, va a hacer sonar una alarma. El comportamiento del público, por haber estado guardado dos años o por la situación económica, te puede desestabilizar todo. Empezamos a ver con algunos shows que producimos. Por la pandemia se ha pasado por muchos estados. Hoy está en un estado rebelde. ‘La situación de la pandemia terminó', ‘a mi no me controlés”. Y eso nos tiene en alerta, aunque lo tengamos todo planificado. En Córdoba, la Cruz Roja tiene el control y la fiscalización del pase sanitario. Pero, ¿cómo va a responder la gente? Es como querer controlar la tormenta. La alarma de rayos va a sonar y lo que podemos hacer es prevenir.”
Una grilla amplificada
“Estamos pensando en volver a hacer el año que viene un festival de tres días -explica Salerno-, porque si bien no se ha renovado la oferta del rock and roll hay mucha oferta de bandas de otros géneros. Hace algunos años eso era impensado. Así como aceptamos las críticas, también aceptamos que la sociedad cambia, que los gustos son diferentes y aunque nos llamemos Cosquín Rock aceptamos que no solo es rock. Nos criticaron mucho por eso, pero es bueno que podamos integrar a todo lo que haya que integrar”.
Este año valdrá la pena echarle un vistazo a los escenarios más intimistas que tiene el festival, desde el que lleva el nombre de Las Pelotas, con dos shows a las 22, el sábado y el domingo (aunque no serán acústicos, como se planteó inicialmente) al Boomerang, que trae a artistas como Delfina Campos, Silvina Moreno y Chiara Parravicini; o el escenario Paraguay, que traza las nuevas tendencias tanto cordobesas como las del resto del país, y exhibe una buena vidriera indie (desde la consagrada Juana Molina a Sara Hebe). El blues tendrá su “casita”. El turno de los metaleros será el sábado, con escenario propio, que es el mismo que los traperos utilizarán el domingo. Y falta mencionar al escenario Córdoba, que es un mix de sensaciones que irán de Los Tabaleros a Viticus y de Sol Pereyra a Juanse & The Mustang Cowboys.
Regreso emotivo
Para la productora general, las mejores postales que le deja el festival no son las que se ven sobre el escenario sino el trabajo que se realiza detrás: “Acá articulamos con el municipio el trabajo de lo público y lo privado. Somos casi 4000 personas trabajando de manera directa o indirecta para el festival. En la mesa de monitoreo tenemos personal de todas las fuerzas, no sería posible hacer el festival sin ellos: desde bioseguridad por el Covid-19, hasta del Ministerio de Salud, bomberos de la provincia y policía. Y a pesar de que la pandemia nos demostró que la gente que trabajamos en esto fuimos los primeros en irnos y los últimos en volver, la felicidad que veo acá no la veo en ningún otro lado. La felicidad del público, la felicidad del que viene a trabajar; desde el que carga y descarga equipos o el que trabaja en la previa, hasta el proveedor de las pantallas o el músico. Para mí, verlos es impagable. Ahora salgo de la oficina y veo a la gente que trabaja, sonriendo. Y pienso, porque no lo sé, cuál es la cruz que vivió cada uno durante la pandemia. Si estuvieron mal o bien. Si tuvieron a un muerto en su familia. Lo que sé es que es más feliz ahora haciendo lo que está haciendo”.
El plus emotivo que tendrá la edición que comienza este sábado seguramente superará a la de cualquier otra. El Cosquín Rock se mantuvo presente incluso con la edición virtual que se realizó en 2020 (con varios escenarios en simultaneo a los que se podía acceder desde la pantalla de una computadora o desde el celular). Fueron dos jornada que resultaron una primera experiencia (y hasta ahora única) del festival realizado solo vía streaming sin público presencial en ninguna de las salas.
Pasaporte sanitario y algunas bajas
La vuelta a la presencialidad no implica un regreso a la vieja normalidad, por eso es conveniente tomar nota de los protocolos vigentes, especialmente de la obligatoriedad del pasaporte sanitario de la provincia mediterránea. En la web del festival se puede encontrar toda la información acerca del pasaporte, que deberá ser presentado junto al DNI para ingresar a cada una de las jornadas del Cosquín Rock. Además, la producción informó que para subir al escenario cada artista debe presentar un PCR negativo. Al detectarse algunos casos de Covid-19 (músicos y staff de las bandas), en esta edición no podrán estar Chico Trujillo, Arde la Sangre y Rata Blanca.
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