Skay y los Fakires - ‘En el corazón del laberinto’
Independiente - 4 estrellas
En un momento de El señor de los anillos, alejándose de la comarca hacia una aventura épica, el hobbit Samsagaz Gamyi dice: "Si doy un paso más, será lo más lejos que haya estado de mi hogar". Eduardo Skay Beilinson tiene algo de hobbit, siendo que a los personajes de J.R.R. Tolkien se los considera protohippies y el músico platense fue parte y testigo del movimiento que quiso ser global a fines de los 60. También lleva esos modales amables y optimistas, una timidez latente aun en la extroversión y una encrucijada similar a la referida: a la altura de su séptimo disco solista, su carrera lleva la misma cantidad de años que la que forjó discográficamente con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (1984-2001).
Difícil que esta especulación haya condicionado a Skay a la hora de titular su primer disco en tres años. La referencia laberíntica más bien responde al cuestionamiento de un hombre que prefiere no disimular que lo suyo no son las certezas, lejos del modo oracular de su ex socio de tareas en Los Redondos, el Indio Solari.
Previo a la grabación, el guitarrista Oscar Reyna dejó de ser uno de los Fakires. En su reemplazo, por ahora, solo ingresó la necesidad de Skay de seguir adelante, y así ves que encaró la tarea como cuarteto, junto a Claudio Quartero (bajo), Leandro Sánchez (batería) y Javier Lecumberri (teclados). Flotando queda la incorporación de Richard Coleman, un refuerzo de lujo en las últimas presentaciones en vivo. Si hasta parece que "Late", uno de los temas centrales del disco, con su pulso nervioso y certero a lo Gang of Four, está hecho para que Ricardo Corazón de Post-Punk lleve esas rítmicas únicas.
El disco es una versión corregida y aumentada del ojo asombrado de Skay. "Ojo testigo" funciona como una alternativa pastoral de AC/DC, con un texto que evoca a M.C. Escher. "El valor del encanto" es su dosis reglamentaria de amor por la música celta, y suena como The Waterboys haciendo una fanfarria de aerolínea. "Tam tam" oscila entre el spaghetti y los Pink Floyd de Gilmour. Como balada acústica (siempre hay en sus discos un sketch tipo "variaciones sobre el lado B de Led Zeppelin III"), el crescendo de "Plumas de cóndor al viento" pierde ante la (zen)cillez de "Las flores del tiempo".
El primer tema del álbum, "El sueño de la calle Nueva York", se impone como central: Skay pone la mirada en Berisso como locación y aparecen Portishead, Hugo Lobo y Manal como referentes. "Soñaba que era un héroe proletario/ Allí en la calle Nueva York" entona el talentoso guitarrista en una metáfora que, como recuerdo, miente un poco.
José Bellas
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