Paul McCartney, en el Campo Argentino de Polo: "Estoy feliz de volver”
Pasadas las 21 horas, el Campo Argentino de Polo recibe con una gran ovación a Sir Paul que, casi con puntualidad inglesa, sale a reencontrarse con su público argentino. Es una noche ideal: con estrellas y clima templado. Se trata de su cuarta visita al país , esta vez con el Freshen Up Tour.
Se va Dj Chris, quien lo acompaña desde hace años y se encargó de recorrer con su set la discografía del ex Beatle. Se terminan las visuales con fotos de Paul McCartney en diferentes épocas y el escenario se vuelve azul. Empieza a sonar una intro. Ahí está él: con pantalón negro, camisa blanca y chaqueta negra, el cantante de 76 años ostenta un impecable estado. Solo tiene la voz un poco más ronca.
Como ya había hecho en Santiago de Chile (y en La Plata en su última visita en 2016), arranca con uno de los temas inmortales de Los Beatles , "A Hard Day’s Night" que logra el objetivo: revivir, en las cerca de 60 mil personas, aquellos tiempos nostálgicos con un hit que tiene más de 50 años. Para seguir con un tema de Wings, "Junior’s Farm" y darle así protagonismo a los tiempos en que componía junto a Linda, una de sus mujeres.
"Hola Argentina. Qué buena onda. Estoy feliz de volver", dice en un simpático castellano, antes de adelantar que va a tocar canciones viejas y nuevas y que va a intentar hablar un poco de español.
Y así sigue con "Letting Go", donde los vientos y la pantalla en rojo se adueñan por un momento de la noche. Uno de los trompetistas toca en medio de la gente mientras McCartney improvisa unos pasos de baile. Cada tanto revolea los ojos y hace movimientos casi imperceptibles. Muchos son torpes y simpáticos a la vez.
La banda es la misma con la que vino en 2016: guitarra, bajo, batería, teclado, vientos. "Vamos a pasarla bien hoy: hay fiesta en Buenos Aires", lanza y se suma a los "oh oh oh" del público. Llega el turno de los nuevos temas. "Who Cares" es una de las 3 canciones elegidas para presentar su último disco, Egpyt Station. McCartney canta contra el bullying y, para promocionar el tema, protagonizó un video con Emma Stone.
Casi sin respiro llega "Come On To Me", donde los vientos y el guitarrista de melena rubia se llevan todos los aplausos. La cabeza de Sir Paul cada tanto hace ese meneo tan característico que está registrado en los primeros videos de The Beatles. Se saca el saco y puede verse el toque negro en las hombreras de su camisa. Deja el bajo por un rato, agarra una guitarra roja con dibujos de figuras con los brazos arriba y da su clase de rock n´ roll en "Let Me Roll It". Paul comanda las guitarras para después mostrar su dote de hombre orquesta y sentarse al piano. Primero, para interpretar "Let’ Em In" y, después de acompañar el "Olé Olé Olé" con la melodía del Yamaha, llega el primer tema dedicado de la noche. Esta vez es "My Valentine" y es para su esposa Nancy que, cuenta, está acompañándolo en el Campo de Polo.
"Esta es la canción que grabaron los Beatles cuando la banda se llamaba The Quarrymen", anuncia antes de tocar "In Spite of All the Danger". Hay gente de todas las edades: padres con hijos, millennials... Es un evento multigeneracional y él lo sabe. Por eso su show tiene un equilibrio perfecto entre clásicos de The Beatles, de Wings y algunos temas solistas. El británico vuelve adelante para poner a todos a bailar con "Dance Tonight", donde el carismático batero, quien cumple años, lleva adelante una original coreografía. Paul sigue paseándose entre instrumentos, y ahora toca una mandolina.
El cielo despejado y la luna casi llena terminan de ilustrar el encuentro. El bajista de los Fab Four tiene canciones para rato. Llega la dupla irresistible de "Love Me Do" y "el tema que hizo por los derechos civiles": "Blackbird". El Campo de Polo, iluminado por las luces blancas de los celulares, se funde en un coro universal. Son esas las canciones que no solo atraviesan tanto a los contemporáneos del artista, que las cantan fuerte, sino también a sus nietos.
La puesta sufre una modificación, para honrar a su amigo John Lennon , McCartney canta desde arriba de una tarima negra. La misma lo eleva desde el escenario. "Escribí esta canción para mi hermano John", anuncia antes de entonar la letra de "Here Today". Los aplausos para homenajear a Lennon se adueñan del espacio. Las pantallas proyectan el mundo, estrellas de colores, lásers verdes y rosas. Una especie de viaje lisérgico va desde el escenario al público, que siente un leve escalofrío al pensar en el otro chico de Liverpool.
A falta de un piano, de repente aparece otro. Es colorido y tiene dibujos como si se tratara de manchas celestes, rojas, blancas. Un autobus mágico sin tanto flower power. Sir Paul canta "Queenie Eye" y sigue con la aclamada "Lady Madonna".
"Aprendí español en Inglaterra a los 11 años y aprendí esto: 'Tres conejos en un árbol tocan el tambor'", confiesa en otro guiño de simpatía.
"Eleanor Rigby" es la próxima y empalma con "Fuh You" (de Egypt Station) para retomar los temas más esperados de la noche. La psicodelia y experimentación saca por unos minutos a Paul de su pose de caballero inglés cuando canta "Being fot The Benefit of Mr Kite!". Las pantallas proyectan figuras que parecen en 3D, como medusas de colores. El hechizo finaliza para reencarnar en un ukelele. Con instrumento en mano, McCartney quiere rendir tributo a otro ex Beatle. "Something", la canción que escribió George Harrison , es el tema con el que lo recuerda.
Y es tiempo de hits, uno detrás del otro, "Ob-La-Di, Ob-La-Da" le pone el toque balada a la primeras dos horas de show. El británico no parece cansado, canta un tema detrás de otro, su camisa está impoluta. No se ve un signo de transpiración en su frente ni una mueca de cansancio. La banda lo acompaña cómoda y, a simple vista, no se percibe un solo pifie ni fallo. Todo está perfectamente calculado; también, el comienzo de la despedida. Después de rockear un poco con la dupla de "Band On The Run" y "Back In The U.S.S.R", llega quizá el momento más emotivo de este recital. Solo en el piano, Sir Paul logra hacer correr lágrimas con su exquisita versión de "Let It Be".
Pero como Paul sabe como manejar los climas, elige seguir con "Live and Let Die". Y lo hace con un poco de efecto Hollywood: en la parte más Misión Imposible del tema, el fuego y humo del escenario se convierten en fuegos artificiales. Y con "Hey Jude" llega el falso final. McCartney arenga al público para que cante el "nananana" del estribillo mientras baila y hace pasos histriónicos.
Son las 23:30, Paul deja el escenario pero vuelve por más. Sale con la bandera argentina en mano. Y para despedirse de los "grosos" y "capos", como dice al final, la elección es mucho más que efectiva: la seguidilla inicia con "Birthday" y "Sargent Peppers Lonely Heart Club Band" para terminar con "Helter Skelter" y, al piano, con la potente "Golden Slumbers" que fusiona con "The End". Es que si hay algo en lo que es experto Paul es en dejar satisfecho a su público: casi tres horas de show, más de 30 temas y una selección equilibrada de hits.
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