La agrupación de Portland superó sus obstáculos y llegó a ser una de las bandas más exitosas del Top 40
La primera noche fria de noviembre en Portland, Oregón, encontró a John Gourley y Zach Carothers, de Portugal. The Man, en una posición familiar: en una camioneta Ford E350 bordó, Carothers maneja y Gourley va atrás. Hace nueve años, cuando se les rompió por quinta vez la transmisión de la combi en la que venían girando, se compraron ésta usada y, desde entonces, anduvieron 350.000 kilómetros, lo suficiente como para cruzar Estados Unidos más de 77 veces.
En ese tiempo, los PTM pasaron de ser unos rockeros alternativos con influencias de Bowie y Pink Floyd y cualquier otra cosa que tuvieran a mano, a ser el grupo fusión más importante de 2017, con un single en el Top 5, “Feel It Still”, que hace referencias a Motown, los Panteras Negras y “(You Gotta) Fight for Your Right (to Party!)”. Para terminar su disco revelación, Woodstock, estuvieron cuatro años trabajando, luego de descartar sesiones con Mike D, de los Beastie Boys, tocar el botón de reset y después componer en 45 minutos la canción que los llevaría a la cima.
La amistad de Gourley y Carothers empezó hace dos décadas, y se remonta a la escuela secundaria en Wasilla, Alaska. Gourley es el cantante y guitarrista de PTM; Carothers toca el bajo. Son el centro de la banda, los dos que estuvieron ahí durante los últimos trece años. Ahora están terminando una semana en casa antes de volver a salir de gira. Los días de Gourley consisten en llevar y buscar a Frances, la hija que tiene con su novia Zoe Manville (diseñadora gráfica que canta con la banda), al jardín.
Carothers hizo una pequeña escapada para pescar, y tiene que devolver un equipo a la casa de su tío. Este caballo de carga bordó es su vehículo cuando están en Portland, y, después de años durmiendo en una camioneta o en aviones, le parece difícil descansar si no hay movimiento detrás de él. “Yo digo: ‘Perdón, tengo que armar una caja en el piso. Simular que estoy en una cama cucheta’”, dice. “Nada me estresa más que relajarme. Es la ética de trabajo con la que me crié. En Alaska, si dejás de trabajar, te morís.”
Cuando terminaron sus mandados, vamos a Pok Pok, un célebre restaurante tailandés. Carothers –que irradia una onda gentil de estar cuidando a todos– organizó una gran cena para King Krule, el cantautor británico, y su banda, que están varados en la ciudad con problemas en su camioneta. Se nos suman, en el restaurante, Manville y Kyle O’Quinn, tecladista de PTM, al igual que Krule, su banda, y otros amigos. El baterista Jason Sechrist, cuya mujer dio a luz a su primer bebé 12 días atrás, también está, pero el guitarrista Eric Howk está en un casamiento. (Parapléjico desde un accidente hace 10 años, se crio con Carothers y Gourley, y toca con PTM desde 2015.)
Llegan la comida y la cerveza. Después más comida. Y más cerveza. En una noche como ésta pero más grande –en una fiesta que organizó PTM para Arcade Fire en Australia hace tres años– la acción llegó a un estado tal de agitación que el manager de las giras de PTM declaró: “¡Los señores de Portland están en la ciudad!”. El nombre quedó: la banda y su crew ahora tienen tatuajes que dicen “Los señores de Portland”, y a veces tocan en recitales bajo ese nombre. “Nos pareció gracioso crear una mentalidad de pandilla”, dice Carothers. “Porque Portland es una ciudad muy pacífica. Podríamos tomarla.”
Pero los señores de Portland son una pandilla benéfica. La charla pasa a una gira de hace un tiempo que incluyó la destrucción de un camarín, aunque no a manos de PTM. Gourley recuerda ver al guitarrista de una banda a punto de tirar una botella de vino tinto contra la pared. Le ofreció una advertencia. “Me mira y me dice: ‘¡Rock & roll!’. Y rompe la botella contra la pared”, dice Gourley. “Y yo pensé: ‘Alguien va a tener que limpiar eso’.”
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La mañana siguiente, después de un desayuno tardío, Carothers y Gourley se cortan el pelo. En un día salen para España, donde van a tocar en una entrega de premios organizada por la radio en español más grande de Europa. En una de las muchas peluquerías antiguas de Portland, Carothers y Gourley están sentados en sillas enfrentadas y tratan de no mirarse.
Ambos tienen 36 años, y pasaron aproximadamente la mitad de sus vidas juntos. Carothers era uno de los chicos más populares en la escuela, y Gourley un pibe absolutamente tímido que pasó un año y medio estudiando en su casa después de soportar el bullying de la escuela primaria. Hablan sobre Alaska con una mezcla de reverencia y alivio de haberse ido a un lugar menos aislado. “Veíamos El barrio de Mister Rogers y decíamos: ‘¿Qué mierda es un barrio?’”, dice Carothers.
Gourley se crio mudándose de un lugar remoto a otro, puesto que su padre dirigía equipos de construcción, levantando hoteles para una compañía de cruceros. “Vivíamos fuera del mapa, lo más lejos que pudiéramos estar de la gente”, dice. Sus padres dirigían Iditarod, la carrera de trineos con perros de larga distancia, y cuando vivían en la ensenada de Cook, aparecían ballenas en su patio. “Yo decía: ‘Bueno, sí, todo bien. Volvieron las ballenas. ¿Puedo ir al cine a ver esa película que es una locura?’.” La ciencia ficción y las películas de terror eran lo suyo, y su sueño de infancia era ser guionista. “Era súper tímido”, dice; más tarde usa la frase: “Ansiedad social incapacitante”.
El papá de Carothers trabajaba para Pepsi. “Yo era el más urbano, porque vivía cerca del pueblo de Wasilla”, dice. “Pero si salía caminando de mi patio, podía tardar tres kilómetros hasta llegar a otra casa.” A los 12 años se compró una remera de Dead Kennedys de TOO DRUNK TO FUCK (su mamá no lo dejaba llevarla a la escuela) y empezó a tocar la guitarra, animado por el descubrimiento de Nirvana, los Beastie Boys y Rage Against the Machine. “Todo al mismo tiempo”, dice. “Fue como el Mago de Oz. De repente vi el mundo en colores.”
Carothers se mudó de Wasilla a Monmouth, Oregón, a principios de los 2000 para ir a la universidad, después dejó la escuela para hacer un grupo de screamo en Portland, y reclutó a Gourley en 2002. Cuando esa banda se separó, formaron Portugal. The Man y empezaron a salir de gira sin cesar (el signo de puntuación es un intento de hacer que la banda parezca una entidad más grande). A veces, en vivo, Gourley simplemente dejaba de cantar, y obligaba a que la banda haga una zapada; se tranquilizaba si todos en el escenario sentían la misma ansiedad que él, y sus ataques de pánico ocasionales empezaron a apaciguarse.
Hicieron cinco discos entre 2006 y 2010, cambiando mucho en el camino: en un momento eran más progresivos, después más bluseros, más psicodélicos en el siguiente disco. En 2010, firmaron un contrato con Atlantic y empezaron a grabar In the Mountain in the Cloud con el productor John Hill, quien había trabajado con Santigold y M.I.A. La presión por el debut en un sello grande casi los destruye. Acostumbrados a hacer discos en diez días, de repente tenían demasiado tiempo, y las canciones atravesaron revisiones interminables. “Fue el período más oscuro del grupo”, dice Carothers.
Mike D hizo un remix de “Modern Jesus”, de Evil Friends, de 2013, ofreciéndoles a Carothers y Gourley, amantes del hip hop, la oportunidad de conocer a uno de sus héroes. “Son nerds de la música como yo”, dice Mike D. “Cuando empezaron a hablar de ellos mismos, me di cuenta de que eran skaters punks marginales de Alaska. Sentí una conexión.” Reservó el estudio de Rick Rubin, Shangri-La, a buen precio en Malibú –cuando Rubin estaba de viaje o Kanye West no lo tenía reservado– y se pusieron a trabajar en el siguiente disco de PTM, desplegando las bases de cinco temas en apenas una semana.
Las sesiones eran intermitentes y, cuando el presupuesto se redujo, Mike D les ofreció quedarse en su casa y usar su estudio casero. Pero las variaciones de los temas resultaron interminables, y el énfasis de Mike D en la construcción de canciones no iba bien con Gourley. “Yo le decía: ‘John, intentemos hacer unas letras’”, recuerda Mike D. “Y él: ‘Sí, yo no trabajo así. A mí me gusta poner la televisión de fondo, y después lo mío simplemente sucede’.”
Al final, eso que sucedía en la televisión de fondo era el problema. Mientras las grabaciones se hacían eternas, la campaña presidencial de 2016 llegaba a lugares cada vez más oscuros. Gourley y Carothers pensaron que las canciones que tenían sonaban demasiado perfectas, y no reflejaban ese momento. “Siento que las cosas tienen que ser parte del mundo, como una instantánea de lo que está pasando”, dice Gourley. “Eso es lo que me encanta del hip hop. No podía estar feliz con algo que sonara demasiado fácil.”
En un viaje a Wasilla, el papá de Gourley le dio una charla motivadora: “¿Por qué se demoran tanto? Agarren los instrumentos, métanse en un cuarto y compongan temas”. También les mostró su entrada a Woodstock, que había aparecido en el fondo de una caja de herramientas que le había prestado a un amigo. Algo hizo clic, y Gourley decidió empezar con una idea nueva: un disco llamado Woodstock. “Todo el mundo me dijo: ‘Es la cosa más estúpida que haya escuchado’”, dice.
De todos modos, funcionó. Editado en junio pasado, Woodstock tiene temas de cuatro años de sesiones con Mike D, John Hill y Danger Mouse. Su sonido es extraño y delicado al mismo tiempo, producto de un vaivén suave entre el mundo del pop y el del indie rock que definen las grabaciones de estos tiempos. El grupo tocó en sesiones de hip hop que produjo Hill, al igual que en temas de Hill para Ellie King, y compusieron con Ammar Malik (cuyos créditos incluyen “Moves Like Jagger”, de Maroon 5). “Ver cómo trabaja un compositor pop de verdad me hizo acordar a cuando hicimos nuestro primer disco”, dice Gourley.
La versión de “Feel It Still” que fue escuchada en streaming más de 200 millones de veces fue un accidente. Gourley estaba en el salón del estudio de Hill, jugando con una línea de bajo estilo Motown. Su amigo Asa Taccone, del grupo Electric Guest, estaba ahí, y pidió grabar el arreglo. Le hicieron un loop a la línea de bajo, y Gourley empezó a cantar la melodía de uno de los clásicos que solía entonar en viajes familiares a la ciudad para hacer las compras, “Please Mr. Postman”, de Marvelettes. De repente, un tema que estaba tratando de cerrar desde hacía años hizo un clic, y el trabajo básico quedó terminado en menos de una hora. Las ideas políticas de la canción no son exactamente explícitas, pero un video interactivo la relaciona con causas de resistencia, y el estribillo hace referencias tanto a 1966, el año en el que se fundaron las Panteras Negras, y a 1986, el año en el que salió “Fight for Your Right”. (“No sabía eso”, dice Mike D, quien grabó varias versiones iniciales de la canción. “Estaba con él en el estudio, y ni me di cuenta del homenaje.”)
Acelerado por su uso en publicidades de Apple y Vitaminwater, el éxito de la canción fue una sorpresa feliz. “Es como si hubiera una pérdida de gas a nivel nacional”, dice Carothers. “Donald Trump está en la Casa Blanca, Portugal. The Man está en la radio del Top 40. Estados Unidos, ¿estás bien?” A diferencia de las bandas de los 90 con las que se criaron, a ellos les encanta hablar con radios del Top 40. “Pienso mucho en todas las entrevistas que escuché, donde la banda de rock está en una radio de pop, ninguneando al conductor, comportándose como tarados”, dice Gourley. “Para nosotros, esto es extrañamente muy divertido.” Gourley persiguió su ambición de manera más incesante y exitosa que cualquier compositor de los últimos años, pero él lo dice con modestia: “Yo sólo quiero componer canciones de las que Frances esté orgullosa cuando crezca”.
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Cayó la noche del segundo día frío de noviembre en Portland, y Gourley quiere llegar a casa antes de que Frances se vaya a dormir. Para a cargarle nafta al auto (pero se olvidó la billetera), y después me deja. Cuando nos despedimos, me cuenta una historia de cuando era chico. Su papá y él vieron un alce cerca de su casa, y el papá sugirió que salieran a buscarlo. Nunca había salido a cazar con su padre, y estaba emocionado. Encontraron el alce, el papá levantó el arma, miró a su hijo y le preguntó: “John, ¿le doy?”. Lo hizo varias veces, y la respuesta fue siempre sí, y la sensación de anticipación de Gourley crecía cada vez más. Finalmente, el papá bajó el arma. “No vamos a darle”, dijo. “¿Sabés por qué? Porque no lo necesitamos.” Y así se pierde Gourley en la noche, en busca de las cosas que sí necesita.