La rutina pre-show de Ozzy Osbourne es un poco más tranquila de lo que solía ser: primero hace calentamientos vocales, después reza. "Le digo unas palabras a mi poder superior. Si querés llamarlo Dios, no me importa", dice en su camerino en el Centro PPL de Allentown, Pensilvania, en la noche de apertura de su gira por Norteamérica. "Si algo sale mal, fue su decisión, no la mía."
Lo que está en juego esta vez es mayor, ya que el ex cantante de Black Sabbath declaró que esta gira mundial será la última. Su nombre, No More Tours II, hace referencia a su despedida de principios de los 90, No More Tours. En aquel entonces, a Ozzy se le había diagnosticado "un poco" de esclerosis múltiple. "Sharon dijo: ‘¿Un poco? Eso es como decir que estoy un poco embarazada’", recuerda. Resultó que había sido mal diagnosticado. En realidad, tenía una forma tratable de párkinson ("Ahora estoy bien", dice). Tres años más tarde, estaba de vuelta, al frente de su gira Retirement Sucks.
Ozzy subraya que no está "parando por completo". "Si salgo a la ruta, solo haré Estados Unidos y me iré a casa, o haré Europa y me iré a casa. En esencia, lo que estoy tratando de hacer es simplificar mi estilo de vida para poder estar más cómodo." Pero no muestra signos de bajar la marcha cuando llega al escenario unos minutos después, aullando "Crazy Train" y los grandes hits de Black Sabbath, y bañando a la audiencia con baldazos de agua. Para él, la razón por la que aún sigue cantando no es complicada: "Literalmente, no puedo hacer nada más", dice con una sonrisa. "No soy bueno para nada más."