Sia Furler está buscando el amor. Como estamos en 2018, eso implica usar apps como Tinder y Bumble. No usa su verdadero nombre, pero sí postea fotos verdaderas en las aplicaciones. Tampoco es que nadie la reconozca; aunque cuenta con éxitos como "Chandelier" (1.900 millones de visitas en YouTube) y "Cheap Thrills" (que la convirtió en una de las pocas mujeres mayores de 40 años en tener un tema en el puesto Número Uno), hace años que oculta su cara bajo una peluca rubia gigante cada vez que toca. Cuando una cita potencial le pregunta de qué trabaja, le dice que es escritora. Finalmente, puede que le diga: "De hecho, también soy una estrella pop llamada Sia".
"Fui a un par de citas, y estuvieron bien", dice Sia, criada en Australia, pero instalada en Los Ángeles desde hace siete años. "Fue muy divertido, fue una buena práctica. Estoy tratando de practicar la intimidad. Porque en Australia no vamos a citas. Sencillamente nos juntamos."
En el pasado, Sia era extremadamente confiada, y se lanzaba al amor de cabeza. Salió con el director de cine Erik Lang durante dos semanas antes de comprometerse en 2014. Dos años después se divorciaron. Está tratando aplicar a su vida sentimental el mismo control que aplica a la profesional. "Probablemente voy a dos o tres citas antes de decir: ‘umm, no creo que esta persona sea para mí’", dice. "Es un proceso interesante ir a citas a los 42."
La mayoría de las noches, Sia se acuesta a las 20 y mira la televisión con sus perros, Lick-Lick, Pantera y Cereal. Va a reuniones de recuperación de adictos y sale con amigos, a la mayoría de los cuales conoce desde antes de ser una estrella. (Me cuento como parte de ese grupo.) También se hizo un par de amigos famosos, como Katy Perry, la "consejera pop" no-oficial de Sia. "Me pasó su nutricionista", dice Sia. "Todas mis mañas de popstar las heredé de ella."
Quizás el estrellato no sea algo natural para Sia, pero construyó una carrera que es única en el pop moderno. Es una compositora y una cantante, una creadora de éxitos célebre que está más cómoda detrás de escena. Tiene una voz grande y cruda que rechina y se quiebra como si estuviera tambaleándose al borde de un precipicio. Escribió más de 100 canciones para artistas como Beyoncé, Britney Spears, Perry y Rihanna, cuya "Diamonds" llegó al Número Uno. Y superó varios obstáculos para alcanzar el lugar a donde está hoy, incluyendo alcoholismo, un trastorno de bipolaridad, un desorden autoinmune y un intento de suicidio (en breve, más sobre esto).
Hoy las cosas están bastante bien. Estables. Su vida ya no pende de un hilo. Pero años de terapia, medicación y reuniones de recuperación de adictos no han silenciado por completo el monólogo interior que la llevó al alcohol y las drogas. ¿Cómo suena hoy ese monólogo? "Eh, sobre todo: ‘Gorda de mierda, gorda de mierda, gorda de mierda. Piernas gordas, piernas gordas, gorda de mierda, piernas gordas, perdedora, perdedora, gorda de mierda, perdedora, gorda de mierda’."
"Hice una dieta tras otra como loca durante 10 años", explica, "tratando de amoldarme al estereotipo de, no sé, la ‘estrella pop hot’. Alguien me dijo: ‘No tenés que ser una modelo. De hecho, sos artista… No importa tu apariencia’".
Conocí a Sia en 2011. Ambos estábamos sobrios y vivíamos en la misma cuadra en Echo Park, el barrio de Los Ángeles. Su personalidad era efervescente, una suerte de entusiasmo aniñado que opacaba su ingenio. Asumí que era alguien cuyo mejor momento ya había pasado. Había tenido un poco de fama años antes, cuando su canción "Breathe Me" apareció en el final de Six Feet Under. Pero cuando la conocí, vivía en un monoambiente con una cama plegable y muebles que había encontrado en la calle.
Un par de años más tarde, después de haber compuesto y cantado "Titanium" para el DJ francés David Guetta, su carrera explotó y se compró una casa en una parte más linda de Echo Park. Me acuerdo de estar parado en la cocina y que me contara su nuevo plan: iba a sacar un disco, pero sin mostrar nunca su cara; en su lugar, la escondería tras una peluca gigante. Había probado la fama, y decidido que no era para ella. Y me acuerdo de pensar: "Qué idea tonta". ¿Cómo podés ser una estrella pop sin mostrar la cara? ¿No había ya fotos de ella en Internet? ¿No era un poco pretencioso este plan?
Funcionó mejor de lo que ella se hubiera imaginado. En la era de las historias de Instagram, donde el público tiene un acceso irrestricto a sus celebridades favoritas, su negativa a mostrar la cara parecía casi transgresora. La peluca, junto con canciones extremadamente pegadizas, ayudó a transformar a Sia en un ícono.
LSD, un supergrupo que formó con Diplo y el cantante y productor Labrinth, lanzó su disco debut en septiembre. Y ahora Sia acaba de encarar su proyecto más difícil hasta el momento: dirigir su primer largometraje, Music, que se estrenará en algún momento del año que viene. Es un musical protagonizado por Maddie Ziegler, la bailarina de 15 años del video de "Chandelier", en el papel de una chica autista que queda bajo el cuidado de su hermana, dealer de drogas y adicta recuperada, interpretada por Kate Hudson. Es una historia sobre encontrar tu propia voz y crear tu propia familia, dos temas importantes en la vida de Sia. Sabe que es una apuesta, una tarea enorme que puede ser considerada un proyecto caprichoso, aunque es una historia que ella quiere desesperadamente contar. Parte de ella ya se arrepiente. Pero parte de ella también siente que no tiene otra alternativa que correr este riesgo. "Mucha gente en mi industria tiene que hacer lo mismo una y otra vez, porque eso es lo que quiere la gente", dice. "Traté de buscar la forma de que esto fuera divertido y ver hasta dónde puedo llegar con todo."
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Sia se baja de una 4x4 frente al hotel Peninsula en Beverly Hills, y la saludan su manager, su asistente personal y dos asistentes de producción. Padece una migraña, pero de todos modos habla con alegría paseándose por el lobby. Arriba, un asistente de producción la lleva por un pasillo que el equipo cubrió de un plástico que hace ruido cuando caminamos encima.
"Te disculpo", dice Sia en voz baja.
"¿Qué?", pregunta nervioso el asistente.
"Oh, era un chiste de pedos", dice Sia. Un médico la está esperando en el camarín para darle una inyección de Tramadol –"¡mi inyección en la cola!", dice– para la migraña. Se siente mejor, y la llevan a conocer al director.
"¿Querés saber lo que está pasando?", pregunta él.
"No mucho", dice ella. "Solo decime qué frases me tengo que aprender."
Está por filmar un comercial para Google Assistant, y solo tiene que aprenderse un par de frases y expresiones faciales. O, mejor dicho, expresiones bucales, puesto que todo lo demás estará cubierto por una peluca mitad negra y mitad rubia del tamaño de una pelota de playa. Cuando el manager de Sia les preguntó a los representantes de Google si querían a Sia con o sin la peluca, se pusieron firmes: "tiene que ser con peluca", dijeron. "¡La peluca es famosa!" Por menos de seis horas de trabajo, me dice ella, la peluca cobrará un millón de dólares.
Había una época en la que Sia quería ser actriz. La aceptaron en el Instituto Nacional de Arte Dramático en Australia (donde estudiaron Cate Blanchett y Baz Luhrmann), pero decidió que prefería viajar. Su papá, Phil Colson, era guitarrista de blues; su mamá, Loene Furler, era artista y profesora en una universidad local en Adelaide (nunca se casaron, y se separaron cuando Sia tenía 10 años). Sia se crio mirando cine de autor y organizando obras de teatro, hablando con voces raras, simulando ser otra gente, bailando, cantando. "Eso era lo que respetábamos y amábamos en mi casa", dice. "El entretenimiento."
Sia es muy crítica de su propio trabajo. Acerca de su mayor éxito, "Cheap Thrills", dice: "Esa no es cursi, es directamente una basura".
A los 17, consiguió un trabajo cantando para Crisp, un grupo de acid-jazz y funk en Adelaida, su ciudad natal. La primera noche que tocó con ellos, estaba aterrada. Alguien le dio una copa de vino, la primera de su vida. Durante los siguientes años, difícilmente pasó un día sin tomar un trago.
Su primer amor fue un camarero llamado Dan Pontifex. La relación solo duró un año, pero siguieron siendo amigos, y estaban planeando un viaje a Tailandia en 1997 cuando Pontifex murió atropellado por un taxista, el día de su cumpleaños número 24. "Fue mi primera gran pérdida", dice. "Así que tomaba mucho alcohol y drogas, con sus amigos que también estaban dolidos."
Pontifex vivía en una casa con tres habitaciones en Londres con una docena de otros australianos. La mayoría no había conocido a Sia, pero la recibieron con los brazos abiertos. Juntos hacían el duelo, bebían, se drogaban, y al poco tiempo ella se mudó a la casa. Consiguió un trabajo como bartender, pero la echaron por regalar tragos. Hizo coros en un par de temas inéditos de Jamiroquai, y grabó dos discos solistas: OnlySee, de 1997, que vendió apenas 1.200 copias, y Healing Is Difficult, de 2001. Un crítico de la BBC se entusiasmó: "No es que haya que establecer paralelos con otras cantantes; en el futuro, serán las otras quienes se comparen con ella". Pero las ventas fueron bajas, y el sello la abandonó.
Sia se mudó al sur de Inglaterra con otro novio, un criador de alpacas. Una mañana se despertó y había una catarata de emails de sus amigos en Estados Unidos contándole que habían usado "Breathe Me" en Six Feet Under. De repente, la canción estaba todo el tiempo en KCRW y otras radios independientes. El éxito había sido logrado con sufrimiento: la noche que compuso "Breathe Me", había tratado de suicidarse bajándose 22 pastillas de Valium con una botella de vodka. "Desafortunadamente", dice, "lo único que puede hacerte el Valium es dormirte. O quizás debería decir afortunadamente".
Sus siguientes dos discos entraron en el Top 40 pero no lograron producir éxitos. Y para fines de 2010, apareció un problema mayor: todavía se quería morir. Estaba tocando fondo, bebiendo demasiado vodka, tomando Xanax y OxyContin, mirando demasiada televisión, viviendo casi aislada. Decidió ir al hotel a una cuadra de su departamento y tomarse todas las pastillas que tuviera. Escribió una carta para el manager del hotel y la empleada de limpieza, esperando ahorrarles el trauma de encontrar su cadáver. "Por favor no entren. Adentro, estoy muerta. Llamen a una ambulancia."
Antes de salir hacia el hotel, sonó el teléfono. Sia atendió y escuchó la voz de un viejo amigo que le dijo: "¡Squiddly-diddly-doo!". Así solía contestar el teléfono Sia, cuando todavía tenía chispa. "Debe haber habido una parte de mí que quería vivir", recuerda, "porque en ese momento pensé: ‘Ahí afuera hay un mundo, y no soy parte de él. Pero quizás quiera serlo’". En lugar de ir al hotel, llamó al paseador de su perro, que estaba sobrio. Al día siguiente, fue a su primera reunión para recuperación de adictos.
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Sia espera terminar la filmación de Google a las 9 P.M., porque la invitaron a una fiesta en la casa de Kanye West, en Hidden Hills. Pero el rodaje se alargó. Está en bata en su camarín, sentada junto a su manager, Jonathan Daniel (a quien todos llaman J.D.), escuchando un par de temas que grabó hace poco con LSD. Daniel mueve los pies al ritmo de "Genius", un ida y vuelta entre Sia y Labrinth, con referencias a Einstein y Stephen Hawking, y un estribillo que dice: "Solo un genio podría amar a una mujer como yo".
A Sia le gusta "Genius", pero dice: "Todavía le falta un gancho". Se gira para hablarle a Labrinth, que está en el altavoz: "La letra es una mierda, baby. Es divertida, pero es una mierda. Si querés, podés hacer algo mejor que ‘cerrá tu corazón’ y esas cosas."
"Me gusta: ‘Yo soy el cerrojo y vos la llave’", dice Labrinth.
"Es cierto que es pop", intercede Daniel.
"Pusimos a Hawking ahí", insiste ella. "Y a Galileo."
Después escuchan el que J.D. quiere que sea el segundo single, "Audio", una canción más lenta. Sia hace un gesto de vómito.
"Es como si no pudiera robarle más a Grace Jones", dice Sia (quien, dicho sea de paso, nunca llega a la fiesta de Kanye, optando por su cama y la compañía de Lick-Lick, Pantera y Cereal).
En estos días, Sia no está escuchando música pop. Su iPhone está prácticamente vacío; lo único que tiene en iTunes es Köln, el disco en vivo de Keith Jarrett, una canción de Madness y "La Macarena". Y es muy crítica de su propio trabajo. Acerca de su mayor éxito, "Cheap Thrills", dice: "Esa no es cursi, es directamente una basura".
Cuando Sia conoció a J.D. en 2010, estaba desesperada por hacer un cambio. Se sentía harta de las giras, de las entrevistas y del trabajo de promoción. Le habían diagnosticado la enfermedad de Graves, un desorden autoinmune en parte producido por el estrés. "La industria la estaba matando", dice J.D. En ese momento, Sia supo exactamente lo que quería: ser una compositora de pop invisible, siempre detrás de cámaras, y rica. "Bueno, ¿te gusta la música pop?", le preguntó J.D.
"Me gusta Beyoncé", dijo Sia.
Sia había compuesto cuatro canciones para Christina Aguilera. Ninguna fue un éxito, y sus intentos posteriores de componer canciones no tuvieron ventas. Daniel le explicó que la mayoría de los hits de hoy en día estaban basados en un único concepto o metáfora. Algo preciso y googleable. Como "Firework", de Katy Perry.
"¿Como si fuera ‘Chanchito’?", preguntó Sia. "¿Y la canción dijera: ‘No soy ningún chanchito’?"
"¡Exactamente!", dijo J.D.
"Titanium", su tema para Guetta, lo hizo en menos de una hora. Casi toda la letra repite el concepto central: "Vos me disparás, pero no me caigo. Soy de titanio". Cuando le mandó el demo a Daniel, él lo supo de inmediato: "Esta es un hit". Pero Sia se mantuvo inflexible: "No voy a cantar estas canciones", dijo.
En parte, temía que dijeran que se había vendido. Además, odiaba la música dance, y no sentía que la letra expresara su perspectiva. Ciertamente, no se sentía a prueba de balas. Perry la rechazó, porque pensaba que era demasiado parecida a "Firework". Mary J. Blige grabó una versión que no se usó. Sia no sabía que su voz estaba en la canción hasta que un fan le twitteó: "¿Estás en el próximo disco de David Guetta?".
Se puso furiosa. "Había trabajado mucho para ser una artista cool y creíble", dice. "Y después, finalmente, me retiré para trabajar detrás de escena y termino en un track house cursi." Al final, no pudo seguir enojada. La canción fue doble platino y con eso compró su casa de Echo Park.
Varios hits más tarde, Sia en general recibe el 50 por ciento de las ganancias de publicación por las canciones que compone, un arreglo que en la industria se conoce como "urban split". (A diferencia del "pop split", a través del cual las ganancias se dividen por igual entre compositores y todos los productores.) Un productor una vez le preguntó por qué recibía ese tipo de arreglo. "Porque no creo que yo tenga que pagar por el hecho de que vos necesites a dos personas para hacer tu trabajo", dijo Sia.
El productor respondió: "Pero te lleva solo 20 minutos componer y cantar la canción. Después yo tengo que pasar tres semanas produciéndola".
"Sí", respondió Sia, "pero me llevó 15 años que solo me lleve 20 minutos".
De hecho, compuso "Diamonds", el éxito de Rihanna, en catorce minutos. Le dieron un demo instrumental y empezó a canturrear encima palabras sin sentido, hasta que salió la frase "como diamantes en el cielo...".
"No siento como si lo estuviera haciendo, sino como si me estuviera pasando. ¡Es raro!", dice. En parte, aprendió a confiar en su instinto, a relajar su costado más crítico lo suficiente como para canalizar una melodía de... alguna parte.
"Nunca vi a alguien componer letra y música tan rápido", dice Greg Kurstin, productor de Adele y Paul McCartney, y colaborador frecuente de Sia. "La canta, la escribe, todo en un movimiento, y después revisa. Y después es una toma. Hay que seguirle el ritmo, realmente."
A veces, compone con una base de acompañamiento. Otras veces, conjura la melodía, empezando desde el principio y trabajando hasta terminar el estribillo. Después un productor empieza a trabajar en los acordes mientras Sia hace la letra, partiendo desde el hook, que en general es un único concepto sobre el cual se monta la canción, una metáfora o una imagen específica: diamantes, titanio, un arcoíris doble. Más tarde, pasa a un modo menos instintivo y más lógico, completando la canción apuntalando el concepto central de la letra, sacándole todo el jugo a la metáfora.
"Yo antes sobreanalizaba mis letras", dice. "Quería ser cool en serio." Pero las canciones pop le salían fácil. Dice que, en un momento, se dio cuenta de que la gente no escucha las letras y, en cuanto a la parte más pegajosa de la canción, la gente quiere algo empoderador, "victoria a las víctimas", define. "En general, escribo desde la perspectiva de un personaje", dice. "A veces compongo sobre algo con lo que me puedo identificar. Esas son las canciones que no doy."
El éxito de "Titanium" hizo que Sia fuera una de las compositoras más requeridas de la industria. Pero ella tenía que sacar un disco más para terminar con un viejo contrato discográfico. Sia dijo que lo haría, con la condición de tener absoluto control artístico y de no hacer ninguna promoción, nada de giras, ni de prensa, ni de apariciones en los medios. Sia no esperaba mucho del plan: "Pensé en arruinar ese disco y que no pasara nada. Y que desde entonces pasaría a trabajar desde detrás de escena".
Y quizás podría haber sido así, de no ser por el video de "Chandelier". Codirigido por Sia, fue la primera de muchas veces que trabajó con el coreógrafo Ryan Heffington y con Maddie Ziegler, a quien Sia vio primero en Dance Moms (Sia está obsesionada con los reality shows). En el video aparece Ziegler, en ese entonces de 11 años, con una peluca rubia, bailando en un edificio abandonado con una sonrisa de muñeca rota. Era inescrutable, como la peluca, permitiendo que el público proyectara sobre el video su propio significado. También fue furor, colocándose en el puesto 29 de los videos más vistos en la historia de YouTube. "Creo que es lo mejor que hice en mi vida", dice Sia. "No hubiera habido explosión sin el video de ‘Chandelier’", agrega Daniel. "Habríamos parado ahí. Ella estaba feliz de no hacer más discos, y solo componer canciones."
Ziegler se transformó en un avatar recurrente de Sia, con una peluca del mismo estilo en videos y shows, y se hicieron amigas. "Es como mi segunda mamá", dice Ziegler, pero agrega: "A veces siento que tenemos la misma edad. Aunque me lleva varios años, tiene cualidades de alguien de 15".
En 2015, el perfil de Sia había crecido tan abruptamente que la invitaron a tocar en Saturday Night Live tres veces en un año, una frecuencia sin precedentes, incluyendo un episodio conducido por Donald Trump. Después del programa, dice ella, estaba volviendo a su camarín cuando escuchó su nombre. Se dio vuelta, y se encontró con el rostro regordete y bronceado del futuro presidente.
"¡Tenemos que sacarnos una foto!", dijo Trump. Detrás de él estaba Ivanka, cámara en mano. Sia se quedó helada. Dice que vive con miedo de herir los sentimientos de las otras personas, pero se imaginó el escándalo que sería una foto de ella abrazada a Trump girando en Internet. Así que logró responder: "¿Te molesta si no nos la sacamos? Tengo muchos fans queer y mexicanos, y no quiero que crean que yo apoyo tus ideas".
Después de una pausa, él dijo: "Oh, no hay problema. No la hacemos". No parecía para nada enojado ni herido.
"Fue como si él me viera protegiendo mi marca", dice Sia. "Y respetó eso."
"Yo dije: ‘Muchas gracias’", recuerda ella, "y me fui a mi camarín y me dio una diarrea horrible".
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Cae una lluvia suave sobre los Delfino Studios, una productora ubicada en el barrio Sylmar de Los Ángeles. Sia está volviendo a filmar algunos fragmentos de su película, Music, como un pequeño plano de un ventilador de techo, que hacen once veces. Los miembros del equipo decidieron que el ventilador de techo no parece lo suficientemente gastado, y le hicieron un par de retoques con pincel; ahora, están sentados viendo cómo se seca la pintura. Para una persona entusiasmada con la eficiencia como es Sia, es una locura. "Mi objetivo principal en la vida es ahorrar tiempo", dice. "Así que esto es... extremadamente problemático. Me desafía a ser una persona más paciente de lo que soy."
Al principio, la película no iba a ser un musical. "Después me di cuenta de que me iba a hacer ganar mucha más plata si era un musical." Alrededor de 10 millones de dólares más, dice ella, puesto que el estudio podía recuperar el dinero con el soundtrack. Daniel quiere asegurarse de que tenga un hit. Esa es la escena más importante que van a rodar hoy. Esencialmente, un video para una canción que Sia compuso hace un par de semanas (le llevó "quizás una hora" hacerla) que probablemente esté al final de la película. "Together" es un tema alegre que va mucho mejor con su personalidad que, digamos, "Chandelier". El puente dice: "Quiero amor, quiero darlo/Quiero amor, por favor ofrecelo".
La escena de "Together", que van a filmar en una toma, cuenta con los personajes principales y media docena de niños con mamelucos pintados de colores claros y bailando alrededor de un círculo de sillas, arregladas como en una reunión de alcohólicos anónimos. Es un plano largo y complicado, un tumulto de colores, abrazos y sonrisas, y si es el final de la película, va a ser uno muy feliz. Sia mira la toma hiperventilando; termina con la cámara paneando hacia el techo. "Maravilloso", suspira Sia. Después grita: "¡Maravilloso!".
Meses más tarde, la película está casi terminada. "Creo que puede que sea buena", me dice por teléfono. "No es excepcional... Tengo un poco de vergüenza de que no sea excepcional. Ese era mi sueño, hacer que mi primera película fuera una obra excepcional. Pero, ¿qué le voy a hacer? Soy simplemente un ser humano."
Sia sigue con problemas de salud: trastornos de tiroides, dolor cervical, migrañas, fatiga. Tiene un proyector apuntando al techo de su cuarto, así puede acostarse en la cama con sus perros y mirar la televisión mientras descansa el cuello. Me preocupa que el trabajo le esté pasando factura otra vez. Pero Sia no está lista para dejarlo. "Me armé un modelo de trabajo con el que puedo madurar", dice. "La peluca nunca envejece."
Hillel Aron