Este viernes sale el disco póstumo del artista que lideró Don Cornelio y la Zona, Los Visitantes y que desde hacía 20 años emprendía una carrera solista ejemplar; se llama Siervo y está comprendido por once canciones notables
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Artista: Palo Pandolfo. Álbum: Siervo. Canciones: “Doble corazón”, “Párpados”, “Ovni”, “El alma partida”, “La idea”, “Endemoniado”, “El viento”, “Tu amor”, “Fe”, “Madrigal”, “Humo al aire”. Discográfica: S-Music. Nuestra opinión: excelente.
Como esa piedra que se arroja al agua y que expande su onda hasta confundirse con el paisaje, el nuevo disco de Palo Pandolfo dialoga con su obra toda y sale este viernes 22 de octubre para mezclarse con su discografía. Lo que hoy llamamos el último álbum de estudio que el músico dejó casi listo pronto será tan solo una pieza de una obra concéntrica y excéntrica como los círculos de Kandinski.
Guitarra, voz y percusión. Aires folklóricos. Autopista que viaja al pasado y conecta con el primer acusticazo de nuestro rock. “No tengo casa, no tengo celos, toda mi vida en una flor. Cubro mi cara con un pañuelo. Guardo el aliento del corazón”, es lo primero que se oye cantar a Palo en “Doble corazón”, la pieza que abre un disco que estaba prácticamente cerrado aquel 22 de julio en el que la muerte (que “no existe”, como cantaba en “La musa”) lo sorprendió.
El álbum sigue con “Párpados”, un mantra rutero en el que Fito Páez aporta su voz (que registró tras la muerte del ex líder de Don Cornelio y la Zona y Los Visitantes). “Voy al polvo, sueño con los párpados abiertos... vengo de andar caminos polvorientos, para cantar cruzando el desierto”, confiesa Palo y lo imaginamos entrecerrando los ojos, extendiendo sus manos, intentando tocarnos el alma. Huele a síntesis la canción. Hay una pizca dark que remite a Don Cornelio, un caos festivo que se conecta con Los Visitantes y un espíritu exploratorio que no es más que su esencia.
Como el tributo sentido que se le realizó en el CCK, con los músicos de las bandas que integró pero también con exponentes diversos que van desde el tango y el folklore hasta la canción sin ataduras, Siervo muestra, una vez más, la estirpe de artista inclasificable que perseguía como aura a Palo. La cultura rock lo atravesó, es cierto, pero no lo limitó, más bien lo impulsó a empezar una y otra vez. Y este disco en un punto es eso, un nuevo comienzo.
Melancólica, “El alma partida” parece “linkear” a aquella balada del mejor Sting solista, “The Dream of the Blue Turtles”. Como un eco, su voz es canción cántaro” cuando nos dice: “Estoy llorando el alma partida, estoy llorando sin esperanza”. Algo de su admirado Luis Alberto Spinetta se cuela en esta letra.
Un paisaje pop era necesario antes de la segunda mitad del disco. “El diablo de papel no pudo quemarme. Sé que fui infiel... me arrancaré la piel y la carne”, canta Palo en “La idea”. A esta altura ya es un gran álbum de Pandolfo, que no necesita del grito pelado de Transformación para llamar nuestra atención. Aquí la crudeza pasa por la media voz, por el susurro y por la claridad con la que llega cada palabra del hombre que nació un 22 de noviembre, el Día de la Música.
“Cierro la ventana, cosas que no dejo entrar. Miedo que no dejo salir”, admite en la introspectiva “Endemoniado”, que suma capas de voces y cuyos versos contrastan con la atmósfera luminosa y optimista que puede remitir a los Arcade Fire. Cortos, concisos, como los nombres que reciben las canciones que aún son “work in progress”, así son los títulos de Siervo. Inequívocos también. Si “El viento” nos sugiere que lo que vendrá será una canción folklórica (al fin de cuentas es lo que transmite el primer pantallazo, la imagen de tapa registrada por el fotógrafo Leo Vaca en un atardecer platense, con un artista vistiendo poncho y llevando y sujetando con fuerza un ramo generoso de flores, ramas y pastizales), pues eso es lo que sigue. Y ese mismo viento es el que funciona como metáfora de todo lo que se ha ido, lo que ha volado de nuestro lado.
De fogón, “Fe” inicia la tríada final. La ventana se abre, la “energía canta” y Palo nos prepara para el desenlace. En comunión con el cielo y con la tierra, en un viaje al cosmos que se anticipa al propio viaje, deviene la folklórica “Madrigal”. ¿Es un valsecito deforme o una canción de misa? Es un lamento campestre –con grillos incluidos– que predice ese “Infausto haz de luz” que no podemos evitar. “Humo al aire” cierra el recorrido y traza una línea de puntos que une a Tanguito con Santaolalla, al Flaco Spinetta con Cerati, a Palo con los kilómetros recorridos. La garganta se seca, la última brisa se avecina, un armónica se entromete y allí queda él hablando de finales, de vientos, de “humo al aire.. decime algo que no sepa... como pavo real floto en cadencias atmosféricas que me llevan al final. En el viento vivo te buscaré”. Nosotros hacemos lo mismo, mientras sus canciones nos golpean de frente.
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