Una primera escucha del álbum, al que tuvo acceso LA NACIÓN este lunes, arroja un ineludible carácter autocelebratorio, con una serie de referencias a diversas etapas de su obra; sale el próximo miércoles 11 y participan, entre otros, Pedro Aznar, David Lebón, Hilda Lizarazu y Fito Páez
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Que un lunes al mediodía haya una alfombra roja instalada en la puerta de Artlab, en pleno barrio de Chacarita, es un tanto raro. Una alfombra roja y esas sogas que se colocan para delimitar el camino no pegan con el sol que tímidamente asoma sobre las casas y los edificios bajos de la zona. Pero olvídense de lo usual, porque estamos a punto de ingresar a un universo paralelo. En unos minutos la prensa musical escuchará por primera vez La lógica del escorpión, el nuevo álbum de Charly García.
Sonrisas nerviosas, múltiples saludos y una pregunta que se vuelve recurrente. “¿Qué tal estará el disco?”. Después de la celebración de su cumpleaños 70, que lo tuvo a Charly por última vez sobre un escenario (en el CCK), rodeado de sus aliados de distintas épocas, fue poco lo que supimos de él. Sí, flotaba en el aire la idea de una nueva obra, pero también flotaba la sensación de volverse un work in progress eterno, como Kill Gil, del cual Charly empezó a hablar en 2005 y que finalmente logró lanzar a finales de 2010.
La tapa, la contratapa y el sobre interno del vinilo que saldrá el próximo 11 de septiembre (”El día del maestro y el día del maestro Charly García”, dirá el presidente de Sony Music Argentina, Damián Amato, en la breve presentación instantes antes de que el álbum comenzara a rodar) se encuentran exhibidos en el centro del salón principal de este coqueto espacio multipropósito que permite proyectar a gran escala en sus paredes al escorpión que ilustra la tapa del álbum, una idea de Charly desarrollada artísticamente por su gran amiga Renata Schussheim (una sociedad que nació en días de Serú Girán). Al fondo, la sala donde en minutos escucharemos íntegramente la obra, equipada con cómodos sillones que miran en distintas direcciones y un sonido “gordo”, profesional.
Ni bien el ingeniero de grabación y mezcla del disco, Matías Sznaider, le dio play a la obra, los rostros empezaron a relajarse. Sonrisas, gestos de aprobación y cuerpos que se empezaban a mover al ritmo de las 13 canciones del álbum. Es que, en un punto, Charly somos todos. Su obra es una línea de puntos larguísima que une generaciones, que marca a fuego tanto experiencias y recuerdos personales como momentos colectivos. Por eso, para algunos no era buena idea que en la previa sonaran en loop sus clásicos. ¿Se puede comparar a las 13 canciones de La lógica del escorpión con, por ejemplo, el repertorio de Yendo de la cama al living? Y no, claro que no; no es justo hacerlo. Las primeras seis obras en plan solista de Charly son insuperables. El período que va de Yendo de la cama al living (1982) a Filosofía barata y zapatos de goma (1990) es sencillamente insuperable. Luego de ellos, Charly entró en un espiral de internaciones, noticias policiales y gestos autodestructivos que siempre tuvieron una luz al final del túnel, ya sea la vez que se tiró de la terraza del hotel Aconcagua de Mendoza como su regreso a los escenarios en el denominado concierto subacuático de Vélez Sarsfield.
En los últimos treinta años -desde La hija de la lágrima-, cada álbum de Charly estuvo precedido por un concepto, un imaginario que no necesariamente se viera representado en las canciones pero que sí funcionaba como paraguas, como guía estético. Si hay alguien que ha sabido “pintar” su obra en el rock argentino ese es Carlos Alberto García Moreno. Y mucho antes de tomar contacto con el nombre de las canciones supimos que detrás de ellas se encontraba el cuento del escorpión y la rana, una fábula en la que Charly parecería mirarse al espejo, verse reflejado en la moraleja.
El escorpión necesita de la rana para cruzar el río y más aún necesita convencer a su interlocutor de que no lo picará. Pero el instinto, ese que Charly declara que “no tiene contraindicaciones” (como comentó en diálogo con la revista Rolling Stone), es más poderoso, es independiente de la razón. Ésta no puede forzarlo, no puede torcerlo. Un poco lo que ha pasado con la trayectoria y la vida del único rockstar argentino, como alguna vez se definió el propio García.
El disco, que estará en todas las plataformas digitales el Día del maestro y que tendrá primero una tirada de lujo de 7000 vinilos, también se lanzará en CD. La primera de las 13 canciones es “Rompela”, tema que grabó en inglés en Kill Gil y que aquí canta en castellano. Es que desde el vamos el carácter autocelebratorio es muy fuerte. No sabemos el por qué de algunas elecciones, como el rescate de “Juan Represión”, de Sui Generis, pero vale recordar la máxima de Say No More: “mi capricho es ley”, para dejarse llevar más por el corazón que por... una vez más, la razón.
A siete años de Random (disco que, a su vez, salió siete años después de Kill Gil), acompañan a Charly los miembros de un equipo que, a esta altura, sale de memoria: Fernando Samalea en baterías, Rosario Ortega e Hilda Lizarazu en coros y el regreso de un antiguo colaborador de García, el guitarrista Fernando Kabusacki. Los nombres de Pedro Aznar, Fito Páez y David Lebón se distinguen como estrellas invitadas, así como la voz de Luis Alberto Spinetta en “La pelicana y el androide” se ofrece como una reparación histórica. Charly no solo opta por hacer esta canción que el Flaco grabó en Privé y traer al presente el registro de Spinetta, sino que, a su modo, hace las paces con ese proyecto que quedó trunco y que los privó tanto a ellos como a nosotros de una obra completa firmada a dúo.
Si el rock domina en el comienzo, lo que sigue es un abanico sonoro en el que siempre se reconoce el sello de García, la marca de agua que llevan tanto sus temas mid tempo como los blues furiosos, por caso “El club de los 27″, una de las canciones mejor logradas del álbum. “Volaré sobre este mundo traicionero y digital... Cristo fue crucificado por tratar de ser normal”, canta aquí el Charly de los mil significados posibles, aunque pareciera estar dándole una vuelta más a la muerte y a la trascendencia después de ella.
En “La medicina n° 9 sobrevuela el “Rap de las hormigas”, así como la música de “Chipi Chipi” está intacta en “Estrellas al caer”, aunque con una letra muy distinta de la original, una que pareciera remitir a los sueños de juventud: “Y era fácil fantasear, discutir, ayudar/ A que todos sientan la canción, el amor, la ilusión/ que no estuvo muerta/ Si puedes recoger estrellas al caer/ verás que es imposible perder”. El cierre es con dos covers que todos esperaríamos de Charly: el clásico de John Lennon “Watching the Wheels” y, una vez más, una canción de The Byrds. A casi 25 años de “Me siento mucho mejor” (”I’ll Feel a Whole Lot Better”, en su título original) se despacha con “Rock and Roll Star” (”“So You Want To Be a Rock’n’Roll Star”) en el final y lo hace con aquel solista que desde sus comienzos estuvo signado como su posible sucesor: Fito Páez.
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