Es una mañana fría y nevada de agosto en Quila Quina, un pueblito en las afueras de San Martín de los Andes, y los integrantes de Coral Casino no están pudiendo encontrarle la vuelta a la crisis que vinieron a resolver. Pero ¿qué problemas podrían tener un chico y una chica de vacaciones en una cabaña a orillas del lago Lácar, este paraíso natural? Suena ridículo, especialmente considerando que, en el último tiempo, Roque Ferrari y Lara Artesi vieron cómo su sueño de vivir de la música empezaba a materializarse a partir de la edición de Lejos, su primer disco –grabado en la Ciudad de México por invitación del sello Finesse Records–, que los convirtió en referentes de la jovencísima escena de trap local, ya sea como productor (él) o como vocalista (ella). Sin embargo acá están, peleándose otra vez porque hace meses que no les sale un tema que ambos consideren bueno.
La idea de llegar fuera de temporada hasta este paraje sin luz eléctrica ni Internet, a varios kilómetros por la nieve de la ciudad natal de Roque, era internarse para encontrar un par de temas hiteros que retomaran las aventuras de Coral Casino por el dancehall, el trap y la música urbana en general, un camino que el dúo encaró después de $lytherin, su mixtape de R&B experimental de 2015, y luego abandonó en Lejos (2018), un set coherente de baladas futuristas. Sin embargo, el paisaje del Sur hizo resurgir cierta languidez, que poco tiene que ver con el costado más prendido del grupo, ese que aparece en bombas de reggaetón como "Amor de chocolate" o en "Clase", un remix del rapero estadounidense Ty Dolla $ign. "Ese es nuestro tema más flex", dice Roque. "Pero, en general, nosotros no fronteamos", agrega Lara.
Sin hablar "de putas, de plata y de chumbos", Coral Casino se anticipó a la explosión del trap local y, de alguna manera, eso los posicionó en la escena. En 2015, mucho antes de que el género pegara en Argentina, Lara colaboró con Kaydy Cain, de los españoles Pxxr Gvng, en "Guns N’ Roses", quizás la primera canción que puso al dúo en el radar de la música urbana de la región. Si bien las canciones de Lejos no alcanzaron los cientos de millones de reproducciones de los hits del trap de acá, los dos integrantes de Coral Casino están siendo requeridos por los intérpretes del género, y eso les deja menos tiempo para la banda. Actualmente, Roque es la mano derecha de Duki bajo el alias de "Orodembow": fue su DJ en el consagratorio show del Luna Park, y produjo "Mi chain de Roque", entre otros temas que todavía no salieron.
A partir de esa demanda, Lara y Roque entraron en una especie de inercia y empezaron a trabajar la música del dúo por separado. "María", uno de los cinco temas más escuchados de la banda en Spotify, salió así: Lara cantando sola en su casa, directamente con Auto-Tune. Cuando tuvo que grabarlo en México y la gente de Finesse le pidió que registrara primero la voz limpia para después aplicar el efecto, sufrió. "No podía encontrarle la intención", dice. De hecho, se quebró ante la presión y se largó a llorar.
Quizás por eso, los Coral Casino empezaron a sentir la necesidad de volver a componer de a dos, como hacían cuando se conocieron. Claro que eso requiere de tiempo juntos, y ese es el tiempo que están buscando en el medio del bosque en Quila Quina. Necesitan aislarse para recuperar la cotidianidad que los enciende, pero no la estarían encontrando por ningún lado.
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Ahora Roque tiene los ojos clavados en el televisor de la oficina de su encargada de prensa en Plaza Italia. Están pasando un resumen del Mundial de Rusia y el fútbol es algo que lo apasiona desde antes que la música; de hecho, pensó seriamente en convertirse en profesional. "Jugaba muy bien, humildemente", dice a sus 30 años, la edad en la que los futbolistas empiezan a pensar en el retiro. Estamos acá esperando que llegue Lara, pero ella tiene para un rato: acaba de llamar desde Villa Luro, donde se le quedó la moto. Igual, avisa, ya está arriba del colectivo.
Roque tiene las manos en los bolsillos de una campera animal print y unas zapatillas blancas impecables. El pelo verde le asoma de la capucha del buzo como un borde de pasto. Además de jugar al fútbol, cuando era chico, Roque cantaba. Tuvo una banda en el garaje de la casa familiar, pasó por su etapa Spinetta y su etapa Cerati; luego llegó el nü-metal y de ahí saltó al hip-hop. Su primer recital en vivo lo vio en Capital Federal a los 19 años: Gustavo Cerati gratis en Figueroa Alcorta y Pampa, año 2007. Roque se había mudado después de terminar el secundario, vivía en un departamento en el Microcentro con su hermano, y el contraste con el paisaje de San Martín le encantó: de repente, verse rodeado de una multitud lo hizo sentir en libertad.
Una amiga psicóloga de su mamá le recomendó anotarse en Recursos Humanos. Duró seis meses, hasta que su profesor de guitarra lo alentó a estudiar Producción en Tecson, y rápidamente empezó a volcar sus nuevos conocimientos en su propia música. A mediados de 2013, publicó en Bandcamp unas instrumentales de boombap hechas con sampler. En Soundcloud experimentaba en el terreno de la electrónica y los ritmos andinos con el seudónimo de Puelche. Entonces se rompió los ligamentos de la rodilla. Una tarde, después de varios días en cama con la pierna en alto, aceptó la invitación de una amiga y se tomó el 59 en muletas hasta una casa de Núñez, en la que había una feria de remeras. Ese día conoció a Lara.
"No compró nada", dice Lara cuando llega de Villa Luro. "Pero nos pusimos a hablar, y ahí descubrí lo que hacía él: esos beats zarpados." Tiene el celular agarrado como si fuera la mano de un amor, las uñas cortas con el esmalte saltado y los brazos tatuados. Cuando habla, suena igual de relajada y atractiva que cuando está arriba del escenario. Se viste siempre de negro, usa remeras largas y gastadas, y parece andar semidormida todo el tiempo. Es una chica rara, que nació en Buenos Aires en 1991 pero vivió su adolescencia en Pinamar, en donde su familia (papá, mamá, dos hermanos mayores) le transmitieron el interés por la música. "Ellos tenían toda la data", dice. "En mi casa, era más importante ser músico que abogado o esos flashes."
Su primer proyecto musical se llamó Slow B: canciones de tres acordes, tipo Cat Power, que hacía con un novio en batería. Volvió a Capital en 2009. Nunca tuvo un trabajo fijo, pero podría contar cómo es fumigar una plaza. En 2012, publicó en Bandcamp un disco hermoso como Lara Claus, llamado Mar. Son ocho baladas folkie de amor y búsqueda personal. "Re emo, re indie", dice ella, todavía encariñada con las canciones.
El día de la feria en Núñez, Lara recién había llegado de un viaje de dos meses por Europa, del que volvió hiperestimulada, con una novia y un montón de conocimientos sobre sintetizadores y baterías "tipo 808", y una voz en la cabeza que le decía: "Tenés que materializar algo ya".
Durante el verano de 2014, Lara y Roque fueron y volvieron de sus ciudades. A ella le habían propuesto tocar en un show, pero necesitaba engordar las canciones, así que le escribió a Roque. La primera tarde que se juntaron a tocar, armaron dos temas: "Telling" y "After Hour (She)", que es un piano de la película Midnight Cowboy con el estribillo de "She", la balada de Tyler, The Creator y Frank Ocean de 2011. "Fue una conexión instantánea", dicen. "Ahí empezamos a flashear juntos."
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Ahora Lara está maquillándose frente al espejo de los camarines de Palermo Club junto a Olivia Repetto –la autora de la fotografía de apertura de esta nota– y a otra amiga, que tiene los labios pintados de azul. Por el lugar da vueltas Federico Ferrer, más conocido como "0600 en el track", socio de Roque y productor de trap, que las ve y arriesga una definición del styling: "Fanzine hardcore". En un rato, Coral Casino va a dar uno de los peores shows de su carrera, abriendo la noche para unas bandas de reggae, cuyo público no tiene intención de ver a un dúo de R&B digital y texturas suaves.
"Van a estar todos de brazos cruzados", había anticipado Roque, y su profecía no estuvo lejos de cumplirse. Más allá de los amigos que se balancearon al ritmo hipnótico de Lejos, la gente no conectó. En general, en los shows de Coral Casino suele pasar otra cosa. "La gente flashea con nosotros", dice Roque. "Con que seamos dos en el escenario. Un hombre y una mujer. Y que no sea un feat., sino un grupo."
En los temas de Coral Casino, las voces de Lara y Roque atraviesan juntas cada estribillo. Las historias personales se confunden, se vuelven unisex. Ninguno de los dos asume la pose del winner, sino la audacia de quien sabe decir "te extraño" y mostrar interés, y al mismo tiempo ser esquivo con sus fuentes de deseo. La esencia del grupo está ahí: en la conexión, la presencia y el intercambio concreto entre ellos dos. Dentro de un universo musical que en general se rige por las colaboraciones entre productores e intérpretes solistas, Coral necesita mantener la dinámica de una banda a la vieja usanza."En un punto, somos más que amigos", dice Roque sobre ese romance implícito que el dúo transmite en sus canciones y shows. "Ella me tiene que enamorar con la melodía, y yo la tengo que enamorar con el beat. Si no, todo esto no funciona."
Paradójicamente, cuanto mejor les va a los integrantes de Coral Casino por separado, el futuro del grupo se vuelve menos claro. Desde que Roque trabaja con Duki, ganó un nivel de exposición que le permite no solo vivir de la música sino, sobre todo, proyectarse como productor a nivel internacional. Si las bases de trap suelen ser más bien homogéneas, el background de música electrónica de Roque les da un diferencial a sus tracks. Además, tiene ideas raras y sabe cómo resolverlas. Mientras trabajaba en "Vamo’ a darle", un house inicialmente pensado para Coral Casino que terminó grabando Ysy A, se le ocurrió que el tema podía empezar con un audio de Julio Cortázar recitando el poema "Los amantes". No hay otro productor local en la actualidad dispuesto a combinar a un rapero de 20 años y una leyenda de la literatura argentina sobre un beat de house, y mucho menos uno que pueda convertir eso en un hit.
"Yo pensaba que ‘pegarla’ era vivir de la música", dice Lara sobre el presente de Coral Casino. "Pero después me di cuenta de que lo importante es disfrutar. Si sentimos la necesidad, seguiremos adelante. Pero tampoco vamos a seguir por seguir."
Hace unos meses, Lara y Roque estaban en la casa de él y volvieron a sentir el flechazo mientras improvisaban. Ella había agarrado la guitarra después de mucho tiempo, él abrió un beat inconcluso, y de repente Coral Casino fluía de nuevo como solo ellos saben que puede fluir, hasta que Lara se metió en el baño a maquillarse. "Estaba medio en una con una chica que se llama Helen", recuerda. "Y me fui en la mitad de la grabación." Roque se enfureció ("¿Para quién te maquillás? ¡Si estamos acá!", trató de frenarla), pero luego se le ocurrió un estribillo que decía: "Me maquillaré para Helen". Finalmente cambiaron "Helen" por "verte", y así nació el último tema de Coral Casino, que todavía no saben cómo ni cuándo van a editar, aunque algo es seguro: a ese estribillo lo va a cantar él, una muestra de la ambigüedad sexual que caracteriza a la banda.
De vuelta de su viaje, los Coral Casino recuerdan su momento de crisis en la cabaña, y cómo hicieron para superarlo. Levantaron el día haciendo freestyle y paseando por el bosque, y entendieron que no necesariamente tenían que tomar una decisión. Que, a veces, lo que se va a buscar en un viaje aparece después.
"En el fondo, Coral Casino ni siquiera es la música: somos nosotros dos", dicen, en una declaración que coincide con la descripción del grupo en Instagram, que es la misma desde el día que lo abrieron: "Eau de parfum". Pero? ¿qué significa que Coral Casino sea un perfume? "No sé, prefiero quedar como un misterio, algo que no se entiende, a que nos fuercen a encajar en algo", dice Roque. Entonces la mira a Lara y agrega: "Yo a lo único que quiero quedar pegado, es a ella".
Micaela Ortelli
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