Bruce Springsteen está de pie en la entrada para autos de su casa, mirando al cielo con los ojos entrecerrados. Esta mañana de principios de agosto, una tormenta que parecía salida de una de sus metáforas retumbó a lo largo del condado de Monmouth de Nueva Jersey, inundando Asbury Park, sacudiendo a Freehold, y dejando un pantano aquí en los campos para caballos de Colts Neck. Ahora ya ha pasado el mediodía, y sobre la granja de Springsteen las nubes empiezan a disiparse y el sol las atraviesa. "Terminó siendo un día bastante decente", dice, con gratitud franca. Cuanto más tiempo pasa semiaislado aquí, más acaba por enfocarse en el clima: "¿Qué otra cosa hay?".
Tiene el cabello plateado y negro cortado prolijo y sobre su torso aún delgado hay una camiseta blanca y finita, no muy diferente de la que usó en la tapa de Darkness on the Edge of Town, con un cuello amplio y estriado y un agujero en un costado. En los pies (increíblemente sin medias) lleva sandalias de cuero. No hace falta decir que está en jeans, esta vez celestes y con un corte ancho estilo carpintero. Ya van seis meses de una pandemia global, en la que hasta Bruce Springsteen está trabajando desde casa.
Siempre es estremecedor estar parado junto a él. Es como si una de las cabezas del monte Rushmore se hubiera salido del peñasco para hablar con vos. Pero cuando llevás meses sin hablar con casi nadie más, el efecto es aún más discordante. Yo también me crié en esta zona, de modo que, mientras nos dirigimos a un porche techado, hablamos de asuntos locales: lamentamos, por ejemplo, una muy querida heladería Carvel que se transformó en un Dunkin’ Donuts. Nos sentamos en unas sillas de mimbre, a dos metros de distancia, junto a una mesa blanca que da a un campo arbolado, en el que las hojas se mecen con lo que queda del viento de la mañana. Para alguien que nació para correr, pero se quedó siempre en el mismo lado, hay peores lugares en los que estar.
¿Cómo está? "Aguantando, como todo el mundo", dice Springsteen, hundiéndose aún más en su silla. "En cuanto a mis planes, bueno, a uno le preocupa saber si va a volver a tocar". Dice esto con suficiente liviandad y después se esfuerza por aclarar que le preocupa mucho más "lo que van a hacer los músicos que viven de lo que ganan cada semana, de los técnicos. Es algo que me pesa porque, bueno, era divertido. La incertidumbre que trajo el virus es algo con lo que todo el mundo tiene que lidiar. Pero en general estoy bien".
Seguro ayuda que Springsteen, quien ha declarado en público su batalla contra la depresión, siga tomando medicamentos. "¡Estoy drogado!", dice más tarde. "¡Así que de ánimo estoy bien!".
En un día de nieve de noviembre del año pasado, a metros de donde estamos ahora, en el estudio de madera que comparte con su esposa, Patti Scialfa, Springsteen reunió a la E Street Band para grabar durante cinco días. Lograron registrar las bases para un disco entero. "Hacíamos una canción cada tres horas", dice Steve Van Zandt, que compara el ritmo a las primeras sesiones de los Beatles. "Grabamos el disco en cuatro días, básicamente. Habíamos reservado el estudio por cinco días; el quinto día no teníamos nada que hacer, así que lo escuchamos".
En el estudio, brindaron por la gira que seguramente harían. Ahora, "no hay ninguna gira en mente", según dice Springsteen, pero Letter to You saldrá el 23 de octubre. Decidió que no había razones para esperar. "Cuando hago música", dice, "es para sacarla".
Si no hubiera sido por la intervención de una catástrofe global de esas que se dan una vez en cien años, Springsteen (cumplió 71 el 23 de septiembre) estaría preparándose para esa gira mundial con la E Street Band. Debía empezar, según cuenta, en la primavera del hemisferio norte de 2021. Pero, en cambio, dice: "Mi antena me indica que en el mejor de los casos será en 2022. Y si pasa, es porque la industria de los recitales tuvo suerte... Si solo pierdo un año de mi vida de gira, me considero afortunado. Cuando cumplís 70, tenés una cantidad de giras y de años finita. Si perdés uno o dos, no está bueno. Especialmente, porque creo que el grupo puede tocar en su mejor nivel ahora, o incluso más que eso. Y yo me siento con más vitalidad que nunca en la vida. Así que para mí es no ser capaz de hacer algo que es una fuerza vital fundamental, algo para lo que vivo desde los 16 años".
¿Y recitales por streaming? Para un tipo que ha sabido tirarse al público a los setenta y pico de años, que no dudaría en saltar sobre una masa sudada de gente, no es lo mismo. Hizo un set acústico con Scialfa desde su estudio para un evento a beneficio de la lucha contra el Covid-19 en Jersey, y también una zapada remota con los Dropkick Murphys en mayo, transmitido en una pantalla en el Fenway Park de Boston. Pero le pareció profundamente raro trabajar con una versión aproximada de su típico frenesí solo por dos canciones y que, cuando terminara, darse cuenta de que estaba solo en una habitación. "Están entre mis tipos favoritos", dice Springsteen. "Siempre es divertido. Pero era raro estar de repente con una banda y después no. No es algo en lo que me gustaría hacer carrera".
Quizás no haya una reunión de la E Street Band. Pero Letter to You suena lo suficientemente "en vivo" como para que te sientas culpable al escucharlo, como si estuvieras violando la cuarentena. Es algo que vuelve al disco aún más preciado, y a la falta de una gira aún más dolorosa. Letter to You es la primera vez desde Born in the U.S.A. que Springsteen y la E Street Band grabaron en vivo en el estudio. Es probablemente el disco más crudo que jamás hayan hecho, sin casi ningún agregado posterior.
"Fue realmente como en los viejos tiempos", dice el baterista Max Weinberg. "Una energía musical pura, con la sabiduría musical y profesional de unos viejos de setenta y pico de años". También es el disco con un sonido más descaradamente típico de la E Street desde al menos The River. Es como un renacimiento al final de la carrera, que empezó con pensamientos acerca de la muerte.
En la primera época del primer grupo de verdad de Springsteen, una mezcla de motoqueros de la zona central de Jersey llamados The Castiles, había uno de los miembros que estaba destinado al éxito. Tenía una voz tenor suave y pura. Era el galán designado de la banda. Se llamaba George Theiss y fue quien invitó a Bruce Springsteen a sumarse como primera guitarra. "Éramos los únicos freaks del condado de Monmouth", le dijo Theiss alguna vez a Rolling Stone (aunque Van Zandt, en Middletown con su grupo The Shadows, no estaría de acuerdo). Theiss y Springsteen empezaron a pelearse, y el grupo se disolvió en 1968. Al final, uno de ellos se transformó en Bruce Springsteen y el otro no. Theiss se casó a los 20, trabajó como carpintero y mantuvo la música como un hobby.
No debe haber sido fácil para Theiss ver a su ex compañero de banda pasar de un éxito descomunal a otro. "Son distintos caminos", dice Springsteen. "No sé qué otra cosa pensar". Nunca dejaron de estar en contacto del todo, pero Springsteen y Theiss reconectaron en los últimos años. Cuando Springsteen se enteró, en julio de 2018, de que Theiss tenía una enfermedad terminal, viajó a Carolina del Norte para estar junto a él "en los últimos dos días de su vida". En ese entonces, Springsteen hacía espectáculos en Broadway cinco días por semana, en los que hablaba una y otra vez sobre su pasado. Se dio cuenta de que era el único sobreviviente de The Castiles, una revelación de la que no se olvidó rápido. "La mayoría de los chicos del grupo se murieron jóvenes, por alguna razón", dice Springsteen. "No podés pensar en ello sin pensar en tu propia mortalidad".
Antes de 2019, Springsteen llevaba "seis o siete años" sin componer ninguna canción que creyera que podía funcionar para la E Street Band. "Compuse mucha música de otros estilos", dice. Tuvo una explosión compositiva particularmente fructífera al principio de la década, que desembocó en Wrecking Ball, de 2012 (canciones de protesta ferozmente populistas, una producción experimental para Bruce), a Western Stars, del año pasado (un pop orquestal de melodías sorprendentes y toques autobiográficos), y un tercer disco que está "archivado", según dice, y se niega a contar más. No compuso otras canciones en la década, en la que sin embargo escribió una aclamada autobiografía de 500 páginas; hizo la obra teatral Springsteen on Broadway, con la que ganó premios Tony; y High Hopes, de 2014, una colección de covers y temas viejos, en general compuestos en los 2000.
"Uno se mete en la mina", dice, "buscando filones de creatividad. De repente ya quemaste uno y tenés que buscar otra. Y los filones se pueden quemar a los años, o a las pocas semanas... Uno está a merced de los acontecimientos". Para Springsteen, pocos acontecimientos fueron más determinantes que la muerte en 2011 de uno de sus mejores amigos, Clarence Clemons, el saxofonista de la E Street y una fuerza de la naturaleza, especialmente luego de la muerte del tecladista Danny Federici en 2008. Aunque Springsteen no hace la conexión, es difícil no notar que sus composiciones para la E Street se apagaron en aquellos años.
Fue necesaria la muerte de Theiss, un amigo al que conocía desde hacía aún más tiempo, para salir de ese lugar. "Fuimos muy amigos en un período muy intenso de la vida", dice Springsteen. "Y yo aprendí casi todo en ese grupo". Springsteen tuvo más éxito con un grupo posterior, Steel Mill, con los que tocó sus primeros temas ante multitudinarios públicos hippies. Pero The Castiles se metían en la vida cotidiana de su audiencia. Hacían covers de Sam and Dave, los Beatles, Bo Diddley, Jimi Hendrix; lo necesario para hacer mover a unos chicos en una playa, el sótano de una iglesia o una pista de baile. Es una estrategia a la que Springsteen volvería luego de su primer contrato discográfico en 1972. "Todavía siento una conexión emocional muy fuerte con The Castiles", dice Springsteen. "Era un grupo local muy bueno, que le daba un servicio fundamental al público. Y esa idea no es tan diferente a la que tuve de lo que podía ser la E Street Band: el grupo de bar más grande del mundo".
Un tiempo antes de la muerte de Theiss, un fan (de Italia, según cree) le dio una guitarra acústica a Springsteen en la puerta de su camarín en Broadway. "Yo le dije: ‘Wow, gracias’", recuerda Springsteen. "La miré rápido y parecía una buena guitarra, así que me metí al auto con ella". La guitarra, hecha por una compañía de la que jamás había escuchado, quedó en un sofá de su living durante meses, hasta que Springsteen la agarró en abril del año pasado.
Sin ninguna advertencia, "todos los temas del disco salieron de ahí", dice, maravillado. "Me pasé algo así como 10 días moviéndome de cuarto en cuarto de la casa, componiendo un tema por día. Compuse una canción en la habitación, otra en la barra, otra en el living". La primera en aparecer fue "Last Man Standing", uno de los temas más autobiográficos del catálogo de Springsteen, donde recorre los recitales de The Castiles ("La iglesia de los Knights of Columbus, la fiesta en el cuartel de bomberos/Viernes a la noche en Union Hall/los clubes de motoqueros por la Route 9") antes de lanzarse a un futuro asediado por la muerte: "Contás los nombres de los que ya no están como quien cuenta el tiempo que le queda".
Springsteen había empezado a crear el primer conjunto de canciones sobre cómo se siente estar en una banda. También escribía sobre el asedio del fantasma de los muertos, sobre todo en "Ghosts" ("Subo el volumen, y dejo que me guíen los espíritus/ Los veo, hermanos y hermanas, del otro lado", gruñe), y en el último tema, "I’ll See You in My Dreams".
"Las muertes de Clarence y Danny aún suenan como un eco en cada día de mi vida", dice Springsteen. "Todavía no lo puedo creer. Pienso: ‘¿No voy a volver a ver a Clarence? ¡No es posible!’. En este punto de mi vida, vivo con los muertos todos los días. Mi padre, Clarence, Danny, son personas que caminan conmigo. Su espíritu, su energía, su eco resuena en el mundo físico... Una parte hermosa de estar vivo es lo que nos dejan los muertos".
Y en sus sueños realmente ve a sus amigos. Terry Magovern, su amigo y asistente de muchos años, fallecido en 2007, se le aparece "un par de veces al año". "También veo a Clarence cada tanto", dice. "Veo las casas en las que viví cuando era chico. Camino por los pasillos. Vemos a esa gente en nuestros sueños hasta que nosotros mismos nos volvemos sueños".
Jake Clemons, el sobrino de Clarence, lo reemplazó en el grupo, y Charlie Giordano, un tecladista con raíces musicales parecidas, tomó el lugar de Federici. Pero los muertos siguen siendo parte del viaje. "Es atemorizador", dice Ron Bittan, el tecladista de E Street desde 1974, y un eje del sonido de la banda. "Uno está tocando, y se podría decir que los fantasmas de Danny y Clarence están ahí... Los extrañamos enormemente, pero están ahí con nosotros".
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Poco después de componer los temas nuevos, almorzó con Bittan y le contó sobre el material. El músico tenía una sola sugerencia: "Le dije: ‘Hey, man, no hagas ningún demo’", recuerda Bittan. "‘Hagamos como antes, nos mostrás el tema y lo grabamos todos’". Fue un consejo muy perspicaz, con muchas implicaciones para el disco. Era un eco de lo que Van Zandt le decía a Springsteen desde hacía años.
"Sabía que tenía razón", dice Springsteen. Uno de los momentos más cruciales en su carrera fue en 1981, cuando mandó a un asistente a comprar el que sería su primer equipo de grabación casero, una Tascam de cuatro canales que acabaría exhibida en el Salón de la Fama del Rock & Roll. En Nebraska, lanzado el año siguiente, lo que supuestamente iban a ser demos para la E Street Band se transformaron en su primer disco solista, lanzando una carrera separado del grupo. Tunnel of Love, de 1987, era un pop hecho en casa, en la habitación más precisamente, y desde entonces la línea entre demos y grabaciones públicas se esfumó, un ejemplo de lo cual es la dolorosa soledad y deshojamiento de "Streets of Philadelphia".
En los 2000, los ecos de la obra de Springsteen aparecían por todas partes, mientras grupos como Arcade Fire y The Killers buscaban imitar ese sonido explosivo. Pero en los últimos años, es sobre todo su material solista el que se ha vuelto más influyente, desde el batido hermético de The War on Drugs hasta la producción de Jack Antonoff para Taylor Swift, Lorde y Lana Del Rey. Springsteen pasó The War on Drugs en su excelente programa de radio, From My Home to Yours, y le gusta Del Rey: "Patti y yo somos fans", dice. "Norman Fucking Rockwell! Tiene muchos detalles en la escritura. Es cinematográfico, novelístico, es adorable".
Springsteen siguió haciendo demos después de retomar las grabaciones con la E Street Band en The Rising (que, extrañamente, ya tiene 18 años y es un hecho que a Springsteen le "vuela la cabeza", porque "¡ese es uno de mis discos nuevos!"). Pero el año pasado finalmente vio el motivo para dejar de hacerlo. "Cuando hago demos, grabo cosas a ver si funcionan", dice Springsteen. "Y de repente, quedo atrapado en un arreglo. Y después el grupo tiene que adaptarse a ese arreglo. Y así es como nos quedamos sin un disco de la E Street Band. Así que esta vez no grabé ningún demo". Para saltearse el estudio, capturó las canciones solo en el iPhone, en versiones rápidas y acústicas, para no olvidárselas.
Nadie fue más feliz con esta decisión que Van Zandt, quien brillaba sobre todo en la primera época, cuando podía usar sus formidables talentos para arreglar. Según Van Zandt, el período de discos de la E Street con Brendan O’Brien (muchas veces excelentes), como The Rising, Magic y Working on a Dream, fueron "de transición", en el sentido de que en ellos Springsteen de a poco se alejó de considerarse como un artista solista. "Finalmente volvimos a la sensibilidad de la banda", dice Van Zandt. "Bruce volvió a confiar en la banda, a pensarse como miembro de una banda".
Fueron necesarios 37 años, le señalo. Van Zandt se ríe. "Es un poco lento él", dice. "Digamos, mejor, deliberado".
Letter to You también está plagado de los arreglos estilísticos característicos que Springsteen evitó durante décadas: glockenspiel, intros de pianos líricos, acordes de órgano hinchados, la evocación espeluznante que hace Jake de los solos explosivos de Clarence. En un momento durante las sesiones, Springsteen le dijo a Bittan que tocara más como la "E Street". "Me hace reír", dice Bittan, "porque había veces en las que me decía: "‘¡No toques tanto como la E Street!’".
"Yo quería volver a ese sonido con mi material actual", dice Springsteen. "Creo que el público quiere dos cosas: sentirse en casa y sentirse sorprendido". Ya en Darkness on the Edge of Town, de 1978, se estaba alejando del sonido que había establecido en Born to Run. "En los primeros discos, uno simplemente está haciendo música", dice. "Después, cuando tenés un hit, entrás en modo reaccionario, de autodefensa. Y desde entonces, no quise que nadie tocara en el estilo fundamental de la E Street. No quería repetirme".
Pero en este momento de su carrera, ya no le preocupa. "Uno ya no es tan autoconsciente", dice. "Uno no es tan rígido. Uno piensa: ‘¿Qué sería lo más creativo, lo más divertido para los fans? ¿Qué nos gustaría hacer?’. Uno sigue sus propias reglas".
Con esa idea, llegó a pedir al grupo que hiciera versiones más enérgicas de tres canciones muy pirateadas, pero nunca editadas oficialmente, de 1972 y 1973. "Song to Orphans", "Janey Needs a Shooter" (que el grupo ensayó hasta 1979 y Warren Zevon casi roba el título para su "Jeannie Needs a Shooter") y la graciosamente sacrílega "If I Was the Priest" ahora son parte del disco. El año pasado, Springsteen estaba trabajando en sus archivos para crear un sucesor de Tracks, su box set con versiones descartadas de 1998, cuando "me crucé con estas canciones". No hay ningún mensaje en particular en su inclusión. Simplemente, quería escuchar al grupo tocándolas ahora, según dice, "para poder volver a ellas y cantarlas con voz adulta pero con las ideas de juventud. Fue algo increíblemente divertido, porque las letras de esas canciones son completamente locas".
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A pesar de aparecer cerca de las elecciones, Letter to You no es un disco de exaltados himnos anti Trump. "Ese sería el disco más aburrido del mundo", dice Springsteen, y le aparece una arruga de irritación entre las cejas. En The Rising se ocupó del 9/11 y en Magic de los fracasos de George W. Bush, pero aquellos informes eran una excepción. Con su enfoque en la pobreza, el desahucio y las dificultades de los inmigrantes de México, The Ghost of Tom Joad, de 1995, fue su disco más profético, pero lo lanzó durante el boom de la época de Clinton.
La canción que parece tratar sobre Trump de manera más directa en Letter to You es un rock atronador llamado "Rainmaker", en el que un embustero ofrece falsas esperanzas a unos granjeros que sufren por una sequía. Springsteen reconoce la relevancia ("trata sobre un demagogo") pero lo compuso un par de años antes de que asumiera Trump. "Esa es una de las que representa el disco que no hice", dice Springsteen.
La única referencia del disco a los acontecimientos actuales está en una frase, una rápida mención de un "payaso criminal" que "robó el trono", en una canción que por otro lado va más allá de la política, el expansivo himno "House of a Thousand Guitars". La canción, que traza un retrato seductor de un paraíso rockero sobre la Tierra, un lugar "donde la música nunca se acaba" y reina la camaradería, es tan importante para él, que se mete en la casa y agarra la MacBook para que podamos escucharla otra vez antes de hablar de ella.
Cuando está de vuelta en la mesa, pone la canción en los parlantes de la computadora, cierra los ojos y sacude la cabeza al ritmo de la base de Weinberg. "Trata sobre un mundo espiritual que quería construir para mí mismo", dice, "y darle a mi público y sentir con mi grupo. Es como el tema de góspel ‘I’m Working on a Building’. Es el edificio en el que he trabajado todos estos años. También habla de la vida espiritual del país. Quizás sea uno de mis temas preferidos de la vida. Tiene todo lo que he estado tratando de hacer los últimos 50 años".
Hay una referencia en la canción a cárceles e iglesias, y le pregunto si es un guiño a una frase parecida en "Jungleland". Springsteen se ríe. "Tengo la frase en la cabeza desde que la grabamos", dice. "¡Y no me acordaba de dónde la había escuchado! Me acabás de recordar dónde la escuché antes".
Si bien no es el foco principal de sus canciones, Springsteen está dispuesto a meterse directo en la política, tal como dejó clara su aprobación de que la Convención Nacional Demócrata usara "The Rising" en un video en agosto. Los últimos años le parecieron "un momento muy perturbador". "En general, como alguien que nació populista", dice, "tengo menos fe en mis vecinos que hace cuatro años".
Mucha gente en la izquierda (entre ellos su amigo Tom Morello) cree que Trump es un síntoma de problemas mayores, le señalo. "No soy tan de izquierda como Tom, probablemente", dice Springsteen. "Pero si queremos tener el Estados Unidos que imaginamos, vamos a necesitar muchos cambios sistemáticos hacia la izquierda". En cuanto al líder de la izquierda: "Me gusta mucho Bernie Sanders", dice. "No sé si era mi primera elección. Me gusta Elizabeth Warren, me gusta Bernie". Pero, por el momento, está totalmente involucrado con el candidato demócrata de centro. "El poder de la idea americana ha sido abandonado", dice Springsteen. "Es una lástima, es terrible y necesitamos a alguien que le vuelva a dar vida... Creo que si logramos que gane Joe Biden, vamos a necesitar mucho tiempo para que nos ayude a recuperar nuestro lugar en el mundo. La presidencia actual basureó la idea del país como faro de la democracia. Abandonamos a nuestros amigos, nos hicimos amigos de dictadores, negamos el cambio climático".
¿Su reseña de la convención republicana? "Horrenda. Plagada de mentiras, una distorsión total de la idea de Estados Unidos. Es desgarrador, terrible. Lo primero que hay que hacer es sacar a Trump de la presidencia y volver a empezar".
Para Springsteen, el movimiento de Black Lives Matter exhumó verdades que no habíamos entendido, aun si él fue uno de los pocos músicos blancos que se opuso a la violencia policial contra los negros, como en "American Skin (41 Shots)" en el año 2000. "La supremacía blanca y el privilegio blanco son mucho más profundos de lo que pensaba", dice. "Creo que antes pensaba que el racismo y la supremacía blanca y el privilegio blanco eran venas en nuestras extremidades. Ahora creo que es una aorta que recorre el corazón de la nación. El movimiento me abrió los ojos, fuera o no estúpidamente ingenuo antes".
Está orgulloso de que su hijo Evan, de 30 años, fuera a las marchas en Nueva York. "No va a haber una sociedad post racial", dice Springsteen. "Eso nunca va a pasar. Pero creo que una sociedad en la que la gente se vea como hombres y mujeres, como estadounidenses, es posible. Es un movimiento cargado de esperanza, y el grupo que está en la calle está formado de gente muy diversa y joven. Es el movimiento que la historia exige ahora".
Springsteen hojea un cuaderno que agarró de la casa, donde ha estado escribiendo sobre Clarence Clemons y BLM, entre otros temas. Encuentra una página con la letra C en el primer renglón. Parte de la gran reacción que tenía el público ante las payasadas y la hermandad palpable entre él y Clemons sobre el escenario, cree Springsteen, era porque veían "un Estados Unidos que querían imaginar que existía. Y creo que no era del todo casualidad. Nuestra idea era presentarle al público una versión musical de la ‘comunidad amada’ de John Lewis’". El fallecido diputado y líder de los derechos civiles solía mencionar esta frase de Martin Luther King Jr., que Lewis describía como "una sociedad basada en la justicia simple, que valora la dignidad y el valor de todos los seres humanos".
Springsteen sabe que no siempre fue fácil para Clemons, quien experimentó una vida en una E Street Band mitad blanca mitad negra solo de manera breve, cuando grabaron "Born to Run". Los miembros negros sufrían el racismo en las giras, pero las tensiones raciales no eran un problema en la banda. El baterista Ernest "Boom" Carter una vez me dijo: "Esa mierda no pasaba en la banda. La única vez que tuve problemas fue afuera de la banda".
Cuando Carter y David Sancious se fueron juntos en 1974 para empezar un grupo de jazz-fusión, Clemons pasó a ser el único miembro negro de un grupo blanco y muchas veces tocaba para públicos enteramente blancos. "Estábamos demasiado cerca del público", dice Springsteen, "como para fingir que la raza no era un tema". Clemons le dijo al autor Peter Ames Carlin que le dio mucho placer finalmente tocar para un mar de rostros negros en el primer recital de la E Street Band en África, en 1988: "Era la primera vez que veía más de una persona negra en un recital de Bruce... Pensé: ‘¡Wow! ¡Hay árboles violetas y no hay gente blanca! ¡Debe ser el paraíso!’".
En los viejos tiempos, Springsteen le daba un largo beso en la boca a Clemons en los recitales, para lo cual a veces tenía que recorrer todo el escenario. Durante años, el gesto despertó muchas teorías de estudios culturales (tonos queer, subversión racial, etc.) y últimamente inspiró collages fotográficos en las redes sociales de parte de fans jóvenes que adoran la idea de que uno de los rockstars más supuestamente hétero desafíe a los elementos más cuadrados de su público. Cuando le hablo de esto a Springsteen, le divierte y se queda boquiabierto. "¿Me estás cargando?", dice. "Tengo que ser sincero con vos. Nunca lo pensé. Nunca fui consciente del gesto, ni lo pensé demasiado. Éramos muy amigos".
Más tarde, agrega: "Estamos hablando de una de las relaciones más profundas de mi vida. No la puedo reducir a un ejercicio intelectual. No la puedo reducir a una explicación sociológica, son 45 años de trabajo y amor con uno de mis mejores amigos".
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En Letter to You hay una sensación de finalidad inquietante. La foto de la tapa muestra a Springsteen en un paisaje invernal y el tema del título, según reconoce, es una suerte de resumen de su visión artística: era como una carta que le enviaba al mundo, en la que "trataba de resumir lo que mi corazón encuentra verdadero". Exhumar las tres canciones de los setenta se siente como un volver a los inicios, por más que él insista en lo contrario.
¿Puede que sea el último disco de la E Street Band? "Creo que nos dimos cuenta de que quizás sí", dice Van Zandt. "Confrontar la mortalidad propia es verdadero y realista, y puede ayudar a otra gente que esté pensando en esas cosas, que puede estar yéndose, o que tiene algún ser querido que murió hace poco. Y para cuando esto salga, quizás ya seamos 200.000. Puede ser catártico para esa gente. También puede ser literal. En este momento, si tenés algo para decir, ¡decilo ahora! ¡No esperes demasiado! Porque, ¿quién sabe? No creo que él hablara literalmente. Y si es el último disco, bueno, nos fuimos a lo grande. Y si no lo es, vamos a volver, ¡y tendremos que hacer uno mejor!".
Springsteen reconoce que "no hay garantías del mañana", pero eso es lo único que dice del tema. Probablemente haya que subrayar que el estribillo de "Ghosts" lo encuentra casi gritando "¡Estoy vivo!". "Mi plan", dice Springsteen, "es que el camino sea largo... Algunos de mis proyectos recientes fueron como resúmenes, pero en realidad, para mí, son resúmenes de este momento de mi vida. Tengo muchas cosas más por hacer y planeo hacerlas".
Tiene "muchos proyectos", incluyendo el trabajo en sus archivos, que incluyen varios "discos perdidos" enteros, junto con descartes más dispersos. Weinberg, por ejemplo, hace tres años que va al estudio para grabar pistas para al menos 40 canciones viejas "en todos los estilos diferentes". "Cualquier otro artista mataría por tener esas canciones", dice el baterista. Algunas de esas canciones van a aparecer en un segundo volumen de Tracks, otras probablemente en otros formatos. "Hay mucha buena música por publicar", dice Springsteen y señala que le gusta colaborar con sus viejos "yo". "Es como volver a esa época. No es difícil. Si agarro algo de 1980, 1985 o 1970, es sorprendente cómo uno se puede meter en esa voz. Es como un espacio mental. Todas esas voces están disponibles para mí, si quiero ir hacia ellas".
Fue una tarde larga y Springsteen empieza a acompañarme al auto, seguido por dos perros, un ovejero alemán llamado Dusty (¡Dusty Springsteen!) y un terrier pequeño llamado Toast, pero cambia de planes a la mitad. Vamos al estudio: ahí Ron Aniello, su productor desde Wrecking Ball, y el ingeniero Ron Lebret trabajan en el proyecto misterioso del día. En un atril hay un papel con una serie de acordes y un título desconocido. "Esta", dice Springsteen, señalando los instrumentos que hay por todas partes, "es la casa de las mil guitarras". También me muestra el garaje adyacente, lleno de motos y autos antiguos, incluyendo el Corvette de la tapa de su autobiografía, que uno de sus hijos reconstruyó hace poco para que se vea como en la foto.
Le pide a Aniello que abra una botella helada de Cuervo y nos sentamos frente a una pantalla plana enorme para ver la película de Thom Zimny sobre las sesiones de Letter to You; el documentalista que trabaja con él desde hace años estuvo allí para capturar cada momento de la grabación en un blanco y negro evocador. "Ahí había como 20 camarógrafos", recuerda Weinberg. El plan de Springsteen es mostrarme solo 10 minutos de la película, que se publicará para acompañar el disco.
Pero en cambio terminamos mirándola entera, una hora y media durante la cual Springsteen cada tanto agarraba el control remoto para subir el volumen a nivel MetLife Stadium. Se sirve un poco más de tequila, se ríe de los chistes, canta algo de tanto en tanto. Es otra tarde en Jersey, viendo a Bruce Springsteen viendo a Bruce Springsteen grabando un disco con la E Street Band.
Antes de que empiece la película, Springsteen sirve vasos para Aniello y para mí y propone un brindis. "Por el rock & roll", dice, y hace una pausa larga antes del remate: "O lo que queda de él". Se ríe, y todos tomamos.
Por Brian Hiatt - Desde Rolling Stone USA
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