Con la muerte de Charlie Watts, el corazón de los Rolling Stones dejó de latir
Siempre se dijo de él que era el “stone silencioso” y eso es porque no necesitaba de los gestos ampulosos y las declaraciones explosivas de sus compañeros para manifestarse; desde la batería sentó las bases del sonido de la banda más importante de la historia del rock
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Los Rolling Stones tocaron por primera vez en la Argentina en 1995, en River Plate. Cada una de esas cinco memorables noches se repitió el ritual: el aplauso para los músicos y la ovación mayor para Charlie Watts, ¿el stone silencioso? En la banda de rock más grande de todos los tiempos los roles estaban y están bien definidos. Mick Jagger es el frontman, el encantador de serpientes; Keith Richards, el guitar hero, la estampa en la que coinciden en un solo y ajetreado cuerpo aquello de sexo, drogas y rock and roll. Ron Wood es su ladero, el primero en reír ante cada chiste de Keef. ¿Y Charlie Watts? El baterista era, es, el corazón del grupo. Sus latidos marcan el pulso de la banda y aquello que llamamos sonido stone está construido a partir de sus mandamientos: tocar lo necesario, obviar los solos y los recursos que en términos futbolísticos denominamos como tribuneros.
Corazón y alma de la quintaescencia del rock and roll. Vaya paradoja para alguien que sólo quería ser un baterista de jazz. Casi mudo, hablaba lo mínimo e indispensable. Como en escena, se movía como la contracara de Jagger y Richards. El yin y el yang de una banda que necesitaba de ambas energías para trascender más allá del impacto inicial y no morir joven como uno de sus fundadores, Brian Jones. Por ahí resuena la anécdota de que la noche en que Mick Jagger lo llamó “mi baterista” él interrumpió brevemente su calma zen para propinarle un golpe. Porque también eso hace un gran baterista: bajarle los humos a “su” cantante.
Los fanáticos de la banda aseguran que es Richards el stone más argentino. Fue el primero en venir, es cierto, y el que suele tener palabras de elogio para con nosotros. Pero Charlie “fue a comer un choripán con chimichurri a la Costanera”, en la última visita del grupo, tal como “informó” Mick Jagger en pleno show, en el Estadio Único de La Plata. Era 2016 y ahora sabemos que fue la última vez que el baterista ¿silencioso? hizo mucho ruido en un escenario argentino.
Con la salida del bajista Bill Wyman, la base stone parecía herida de muerte. Nada de eso sucedió. La calma de Watts permitió que Darryl Jones se acoplara rápidamente. Ahora, su ausencia física plantea el mayor desafío de la historia para la banda interminable: ¿es posible que sigan tocando los Rolling Stones sin el majestuoso baterista?
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