Cómo una canción de amor no correspondido convirtió a David Bowie en estrella pop
En 1968, a los 21 años, David Bowie estaba intentando encontrar un lugar en la industria de la música. Había editado su primer álbum (David Bowie, 1967), un conjunto de canciones ingeniosas y amables, mucho más cercanas al music-hall que al rock, en las que imitaba abiertamente al cantante y actor Anthony Newley (creador del musical Paren al mundo que me quiero bajar) que, con justicia, resultaron unánimemente ignoradas. También había tomado clases con el talentoso Lindsay Kemp para convertirse en mimo, una profesión que no se caracteriza por el exceso de demanda ni por despertar la euforia del público. Además, había formado, junto a su novia del momento, una actriz extraordinaria llamada Hermione Farthingale, un "grupo multimedia" bautizado Turquoise (y por si ese nombre no resultaba lo suficientemente hippie luego lo cambió por Feathers), que combinaba mimo, poesía y canciones en una versión sesentista y lisérgica del cabaret.
Mientras flotaba por la irrelevancia de estos emprendimientos, sucedieron dos acontecimientos que iban a alterar su vida: se separó de Hermione y vio 2001, odisea del espacio, de Stanley Kubrick. En el viaje cósmico sin retorno del astronauta David Bowman (la similitud de los nombres fue una coincidencia que seguramente hizo que Bowie sintiera que la película le hablaba de modo personal) encontró una metáfora novedosa que le permitía expresar sus sentimientos de soledad y abandono tras la separación. Así, Bowman se convirtió en el Major Tom, un astronauta que decide quedarse en el espacio "porque la tierra es azul (o triste) y no hay nada que hacer". Y "A Space Odyssey" se volvió "Space Oddity" ("rareza espacial"), el primer éxito de Bowie en su país y el vector que definió su trayectoria artística: todo lo que vino empezó aquí. El nombre del personaje acaso proviniera del de Tom Major, quien en los sesenta era un conocido actor de comedias musicales y que, además, es el padre de John Major, ex primer ministro británico.
La canción no era la rareza que prometía su título. Si bien tiene una estructura atípica para los charts (es el ensamblaje de cinco partes bien diferenciadas, el estribillo recién llega tras dos minutos y medio), no era extraño, en la era de la carrera espacial y las misiones Apollo, encontrarse con canciones que hicieran referencia al espacio o al futuro en formato folk o de pop orquestal (en los sesenta, el futuro todavía no se expresaba en el idioma del tecno). De hecho, el puesto número uno de los charts británicos en la semana de publicación de "Space Oddity" fue "In the Year 2525", en la que los "One Hit Wonders" Zager & Evans explicaban, acompañados por guitarras acústicas, como sería el mundo en los siguientes 10.000 años.
Aunque para 1968 todo músico que cantara acompañado de una guitarra ponía sus canciones en el altar de Bob Dylan, y Bowie no era la excepción (de hecho escribió "Song for Bob Dylan" para el incomparable Hunky Dory, de 1971), este tema parece remitir más inmediatamente a otro éxito del momento: "New York Mining Disaster 1941", del primer disco de los Bee Gees, que también comienza con un rasgueo lacónico y una voz desolada para sumar luego a la banda completa y a un acompañamiento de cuerdas. "Musicalmente oprime muchos de los botones del gusto contemporáneo", escribe el crítico Simon Reynolds en Como un golpe de rayo. "Es a la vez folky y orquestada cinemáticamente en el estilo post Sargento Pepper", agrega.
De todos modos, ninguna de estas características resultó tan determinante para el éxito de la canción como el hecho de que fuera publicada tres días antes de otro lanzamiento mucho más esperado: el del Apollo XI hacia la Luna. Tal como imaginaba Ken Pitt, manager y amante ocasional de Bowie, el tema se convirtió en la banda sonora de las imágenes del alunizaje (aparentemente también gracias a unos aceitados incentivos que Pitt repartía entre programadores y musicalizadores). Gracias a ello, llegó al puesto número 5 de los simples más vendidos y se convirtió en la primera entrada de Bowie en los charts británicos. Años después, Bowie ironizaría sobre el éxito sugiriendo que los musicalizadores seguramente no habían prestado demasiada atención a la letra que, más allá de su metáfora sobre el aislamiento y el amor no correspondido, habla literamente de una misión que sale horriblemente mal, dado que el astronauta elige quedarse a morir en el espacio.
El oportunismo de la canción molestó al productor Tony Visconti (colaborador de Bowie en 11 de sus discos), quien la llamó 'un truco barato para aprovechar la promoción del alunizaje'
El oportunismo de la canción molestó al productor Tony Visconti (colaborador de Bowie en 11 de sus discos), quien la llamó "un truco barato para aprovechar la promoción del alunizaje" y, fiel a la militancia antimercado del hippismo al que todos adherían, decidió no participar de la grabación. El track más exitoso del segundo disco de Bowie fue el único que Visconti no produjo. Su lugar lo ocupó su colega Gus Dudgeon, quien formó a una banda de sesionistas que incluía al bajista Herbie Flowers (tiempo después creador de la famosa línea de bajo de "Walk on the Wild Side", de Lou Reed y uno de los instrumentistas más reclamados del período glam) y al tecladista Rick Wakeman, convocado antes de que alcanzara la fama con Yes, sencillamente porque tenía un mellotron, un prototipo artesanal del sampler que funcionaba con cintas magnetofónicas que registraban sonidos y se activaban desde el teclado, instrumento que Dudgeon quería utilizar para reforzar su escueta sección de cuerdas.
Este no fue el único artefacto curioso de la grabación. Bowie, quien evidentemente no compartía los ideales de Visconti y siempre fue un muy hábil promotor de sí mismo (como demuestra la declaración publica de su bisexualidad en 1972 o que retirara a Ziggy Stardust de los escenarios apenas un año después de haberlo creado), incorporó al tema un "Stylofone", un rudimentario sintentizador hogareño, casi un juguete para chicos, que generaba un tono al unir dos electrodos, con el fin de ser la cara de las promociones del instrumento pagadas por la compañía que lo manufacturaba.
Por todo esto, "Space Oddity" puede ser considerada un novelty hit, esos típicos productos de la industria musical de los años 50 y 60 apoyados en algún artilugio que capture la atención del público (como voces con efectos curiosos, canciones cantadas por niños, temáticas tomadas de las noticias, etc). "La compañía Mercury le ofreció un contrato a Bowie cuando escuchó el demo de esta canción", dice Dudgeon en una entrevista publicada en The Bowie Companion (Da Capo, 1996), un muy buen volumen que compila artículos sobre el músico. "En ese momento, una canción con un gimmick (un artilugio) era tomada mucho más en serio por la industria que aquellas que no lo tenían. El de Bowie fue que escribió sobre un astronauta en el espacio poco antes del alunizaje".
El demo al que hace referencia el productor fue grabado a instancias de Ken Pitt para incluirlo en el film promocional Love You Till Tuesday. La versión es mucho más débil que la que conocemos mejor y el clip es involuntariamente gracioso, casi como si estuviéramos viendo una parodia al modo de This is Spinal Tap de los comienzos de Bowie.
Aunque no hay duda sobre sus méritos musicales, Bowie mismo parecía un poco avergonzado de haber alcanzado el éxito con este tema y, en entrevistas del momento, repetía que "sólo es una canción" y prometía lanzarse en otras direcciones. En los dos discos que siguieron a Space Oddity (1969), el rockero The Man Who Sold the World y el ecléctico y maravilloso Hunky Dory, cumplió su promesa, aunque ningún corte de éstos alcanzó los charts. El músico parecía haber sido otro "One Hit Wonder" de los sesenta hasta que, tres años después, regresó al espacio con el tema "Starman" y, tras una extraordinaria aparición en el programa británico Tops Of the Pops, se convirtió en una estrella instantánea.
Hoy, la actuación parece tópica pero, en 1972, ese hombre con botas rojas, un enterizo con motivos geométricos y el pelo revuelto color naranja, que cantaba mirando a cámara con una media sonrisa, parecía, en efecto, llegado del espacio. Su nueva imagen, el marciano bisexual Ziggy Stardust, que llega a la Tierra para anunciar su destrucción, tradujo el sentimiento de inadecuación en el que se veían inmersos los adolescentes de ese momento, mostró la identidad como apenas una apariencia con la que se podía jugar e interpeló a toda una generación. El impacto de su presentación en el exitoso programa inglés está bien captado en la escena de Velvet Goldmine, el film de Todd Haynes sobre Bowie, en el que el joven interpretado por Christian Bale ve por primera vez a Maxwell Demon (la versión de la película de Ziggy) en televisión y le grita desencajado a sus padres: "¡¡¿Ven? ¿Ven? Eso soy yo!!".
Con "Space Oddity" Bowie, que en apenas unos años había sido mod, hippie y folky, había encontrado su voz. Ziggy Stardust fue la progresión lógica de esa canción que, ahora lo sabemos, iba a atravesar toda su carrera. En 1980 retomó el personaje del Major Tom en "Ashes to Ashes", aunque desde otra lectura: el espacio como metáfora del viaje interior provocado por las drogas. Apropiadamente, este regreso a "Space Oddity" fue su segundo número uno en Inglaterra. Finalmente, en el video de "Blackstar", se ve a un astronauta muerto en el espacio. Sólo se puede concluir que es el Major Tom que alcanzó el final de su historia. Lamentablemente, casi inmediatamente también terminó la de Bowie, quien falleció tres días después de lanzar este disco.
"Space Oddity" es su canción más reconocible y la que lanzó su carrera. Existen muchas versiones del tema (una de las más extrañas fue grabada por el propio Bowie en italiano, con la letra cambiada y título "Ragazzo solo, ragazza sola"). Acaso la más apropiada sea la que hizo el astronauta Chris Hadfield desde la Estación Espacial Internacional, que cosechó más de 40 millones de repeticiones en Youtube. El hecho de que, a 50 años de su lanzamiento, esta novelty song, desestimada hasta por Visconti y el propio Bowie, mantenga su onda expansiva en nuestra cultura popular y siga apareciendo regularmente en covers en el cine y la televisión (la única secuencia destacada de Valerian, el último film de Luc Besson, le debe todo) demuestra hasta qué punto fue subestimada y nos da la justa medida del talento de esa anomalía en la matriz que fue David Bowie.
El astronauta Chris Hadfield canta "Space Oddity" en la Estación Espacial Internacional, poco antes de regresar a la Tierra
La versión en italiano grabada por David Bowie en el film de Bertolucci, Io e Te
Otra de las muchas apariciones de "Space Oddity" en el cine: la mejor secuencia de Valerian, de Luc Besson
La versión de Kristen Wiig en La vida secreta de Walter Mitty
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