Cornucopia, de Björk , fue anunciado como "el concierto más elaborado de la historia" de la iconoclasta artista pop islandesa. El estreno mundial de esta pieza multimedia dirigida por la argentina Lucrecia Martel, un encargo de The Shed, el templo de arte recientemente inaugurado en Nueva York -un espacio de vanguardia que abrió en el controvertido predio de propiedades de lujo Hudson Yards- contó con una instalación de sonido envolvente espectacular, un coro islandés de 52 miembros que en un momento se mezcló entre el público, disfraces espeluznantes, y una puesta en escena vívida, incluyendo un montón de maravillosas proyecciones de video con abundantes capas de imágenes, a cargo . Si el concierto alguna vez llega a Denver, donde los hongos de psilocibina han sido despenalizados, su turbulenta fantasmagoría seguro encontraría un público muy receptivo. Pero también lo tuvo en la ciudad adoptiva de la cantante, Nueva York, en una noche en la que entretejió canciones de su catálogo para crear una fábula feminocéntrica acerca de la crisis ambiental, y pidió por una administración de la Tierra más radicalizada.
En el McCourt Theater de The Shed, que, haciendo honor a su nombre, parecía un cobertizo gigante, los fans eran recibidos por una banda de sonido de pájaros y bichos digitales, con el chisporroteo intermitente de ruido electrostático -una suerte de Jardín del Edén cibersónico-. Varios puntos del escenario estaban atravesados por muros de hilos que funcionaban como gasas transparentes y superficies de proyección. Cuando se apagaron las luces, los trompetistas anunciaron el inicio metidos entre el público, y luego se sumaron al coro Hamrahlíð, agrupado frente al escenario. Interpretaron una bella selección de piezas a capella, incluyendo "Sonnets/Unrealities XI" (de Medúlla) y "Cosmogony" (de Biophilia), evocando, por momentos, la obra coral de Arvo Pärt y Le Mystère des Voix Bulgares. En ocasiones, a las voces se las tragaba el espacio, que exhibió una acústica dudosa durante el transcurso de la velada. Pero cuando los cantantes rompieron sus filas para marchar entre el público, cantando y esparciendo armonías por toda la sala, el efecto fue deslumbrante, y sentó las bases del viaje de ciencia ficción que se avecinaba.
El efecto manada contó con un eco electrónico, mientras el coro se retiraba y Björk se subía al escenario, con beats a todo volumen, explosiones de sintetizador y fonemas procesados dando vueltas por la sala a través de parlantes estratégicamente colocados. Con un vestido curioso, con un chal voluminoso como un caracol ciñéndole los hombros, y un peinado que podría ser descrito como unos afropuffs amorfos, estaba acompañada por siete flautistas (el Vibra Septet), una arpista (Katie Buckley), un percusionista (Manu Delago) y un multinstrumentalista que jugaba con una laptop (Burgur Pórisson). Tocaron sobre plataformas elevadas que parecían líquen fosforescente, en medio de proyecciones salvajemente psicodélicas, claramente inspiradas en patrones del mundo natural: unas fibras botánicas que se abrían como flores en cámara lenta, se amuchaban como estorninos, o seguían ritmos de explosiones de fuegos de artificiales; y unas construcciones carnosas se retorcían como vulvas cósmicas. A un costado del escenario había una suerte de cámara de aislamiento con forma de cráneo donde cantantes y flautistas se retiraban para alterar sus sonidos, o quizás para descansar del caos. La instrumentación era en parte inusual. Delgado logró sacar ritmos fascinantes a instrumentos con formas de calabazas sumergidos parcialmente en tanques de agua de plástico. En un momento, los flautistas armonizaron con unos tubos iluminados. En otro, bajó un anillo metal del techo, que resultó ser una flauta circular, que cuatro de los músicos tocaron con Björk parada en el centro, una abeja reina en el corazón de un extraño panal.
Los fans que buscaban un intercambio pop más tradicional -o que tocara algunos de sus hits insignia para que cantara también el público- quizás se sintieran desilusionados. Pero los seguidores más antiguos de Björk ya aprendieron a esperar lo inesperado. Las versiones de "Venus as a Boy" e "Isobel" fueron abstractas hasta volverlas casi irreconocibles, en el espíritu del último Dylan, aunque el material de Utopia, de 2017, fue más cercano a los arreglos del disco. (Un dueto con serpentwithfeet, en un remix de "Blissing Me", fue uno de los puntos más altos del show). Por momentos, Björk parecía perdida, enana junto a las proyecciones gigantes, excepto cuando aparecía en la pantalla como una hada guerrera salvajemente animada, o cuando se acercó a las primeras filas para cantar en un escenario extendido. Esto parecía ser parte de la idea: el ser humano es alternativamente empoderado y subsumido por la tecnología.
La cacofonía sónica también parecía ser parte de la idea, aunque por momentos se desordenaba hasta formar una mancha frustrante: uno esperaba reproducciones mejor articuladas de las bases con estallidos noise de Arca, una mayor separación o equilibrio entre lo delicado y lo explosivo, y voces más claras. Pero Cornucopia es, en su centro, un relato distópico, si bien uno electrizante, de modo que las dificultades sonoras eran apropiadas. Más allá de la belleza en exhibición, la producción es gloriosamente iracunda, de la manera que sólo la mejor Björk lo puede ser, encarnando una suerte de furia de punk rock valquirio. Y es elocuente que la moraleja del recital, y la última palabra, no la tuviera Björk sino la activista climática sueca de 16 años Greta Thunberg, quien habló en un video no procesado, con el más absoluto silencio como telón de fondo. Dijo, parcialmente, lo siguiente:
"Estamos a punto de sacrificar nuestra civilización por la posibilidad de que una cantidad muy pequeña de personas sigan haciendo una cantidad inimaginable de dinero. Se está sacrificando la biósfera para que la gente rica en países como el mío pueda vivir una vida de lujos. Pero el precio de estos lujos para pocos es el sufrimiento de muchos. En el año 2078, voy a cumplir 75 años. Si tengo hijos, quizás ellos pasen el día conmigo... Quizás me pregunten por qué ustedes no hicieron nada mientras todavía había tiempo para actuar. Ustedes dicen que aman a sus hijos más que a nada en el mundo, y aún así les roban su futuro frente a sus propios ojos. Hasta que no empiecen a enfocarse en lo que hay que hacer, y no en lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis... Y si es imposible encontrar soluciones dentro de este sistema, entonces quizás haya que cambiar el sistema. En el pasado, nos han ignorado, y nos van a seguir ignorando en el futuro. Se les acabaron las excusas, y se nos está acabando el tiempo. Pero estoy acá para decirles que el cambio está en camino, les guste o no. El poder real pertenece al pueblo."
Fue un pase de mando elocuente de parte de una artista a una activista, y le dio una perspectiva aguda, simple y apropiadamente aterradora a la compleja tormenta de información que vino antes.
Lista de temas
"Ísland, farsælda frón" / "Vísur vatnsenda-rósu" / "Sonnets/Unrealities XI" / "Cosmogony" / "Maríukvæði" (cantada por el Hamrahlid Choir)
"Family" (Intro)
"The Gate"
"Utopia"
"Arisen My Senses"
"Show Me Forgiveness"
"Venus as a Boy"
"Claimstaker"
"Isobel"
"Blissing Me" (con serpentwithfeet)
"Body Memory"
"Hidden Place"
"Mouth’s Cradle"
"Features Creatures"
"Courtship"
"Pagan Poetry"
"Losss"
"Sue Me"
"Tabula Rasa"
Bises
"Future Forever"
"Notget"
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