Cómo es Happier Than Ever: Una carta de amor para Los Ángeles, el show de Billie Eilish dirigido por Robert Rodriguez
La cantante de 19 años brinda la experiencia visual complentaria a su segundo álbum de estudio
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Un concierto, una experiencia cinematográfica, una declaración epistolar. Todo eso es Happier Than Ever: Una carta de amor para los Ángeles, el show especial de la joven artista Billie Eilish que se puede ver, a partir de este viernes, por la plataforma de streaming Disney+. Pero Eilish siempre es más que lo que demuestra en apariencia. Siempre tuvo ese caudal vocal ilimitado que permanecía escondido detrás del susurro. Siempre desafió la manera en la que debía presentarse a sí misma como estrella global con su irrupción en la música con “Ocean Eyes” a los 13 años, el lanzamiento del EP Don’t Smile At Me, y esa bestia pop que fue su primer álbum, When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, editado en 2019, con la angustia adolescente expuesta sin tapujos en un trabajo compacto, directo, brillante.
Grabado en su habitación de la casa de sus padres (la actriz y guionista Maggie Baird y el constructor y actor Patrick O’Connell), ubicada en Highland Park, Los Ángeles, con la producción de su hermano y confidente Finneas, el disco ofrecía una puerta a un mundo de ansiedades, algo que no le resultaba ajeno a la Billie de entonces.
Happier Than Ever, lanzado el 30 de julio de este año, carece de la homogeneidad de su predecesor, lo cual resulta consecuente con el presente de su artista, y es por eso por lo que funciona. Con la estética old hollywood como fachada y esas lágrimas que se desprenden de los ojos de Billie en la portada que contradicen la afirmación del título, el disco es largo (16 composiciones), con transiciones perfectas como la de “NDA” a “Therefore I Am”, y también menos contenido, con tiempo para un track spoken word como “Not My Responsibilty”, letras más sensuales como las de “Oxytocin” y “Billie Bossa Nova”, y varios puntos de contacto entre una composición y la otra. Entre ellos, el abuso de poder (general y de su expareja), la visión externa sobre su cuerpo y forma de vestirse, la falta de privacidad y la incapacidad de disfrutar del presente por sentirse atrapada en una jaula. Sin embargo, luego de que suena la extraordinaria canción que da título al disco (si hablamos de transiciones, esa composición de Billie y Finneas, una de las mejores creaciones de la dupla, se lleva todos los laureles), Eilish opta por un cierre sin el enojo como sello y añade “Male Fantasy” para terminar con un mood menos belicoso.
En Una carta de amor para Los Ángeles, recital con inserts de una Billie animada recorriendo la ciudad -lo cual nos retrotrae indefectiblemente al video de “My Future”-, los directores Robert Rodriguez (Del crepúsculo al amanecer, Sin City) y Patrick Osborne (especializado en cine de animación y ganador del Oscar por el cortometraje animado, Feast) no registraron simplemente un concierto en el Hollywood Bowl, pero tampoco realizaron un film autónomo (como el Lemonade de Beyoncé, por ejemplo), dado que ese tampoco era el objetivo. Eilish interpreta la mayoría de los temas con su hermano cerca y con el plus del acompañamiento de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y del Coro de niños al que Billie asistió años atrás, y lo hace con ese cambio de tono de su disco, que los realizadores captan a través de diferentes atmósferas, y respetando el tracklist de principio a fin. Por lo tanto, en ese momento intimista que retratan con “Getting Older” prima la oscuridad que luego da paso a ese rojo furioso que tiñe la letra de “I Didn’t Change My Number”, al igual que la de la mencionada “Oxytocin”. La decisión de los directores fue la de poner la lupa sobre ese oscilar entre la noche y el día, la introspección y el desparpajo, con una ciudad con la que Eilish se terminó amigando, luego de confesar en “Happier Than Ever” que su exnovio la hizo “odiar” ese escenario en el que debió lidiar con su toxicidad, con “toda esa porquería vergonzosa”.
Esa reconciliación de la joven con su mundo (ahora puede hacer esas fiestas que quería en la casa que compró a los 17 años, y que siempre temió habitar, como revela en “NDA”) se traspola del álbum a esta experiencia visual que culmina con la joven mirando el Hollywood Bowl vacío, mientras la Billie animada la contempla desde la butaca y le sonríe como reasegurándole que, a pesar de todo lo que padeció, ahora le toca disfrutar de esa felicidad que viene de a ratos, como ella misma canta en “Halley’s Comet”. “Los Ángeles me formó, me convirtió en lo que soy, y le estaré siempre agradecida por cómo me ayudó a crecer”, expresa la artista en un momento, y entonces no quedan dudas. Este registro no es solo una carta de amor a la ciudad: es una carta de amor a sí misma.
Dónde verlo. Happier Than Ever: Una carta de amor para Los Ángeles está disponible en Disney+.
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