"Es un evento increíble que hace que los conciertos de rock parezcan fiestas para tomar el té", le decía en 1974 John Lennon a Howard Cosell, el conductor del programa en el que cada lunes a la noche millones de estadounidenses veían lo mejor de la liga de fútbol americano: Monday Night Football. Entre las preguntas había una inevitable: ¿Se volverían a juntar los Beatles? Lennon contestó: "Podríamos hacerlo en un espectáculo como éste", con lo cual renovó las expectativas de los fans (ese mismo año él y Paul McCartney se reunirían para una zapada informal en un estudio de Los Ángeles, de la que también participaron Stevie Wonder y Harry Nilsson). Seis años después, el 8 de diciembre de 1980, precisamente durante una transmisión de Monday Night Football en la que se enfrentaban los Miami Dolphins y los New England Patriots, el mismo Cosell fue el encargado de darle al mundo una noticia que aniquilaría toda esperanza: "Tenemos que decirlo. Una terrible tragedia que nos confirma la división de noticias del canal ABC desde Nueva York. A John Lennon, en la puerta de su edificio en el lado oeste de Nueva York -el más famoso, quizás, de todos los Beatles- le dispararon dos veces por la espalda. Trasladado de urgencia al Hospital Roosevelt, murió al llegar".
Cosell tuvo la primicia por una casualidad increíble. Un productor de la ABC estaba en el hospital para ser tratado por unos golpes que sufrió tras chocar con su moto. En un momento escuchó un griterío, preguntó qué pasaba y le dijeron de qué y de quién se trataba. Lo comunicó a sus jefes, que hicieron los chequeos correspondientes, y minutos después se anunciaba la triste novedad. Lennon había llegado al centro de salud en el asiento de atrás de un patrullero, luego de que los policías que asistieron a la escena del crimen decidieran no esperar a la ambulancia, teniendo en cuenta la gravedad de sus heridas: cuatro disparos que le perforaron un pulmón y le dañaron la arteria subclavia izquierda. Mark David Chapman, su agresor, había sido reducido por la primera patrulla que llegó al lugar. No intentó huir ni se resistió, de hecho conservaba el revólver y sostenía una copia del libro El guardián entre el centeno de J. D. Salinger en la que había escrito las palabras "esta es mi declaración".
Al recibir las cuatro balas de punta hueca (Chapman disparó una más, que terminó en una ventana del edificio Dakota) Lennon dejó caer algunas grabaciones que traía en la mano. Venía del estudio Record Plant, donde había mezclado "Walking on Thin Ice", el tema disco-gótico de Yoko Ono que planeaban lanzar como single. Había grabado las partes de guitarra cuatro días antes con su Rickenbacker 325 del 58, la cual no usaba desde los primeros años de los Beatles. Aquella fue su última performance registrada.
El productor Jack Douglas contó que lo había visto de gran ánimo: "Celebramos un artículo que había salido en el Soho News sobre Yoko y la nueva canción, y la prensa que Yoko había estado recibiendo. Estábamos felices por eso. La noche de aquel lunes todo parecía en su lugar, perfecto". También estaban contentos por la noticia que habían recibido de David Geffen (dueño del sello que lleva su apellido) ese mismo día: Double Fantasy, el álbum que habían editado unas semanas antes, ya tenía certificación de Disco de Oro. El plan era masterizar "Walking on Thin Ice" al día siguiente. "Para las 10.30 terminamos de escucharlo y estábamos muy contentos con él. Querían algo para comer. John iba a pasar a comprar unos sandwiches y después se iban para su casa. Normalmente yo iba con ellos pero tenía que terminar otro proyecto. Le dije ‘nos vemos’ en el ascensor. Lo último que John me dijo fue ‘nos vemos mañana, brillante y temprano’".
Chapman mató a Lennon a las 10.50 PM. No era la primera vez que se veían: cuando John salió del edificio Dakota para ir a Record Plant, su asesino le pidió que le firmara una copia de Double Fantasy. "Fue muy amable conmigo. Irónicamente, muy amable y muy paciente. Su limusina estaba esperando, y él se tomó tiempo, hizo andar la lapicera y me firmó el disco. Me preguntó si necesitaba algo más y le dije ‘no, no señor’. Y se fue. Un hombre muy cordial y decente", declaró Chapman en una entrevista. El fotógrafo Paul Goresh sacó una foto de aquel encuentro, la última del beatle con vida. También contó Chapman que le pidió a Goresh que se quedara a esperar que volviera John y a otra fan que saliera con él esa noche: si alguno de los dos hubiera aceptado, aseguró, no habría asesinado a Lennon ese día.
Aquello fue alrededor de las 5 de la tarde. Antes de eso, Lennon dio su última entrevista: casi dos horas de charla en su departamento con el conductor Dave Sholin para un programa musical de la radio RKO. Lo acompañaban el productor Ron Hummel, la guionista Laurie Kaye y el ejecutivo del sello Warner Bert Keane. Llegaron al Dakota alrededor de las 12.40 y fueron escoltados hasta la residencia Lennon, donde los recibió Yoko. "Hablamos sobre John y su hijo Sean. Fue una gran conversación. Y entonces se abrió una puerta y salió con los brazos abiertos, como diciendo ‘¡acá estoy, muchachos!". Nos íbamos a encontrar con John Lennon y estábamos un poco nerviosos, pero eso nos puso cómodos inmediatamente, en menos de un minuto", contó Sholin. John había estado alejado del ojo público por casi cinco años y, de repente, tenía ganas de hablar. Él y Shaolin congeniaron (el punto que los unió fue su amor por el viejo rock n’ roll, especialmente el de Elvis y Little Richard) y la reunión se extendió más de lo previsto.
No fue aquél el primer encuentro de John y Yoko con los medios en aquel fatídico día: a las 11 de la mañana había llegado a su departamento Annie Leibovitz, mítica fotógrafa de Rolling Stone, a tomarle unas fotos para la revista. Jann Wenner, el fundador de Rolling Stone, quería que en la tapa apareciera sólo John, pero el beatle -cómo no- insistió en que su esposa también estuviera presente. Leibovitz sugirió una foto en la que los dos aparecieran desnudos (algo que ya habían hecho para su disco experimental Unfinished Music No.1: Two Virgins, del 68) y al principio Yoko se negó y después lo reconsideró, pero en medio de la negociación la fotógrafa tuvo otra idea: John desnudo, ella vestida. Tomó una polaroid de prueba y todo el mundo estaba de acuerdo: la foto era esa. Yoko, acostada boca arriba, de jean azul y polera negra; Lennon sin ropa, frágil y desprotegido, besándola en la mejilla izquierda, abrazado a ella en posición fetal. La imagen se publicó en Rolling Stone seis semanas después, en la edición del 22 de enero del 81, y se volvió una de las más icónicas de la pareja.
Para la sesión, John había pasado un rato antes por la peluquería Viz-à-Viz para un retoque que lo dejó con un estilo similar al que portaba antes de ser famoso. Aquello fue después del desayuno con su mujer en un café cercano llamado La Fortuna. "Nos despertamos con un cielo azul desplegado sobre el Central Park. El día tenía un aire feliz y animado", contó Yoko. Mientras tanto, Mark David Chapman dejaba el cuarto que ocupaba en el hotel Sheraton y empezaba a montar guardia en el Dakota. No vio a Lennon hasta el momento en el que le pidió que le firmara Double Fantasy, pero sí se cruzó a su ama de llaves paseando a Sean, a quien le dio la mano y elogió con un "qué lindo chico", citando la canción "Beautiful Boy" de su padre. Por entonces nadie lo sabía, pero así empezaba una de las jornadas más tristes de la historia universal.
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