Como San Juan y Boedo, otras esquinas con forma de canción
El mito inaugural del blues es un pacto faústico: a cambio de su don como guitarrista, Robert Johnson le entrega el alma al diablo. Los detalles del acuerdo permanecen en sombras, pero el escenario es muy preciso: un cruce de caminos (el célebre crossroads). Esa encrucijada, por supuesto, le conviene a la narrativa de la música popular. Es literal y es metafórica. La esquina de San Juan y Boedo también es un accidente topográfico constatado (allí está, podemos visitarla y tomarnos un café), pero la esquina de "Sur" sucede en otro plano. Cuando escribió esos versos, Manzi ya estaba gravemente enfermo y bien dispuesto a la evocación proustiana. Huele un "perfume de yuyos y de alfalfa" y se rompe el dique de los recuerdos. La melena de la novia, una luna suburbana, el puesto del herrero, el zanjón. El largo pasaje de la Buenos Aires semi-rural hacia la gran cosmópolis concentrado en una historia de amor. En una esquina. Ergo, diría Manzi, en una canción.
"El ritmo del lunes" (Andrés Calamaro)
Esta es, a su modo, una canción tradicional. En los años náufragos de La Perla, Moris heredó la tradición de los bares de sus antecesores inmediatos: los compositores del tango. El tema compuesto desde esa trinchera. Aunque esté salido del tiempo ordinario (quizás no durmió, quizás siguió de largo), el poeta es el testigo metafísico de la vida ordinaria. "Muchacho, pronto amanecerá –cantaba, en los sesenta-. Y que olor a tango antiguo que me larga la ciudad". Treinta años después, Andrés Calamaro recogió la posta y convocó al propio Moris para escribir una de las canciones que cerraba Honestidad Brutal. Algunas cosas han cambiado (los colegas no se encierran en el baño para componer "La Balsa"), otras cosas siguen igual (una chica lee una novela, la ciudad se pone en marcha). "Pueyrredón y Santa Fe –precisa la letanía, antes de preguntar-: ¿por qué vereda camina usted?".
"Durazno y convención" (Jaime Roos)
La apertura de Mediocampo aplica en todas las asignaturas del sub-género. La canción no solo retrata con versos el barrio de la infancia de Jaime Roos sino que incluso representa musicalmente la intersección. Apuntalada por la guitarra Washburn de Jaime y el monolítico riff de bajo de Andrés Recagno, la parte dedicada a la calle Durazno es un candombe-beat perfumado por los jacarandás; cantada por Jorge Vallejo, la parte dedicada a la calle Convención tiene un color salsero que hace claroscuro con algunos personajes: los yiros, el judío pobre, los bagayeros, los niños de la moña suelta. El pregón del diariero es, a su modo, la esquina. El lunfardo, su llave maestra. "Desde París empecé a ver el Uruguay con una visión, por un lado, idílica, y por el otro, realista —dice Roos, sobre sus días de exilio—. Me di cuenta de que éramos una nación que tenía un idioma propio, y a través de ese idioma se manifestaba nuestra identidad cultural, que era para mí una visión del mundo".
"El 146" (Virus)
Como "Pensé que se trataba de cieguitos", el tema de los hermanos Moura y Roberto Jacoby es una viñeta garrapateada sobre un colectivo en movimiento. Pero, si en la canción de Los Twist el personaje se baja en Sarmiento y Esmeralda, Federico sigue de largo hasta el Once: Larrea, esquina Sarmiento. Montado sobre un reggae blanco en la tradición de The Police, Federico enumera los detalles del transporte interurbano con detalle objetivista: "Estribo del colectivo / Le pido de tres mil quinientos / Me siento junto a una anciana / Y miro fijo por la ventana". Todavía contenido por la proximidad de la policía, la visión de un escote y una melena al viento (como Manzi) abre el aluvión de libido. Grabado en las postrimerías de la Guerra de Malvinas para el disco Recrudece, "El 146" anuncia la migración de los pájaros eróticos de la primavera democrática.
"Thomas y Lacroze" (Moris & Antonio Birabent)
Si. Otra vez el bar, otra vez Moris. La ecuación, sin embargo, agrega un ingrediente extraño: la paternidad. En el año 2011, Moris y su hijo Antonio Birabent unieron fuerzas y editaron Familia Canción, uno de los grandes discos de aquella cosecha. A contramano de los compositores sin inspiración que viven mirando su propio ombligo, los Birabent panearon el horizonte urbano y armaron esta suerte de mural porteño: los turistas emboscados en San Telmo, las vedettes falopa, los camioneros que matean mezclando brasilero y guaraní. Apostados en un billar de Chacarita, padre e hijo retratan la esquina de Álvarez Thomas y Federico Lacroze con dos registros masculinos y complementarios. Hay un punto de fuga ("algún colectivo que nos lleve hasta allá / hasta José C. Paz / capaz capaz / que nos vemos allá") y una glosa posible para el comienzo de El Aleph borgeano: "Uno acodado en la mesa del bar / mira la vida pasar / entre carteles que de a poco se irán".
"Cabildo y Juramento" (Conociendo Rusia)
Mateo Sujatovich sabe lo que hace. Con apenas los primeros cinco segundos de su segundo disco, Conociendo Rusia monta un ambiente de soul blanco en alta fidelidad que parece remitir a Steely Dan pero asesta un porteñísimo golpe de efecto: "Te pido la cuenta, por favor", dice. Entonces sobreviene la confesión de café para que, ataviado con esa elegancia raída y nocturna del busca (¿no luce un poco como Adrián Otero?), se largue a recorrer los bares de toda la ciudad mientras revisa obsesivamente las stories de Instagram de una chica. De regreso a Belgrano, la armónica a-la Stevie Wonder parece anticipar el encuentro: "Y me gusta pensar / que nos vamos a encontrar / en la esquina de Cabildo y Juramento".
BONUS TRACK: "El tiempo está después" (Fernando Cabrera)
No es precisamente la intersección de dos calles, sino el encuentro poliédrico entre una arteria y un barrio. En el centro-sur de Montevideo, la calle José Llupes atraviesa el Nuevo París hasta que desemboca en Belvedere. En su célebre canción de 1989, Fernando Cabrera toca un leit-motiv estático (con algo del "Everybody Wants to Rule the World" de Tear For Fears) y pinta esa geografía a mano alzada: el tren y sus silbos de tristeza, las filas infinitas saliendo de central, el empedrado cubierto por el progreso. Como si fuera un arqueólogo, desmonta una capa de tierra sobre otra y sobre otra para subrayar el milagro de un amor fuera de temporada. "Un día nos encontraremos / En otro carnaval / Tendremos suerte si aprendemos / Que no hay ningún rincón / Que no hay ningún atracadero / Que pueda disolver / En su escondite lo que fuimos / El tiempo está después".
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