La unión de “I Ain’t Got Nobody” con “Just a Gigolo” tiene una historia increíble que pasa por distintos países, supera un juicio que hoy puede parecer ridículo y supera la veintena de apariciones en cine y las 300 versiones grabadas
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Los artistas populares ingleses lo saben. Amalgamar dos cosas contrapuestas que a priori no tienen nada que ver, puede traer resultados asombrosos. De Charles Dickens (al comienzo de su clásico Historia de dos ciudades: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos) al álbum Led Zeppelin III (que combinó rock y folk en cada lado del vinilo como jamás se había hecho) hasta el incorrecto Sid Vicious (que despachurró originalmente y con toda su furia punk la canción “My way”, famosa por Frank Sinatra), todos aprendieron la lección. Y el escritor (inglés, por supuesto) Julian Barnes lo definió como ninguno. Y lo escribió en el inicio de su novela Niveles de vida: “Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante.”
En la historia de la música, ninguna canción se ha juntado tanto como en el caso de “I Ain’t Got Nobody” con “Just a Gigolo”. Hasta el día de la fecha son 311 versiones y en 23 películas, tanto juntas como por separado. La unión de ambas es el medley -una pieza compuesta por partes de obras preexistentes- más famoso de la historia. La prueba de su singularidad acaso sea los disímiles artistas que la interpretaron y que lo siguen haciendo: David Lee Roth, Los Lobos, Brian Setzer, The Village People y los Big Bad Voodoo Daddy, entre un largo etcétera.
Sin embargo, esta es la historia de dos canciones que no tenían mucho en común. “I Ain’t Got Nobody” proviene de un compositor bien del sur norteamericano: Louisiana. La tierra del Dixieland, la del estado de una de las ciudades con más swing del mundo, New Orleans y por supuesto, el hogar de esa figura bisagra y de la música popular del siglo 20: Louis Armstrong. De allí era también Spencer Williams, músico del incipiente jazz cuando este aún se llamaba ragtime o recibía en los diarios la notación de “jas” o “jass”. Sin ser hasta el día de hoy muy reconocido, Williams compuso obras básicas y letales que le dieron forma al jazz y al blues. Algunas de ellas como “Basin Street Blues”, “Royal Garden Blues”, “I’ve Found a New Baby” o ”Everybody Loves My Baby” son una parte ineludible del Great American Songbook, el cancionero americano que abarca del jazz de los orígenes del blues a Miles Davis y que recorre la historia y la geografía de un país, desde Ray Charles a Liza Minelli y los duetos de Lady Gaga con Tony Bennett.
Es así que Williams compuso también hace más de un siglo (aproximadamente en 1915), “I Ain’t Got Nobody”. Lo de aproximadamente no es un detalle menor en las historiografías de las músicas de tradición popular. Y esta anécdota lo pinta muy bien: en 1917, cuando publicar una partitura era más importante y de mayores beneficios económicos que su destino final en un fonograma, Roger A. Graham, el compositor de la letra de “I Ain’t Got Nobody” fue demandado legalmente. Al parecer su canción “Livery Stable Blues” co-compuesta junto al clarinetista Alcide Nunez era una copia de “Barnyard Blues”, de otro autor. Graham ganó la absolución después de que el juez George A. Carpenter le pidiera que definiera el blues. Si nuestro señor de las letras Jorge Luis Borges hubiera preferido la música afroamericana por sobre los tangos y las canciones de arrabal, la respuesta podría haber sido parte de la Historia universal de la infamia: “Señor juez -dijo Graham-, el blues es el blues... un poco desafinado pero pura armonía contra las reglas”.
Su señoría dictaminó que el blues no podía tener derechos de autor. Y expresó dudas de que se pudiera decir que los músicos que no saben leer o escribir música hayan compuesto algo. De todas las versiones de “I Ain’t Got Nobody” una de las mejores es la de Louis Armstrong. La voz de sótano de Satchmo obsequia un solo de trompeta inoxidable y brama un inolvidable “Yeahhhh” antes de clamar aquello de “estoy tan triiiiiste y solitarioooo”, con su sonrisa perlada y legendaria. Otra recomendable interpretación es la de Earl Hines, el pianista que Cortázar decía que le hubiera gustado escuchar antes de morir.
Una década después de la creación de esta canción, un joven nacido como Isidor Keiser componía la letra de la canción “Just a Gigolo”. Como muchos otros jóvenes judíos neoyorquinos hijos de inmigrantes (Leonard Bernstein, Sammy Cahn, George e Ira Gershwin, por sólo nombrar algunos), Keiser estaba fascinado con la nueva música moderna americana. Optó por el seudónimo de Irving Cesar y compuso las letras de algunos de los standards de jazz más importantes como “Swanee”, “Sometimes I’m Happy”, “Crazy Rhythm” y “Tea for Two”. Pero como se adivinará en realidad, Caesar “juntó dos cosas que no se habían juntado antes”. Sí: “Just a Gigolo” es la adaptación de un tango austríaco llamado “Schöner Gigolo, armer Gigolo”, cuya música, para agregar profusión idiomática y seguir sumando cosas, había sido compuesta por el italiano Leonello Casucci. Si hoy se dice que la música no tiene géneros y no debe encasillarse, afortunadamente tampoco parece ser que tuviera límites patrióticos.
Pero eso que los argentinos denominamos “la yunta”, la suma de ambas cosas, de esas perfectas canciones populares, no llegaría hasta 1956, cuando el cantante Louis Prima lanzó el famoso medley de ambas. Prima era un trompetista y cantante en la veta de los crooners italo-americanos como Frank Sinatra, Perry Como o Vic Damone, aunque más dicharachero y colorido que aquellos. Basta ver las tapas casi pop de sus discos para asociarlo más a la simpatía gordinflona y barrial de los mafiosos del cine de Martin Scorsese que a la saga trágica de Francis Ford Coppola (cuyo personaje Johnny Fontane parece estar inspirado en los antes mencionados).
Con arreglos del saxofonista y director de orquesta Sam Butera (famoso por su estilo estridente y su ingenio), Prima grabó para el sello Capitol Records “Just a Gigolo/I Ain’t Got Nobody”. La grabación está considerada hoy según el sitio Allmusic, “una mezcla innovadora de primer rock and roll, blues y jazz, así como de humor excéntrico”. Para 1967 la fama de Louis Prima lo llevaría a ser la voz del rey mono Louie en la película animada de Walt Disney El libro de la selva. Allí canta “I Wanna Be Like You”. Una joya del swing y de la antropología moderna en la que el orangután quiere ser humano y, por lo tanto, que Mowgli le enseñe “cómo hacer fuego”. Háganse un regalo y vuelvan a ver la escena en Youtube.
Finalmente, como si su swing perenne y todas las versiones de esta suma de dos (que jamás el tiempo pudo deshacer) no alcanzaran, el cine de 2021 nos regaló dos joyitas de acción que incluyen la canción en dos escenas formidables: Nadie y la nueva El escuadrón suicida. Es que cine y música pueden sumar cosas que antes no se habían hecho. O lo que los artistas populares saben: “Juntas dos cosas que no se habían juntado antes y el mundo cambia”.
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