Cómo fue el sentido homenaje de Fito Páez a Charly García en el Teatro Colón: “Es Mozart y él”
Recordó la primera vez que vio a Charly en su Rosario natal, interpretó exclusivamente canciones del autor de “Yendo de la cama al living” y disfrutó del concierto en el que homenajeó a su gran maestro
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Es el tramo final del homenaje de Fito Páez a Charly García en el Teatro Colón, el músico se anima a un fuera de lista. Su banda y la Orquesta Estable del Colón lo miran en silencio desde el escenario. Cuenta que va a hacer un tema propio, que compuso unos meses atrás dedicado a Charly. La canción es en el clásico estilo del rosarino: un piano chispeante y un derrotero de frases, historias, imágenes y refranes propios. En la letra se asume aprendiz y en un remanso de tanta verborragia remata con una enseñanza que puede o no haber existido. “Hay que hacer el estribillo para que cante la gente”, canta/cuenta que aprendió del maestro.
Y el acto de magia se concretó ahí, en el momento siguiente. “Canción para mi muerte” fue el tema más celebrado por todo el recinto. Una canción que de tan clásica es puro estribillo. De principio a fin, toda la letra es coreable si naciste en Argentina en algo así como los últimos 70 años. Porque si algo tiene la obra de Charly, con esa canción como emblema, es que musicalizó a todo un país. Desde fogones hasta habitaciones oscuras y fiestas animadas. Y Fito, uno de sus máximos admiradores, estuvo en el Colón dispuesto a tributar esas melodías que, parafraseando al propio Charly, sonarán por siempre y por eso mismo él las hizo así.
“Vamos a celebrar a uno de los artistas más grandes de todos los tiempos. Charly García le da sentido a nuestras vidas”, había dicho Fito Páez al micrófono, vistiendo traje violeta y botas naranjas que le combinaban con la corbata. Así comenzaba su celebración de la obra de Charly en el Teatro Colón. “Instituciones”, de Sui Generis, fue el tema que eligió para comenzar el concierto, que tardó en encontrar el ajuste de audio ideal para el ensambe de banda eléctrica y orquesta sinfónica.
“Qué divertido”, soltó Fito con una carcajada para dar paso a “Rock and roll”, de La Máquina de Hacer Pájaros. Casi como una muestra de qué tan hondo en el repertorio de Charly había ido en su estudio obsesivo de un corpus gigante. “A este tema lo escuché en vivo el 7 de agosto de 1976 en Rosario”, contó como quien lleva sus marcas en la piel. Antes de su rendición de “Confesiones de invierno” en solo piano y voz, agregó también que había estado hacía unos minutos en el CCK compartiendo con el propio Charly: “Estamos todos en shock, y él estaba muy feliz”. “Yendo de la cama al living”, acompañado por su banda solamente y “Ojos de videotape”, ya con el audio de la orquesta ajustada al ensamble, tal vez ayudado por el menor volumen del tema, completaron el inicio de show.
De hecho, los momentos de mejor alquimia en el escenario se vieron en las canciones con instrumentación más sutil, como “Los dinosaurios” y “Cuando ya me empiece a quedar solo”. El Charly que es cantabilidad pura, que dibuja melodías a mano alzada y logra un trazo perfecto, es el que mejor se lleva con las orquestas. Como si esa acústica pusiera en relieve el clasicismo que habita en sus canciones de lógica matemática pero sensibilidad mega humana.
Así, el repaso de Fito Páez por la obra de Charly García tuvo la impronta de los shows de Fito en solo piano. Una informalidad de salón, de juntada a disfrutar de las canciones más que de las interpretaciones precisas. Y los temas de Charly brillan en ese y cualquier contexto. Uno de los grandes compositores del rock mundial cumplió 70 años y buena parte de su repertorio (desde Sui Generis hasta “I’m Not in Love”, pasando por Serú Girán, La Máquina de Hacer Pájaros y todo su estado de gracia en los 80) sonó en el Colón. “Es Mozart y él”, dijo Fito en el arranque del concierto. Arriba, en la cúpula del Colón y rodeando la pintura de Soldi, el nombre del compositor vienés parecía sentirse a gusto con ese emparejamiento.
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