Como es el nuevo concierto de Jorge Drexler que llega esta semana a la Argentina
Una voz baja, disonante y oscura recuerda a Nick Drake. Todo se funde a negro. Ese primer efecto pone en alerta los sentidos. Jorge Drexler entra sigilosamente al escenario entre la penumbra y ofrece un poema en verso. "Como en la aguja va el hilo, libre de juicio y su peso, libre de gracia y de estilo, como quien va a un primer beso, flotando en el más rotundo ahora mismo y aquí. Así flota un colibrí".
Agita una caja de fósforos con la mano derecha, como si fuera una cuerda de tambores del barrio Sur, mientras canta "Transporte". La cita es a Fernando Cabrera, una de sus influencias musicales directas, que utilizó la misma caja de fósforos para patentar el clásico "Viveza". Drexler está en Montevideo y la gente le hace un suave coro de murga "lailarai-lailarai-lailarai". Está en casa: la familia sentada en la platea. Incluso está su maestro, el mismo que todavía no sabe si lo criticó cuando le mostró su primer tema, "La aparecida" y le vaticinó: "Vas a triunfar en a la Argentina".
Es el primer tramo de la gira Silente en Sudamérica, con la que vendrá al Teatro Gran Rex, donde tocará este jueves, viernes, sábado y domingo. Silente no se parece a ningún otro concierto o espectáculo que haya montado el cancionista uruguayo hasta ahora. Silente es un nuevo concepto performático que comenzó a cobrar formar en febrero, después de las presentaciones del disco Salvavidas de hielo. Son siete personas viajando. En el escenario es sólo Drexler con guitarra y voz. El concierto no apunta a la intimidad acústica de su cancionero sino al revés de la trama, a esa especie de silencio que antecede a la palabra y la música, a su propio big bang interno.
Silente va más allá del umbral de lo conocido. Trabaja sobre todo con el sonido y con el vacío que produce su ausencia. El diseño sonoro de Carles Campi Campón (productor de sus últimos discos) está trabajado al detalle, con el montaje de varios micrófonos que toman la voz (incluido el mic de su guitarra) para que Drexler pueda desplazarse con libertad y utilizar la caja del escenario como un lienzo. Los movimientos mínimos forman parte de la dramaturgia. Las canciones son como pequeñas escenas de una obra. El concierto se impregna de un aura magnética y experimental. "El último espectáculo de David Byrne fue una inspiración".
Ver esta publicación en InstagramGracias MONTEVIDEO! Hoy repetimos de nuevo con la sala llena! [R][R] ?#giraSILENTE Foto: @presser
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Empieza con la guitarra eléctrica, los pedales y una pequeña caja de ritmos, en el centro de la escena. Canta "Estalactita" y Deseo", que reduce a una expresión minimalista. Atrás una serie de paneles móviles, que funcionan como pantallas, difusores y cajas de luz, van creando la atmósfera escénica en cada tema. A veces parecen las luces de un faro, o se recrean proyecciones antiguas con figurines.
"Mi guitarra y voz", suena a payada moderna. Filosofa, conjuga el rapeo montevideano con el efecto de los armónicos y el reverb de la guitarra. El público completa el acompañamiento con el chasquido de los dedos. Drexler agradece con una sonrisa cómplice. Todavía no sabe donde lo llevará este viaje. La gente tampoco. Hay cierta sensación de vértigo y disrupción en el concierto. La gente no sabe si aplaudir o mantenerse en ese estado alfa que propone la semi penumbra de la puesta pensada por Maxi Gilbert, un argentino radicado en Madrid.
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La acústica del auditorio SODRE crea un efecto de cápsula espacial. El sonido es tan puro como el silencio, capaz de aumentar los decíbeles del mínimo murmullo de los espectadores o el chasquido metálico que produce cuando cambia de posición sus dedos sobre la guitarra. Drexler puede cantar en cualquier rincón del escenario sin micrófono como si estuviera en una cueva rupestre.
Por momentos rompe la cuarta pared y agradece a Montevideo que hayan agotado las entradas de los dos conciertos. Cuenta anécdotas como si estuviera en un stand-up: "Mi primer cassette se lo vendí a 33 personas. A dos personas no las conocía. Pensé que si podía convencer a dos, podía convencer a otras". Hace confesiones propias del lugar. Reivindica la evolución de la música uruguaya y la cadena de postas que comenzó en la cancionista Amalia de la Vega y continúa en jóvenes promesas como Sebastián Prada, que subió para cantar una milonga de Zitarrosa.
En otras secuencias vuelve a meter al público dentro de ese laboratorio performático, donde representa un personaje asceta de gestos mínimos, camisa abrochada hasta el último botón como el Caetano de Fina Estampa, concentrado en su propio silencio, flotando como en una galaxia sin gravedad y descifrando las partículas musicales de la canción "Eco". O se calza el traje de viejo guitarrero con un micrófono análogo que parece salido de un estudio de Radio Colonia para recordar "La aparecida", una de sus primeras canciones compuesta hace treinta años en las playas del departamento de Rocha.
El diario personal continúa con la autobiográfica "Salvapantallas", que rebota con mayor emocionalidad en la sala y dedica a la familia en la sala. Drexler tiene una risa nerviosa, entre la alegría y la incomodidad. El músico se prueba así mismo con nuevas versiones de "Abracadabra", donde utiliza un péndulo de Newton como instrumento percusivo; apela al sentir acústico de "Todo se transforma"; y acentúa el ruidismo en "Asilo".
Hasta se sumerge con incomodidad en el tramo más melancólico y oscuro del concierto con una trilogía de canciones: "La vida es más compleja de lo que parece", "Soledad" en modo Brian Eno y "La edad del cielo" con un efecto de vocoder, que emana una atmósfera tan extraña como cautivante. Incluso pide disculpas por adelantado. Sin embargo, provoca otro estado de conciencia, un fuera de foco, que permite percibir otras presencias musicales dentro de su arte.
El lado luminoso se refracta en canciones como "Universos paralelos", la milonga canción "Pongamos que hablo de Martínez", dedicada a Sabina y "Antes". El público recién se anima a soltar la ovación en el final del concierto para que Drexler se vea obligado a los bises de "Movimiento" y "Silencio". La antena parece despejada del ruido. Entonces el silencio de veinte segundos de la canción parece más largo de lo habitual y más necesario. El concepto de Silente parece haber llegado a la expresión de su propio templo, donde el silencio habla. Silente es volverse escucha con el cuerpo entero.
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