Tras cinco años sin realizar este tipo de convocatorias, el jurado de maestros del Primer Coliseo evaluó a un centenar y medio de talentosos artistas, argentinos y extranjeros, para sumar a sus elencos; inicialmente se presentaron 400 voces
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Hoy a la ciudad porteña la alumbra un sol tímido que asoma por la avenida más ancha del mundo y coquetea con la primavera. Sobre Cerrito, la entrada al Teatro Colón acuna a los autos que aceleran, al humo de los caños de escape y al pisar ansioso de los transeúntes. Las bocinas que musicalizan la ciudad no dan pista alguna de lo que sucede a pocos metros: una audición abierta en el Colón para cantantes líricos cambia los agudos siniestros de la calle por las voces angélicas de los aspirantes que se presentan ante el jurado de uno de los teatros más emblemáticos del mundo.
Tras cinco años sin audiciones y a lo largo una semana, los referentes líricos del primer coliseo dedican unas diez horas diarias a evaluar a los 150 intérpretes que fueron seleccionados para presentarse en la sala. A la convocatoria se inscribieron 400 personas que fueron sometidas a una preselección audiovisual. “Es cansador pero estamos muy contentos. Es una maratón necesaria porque hay mucha gente que está dedicándose a esto, hay muchos artistas del coro que quieren hacerlo así que estamos felices de poder escucharlos” señaló a LA NACION el director de programación y producción Pablo Maritano, uno de los impulsores de esta iniciativa. Por su parte, Jorge Telerman, director general y artístico del Teatro Colón, se mostró muy entusiasmado con la repercusión de la convocatoria y señaló que el objetivo es promover talentos locales y fortalecer el vínculo con la comunidad: “Queremos acompañar a nuestros artistas para nutrir nuestras programaciones y también para que el público argentino recupere el orgullo histórico que siempre tuvo esta enorme cantera de talentos”.
El clima en bambalinas es de frescura y jolgorio mezclado con grandes notas -por supuesto- de nerviosismo. En el pasillo, los postulantes se ríen, vocalizan, y ensayan con el pianista que el teatro les brinda para la audición. La ansiedad es propia de la exposición pero se evapora y le deja lugar a una sonrisa planetaria una vez que la audición termina. Al bajar del escenario la gracia de cantar ante maestros en uno de los teatros más emblemáticos del mundo invade el cuerpo - y la ilusión- de los intérpretes.
Loly Sánchez forma parte del coro estable del teatro desde 2013 y la audición le da la oportunidad de presentarse como solista ante el jurado: “El camino de un cantante lírico en el Teatro Colón es arduo, se necesita mucho trabajo y disciplina. Hay que tener actitudes y aptitudes, porque hay mucha exigencia vocal y corporal. Por sobre todas las cosas hay que tener mucha pasión y mucho amor por lo que se hace. Es difícil y también hermoso cuando logras alcanzar lo que estabas buscando: es inigualable la felicidad”, describió.
Los únicos espectadores de la sala son los integrantes del jurado: el director musical Jan Latham Koenig, el director de programación y producción Pablo Maritano, el director de estudios Marcelo Ayub: la regente de la carrera de Canto del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, Rozita Zozoulia; el coordinador general de producción artística Augusto Techera, y el coordinador académico del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón Carlos Sampedro. Todos ellos ubicados en las butacas del fondo de la platea, escuchan atentamente las dos arias preparadas por los artistas. A la hora de evaluar a los aspirantes centran su atención en la profesionalidad, la musicalidad y la interpretación. “Ponemos foco en la técnica vocal, la elección del repertorio, la relación con el texto, la idoneidad de carácter y la presencia de la voz en el teatro”, señala Maritano.
Stephanie Wake-Edwards nació en Inglaterra, llegó a Buenos Aires para interpretar a Ana I en Los 7 pecados capitales en el Colón y decidió aprovechar la ocasión para audicionar frente al jurado en lo que definió como una experiencia muy especial. “El Teatro Colón tiene mucha historia, es muy famoso por su acústica y todo el espacio es realmente hermoso. Además, es un teatro muy grande, probablemente el más grande en el que haya cantado hasta ahora. Los últimos tres años trabajé en el Covent Garden de Londres y es mucho más pequeño. Es muy especial estar aquí y que haya tantas butacas disponibles para verte”, contó a LA NACION sonriente.
Agustín Draniczarek es tucumano y comenzó su camino en el Instituto Superior del Teatro Colón a principios de este año cuando decidió dar un giro a su vida, dejar su provincia natal y un trabajo en marketing que no se conjugaba con su verdadera pasión: dedicarse a la música. Fue mucho lo que se preparó para entrar en el Instituto en el primer llamado pero se siente en sintonía con su elección. “El camino de un cantante lírico es un camino de entrega, estudio, preparación, paciencia y de poner mucho amor. Porque se entrega el alma, el corazón, la mente, la voz y todo el cuerpo, incluyendo las emociones: alegría, tristeza, amor y desesperanza, lágrimas y risas. Se trata de dar todo a los demás en el escenario” explicó conmocionado.
Telerman y el jurado hicieron un balance muy positivo de las audiciones: “Nos llevamos varias sorpresas y reafirmamos que tenemos una muy buena colonia artística interna. Queremos mostrar una institución viva y abierta. Al Colón no llegan solamente los elegidos, llegan los que le han dedicado y eso sirve como metáfora general de las muchas que emite el teatro hacia el resto de la sociedad. El empeño, la persistencia, la formación, la excelencia tienen su recompensa. La carrera artística es sacrificada pero también es compensada de manera maravillosa. La dedicación, el esfuerzo y el rigor con el que se forman es bien recompensado con un buen trabajo y el reconocimiento del público, como pasa cada una de las noches en las que se abre el telón”, cierra Telerman entusiasmado. La gestión del teatro mantiene como una de sus prioridades mantener un vínculo fuerte con la comunidad y los talentos. Siguiendo esa línea aseguran que las audiciones son una práctica muy frecuente y saludable en cualquier teatro del mundo y serán una constante del Colón también de aquí en adelante.
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