Ciro y los Persas: una banda impecable y el reencuentro con Piti Fernández que entusiasma a los fanáticos de Los Piojos
A casi un año de su última presentación en Vélez, el cantante volvió al estadio de Liniers con sus clásicos y con uno de los estilos más reconocibles del rock argentino; el reencuentro “piojo” emocionó a todos
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Artistas: Ciro y Los Persas. Lugar: Estadio de Vélez Sarsfield. Nuestra calificación: muy bueno.
Que la música nunca pierda los ritos del rock. Especialmente los de los recitales. Esos que se producen cuando la gente está dentro del estadio y la banda ya está sobre el escenario haciendo su trabajo. También hay costumbres que ya parecen anacrónicas y conviene dejar a un lado. Pero lo bueno es que se pueda conservar el ritual de encontrarse en la música, para vivirla por el tiempo que dure un recital. Cuando todavía faltaban 30 minutos para el inicio del show que anoche dieron en Vélez Ciro y los Persas, uno de los asistentes de escenario amagó con un riff de Los Piojos y el campo se encendió como un fulgor. La provocación tuvo su consecuencia. Acción y reacción; estímulo y respuesta inmediata. Gente saltando frente al proscenio; camperas y banderas revoleadas durante apenas un instante. Como si el público también estuviera probando su sonido, el de un ritual que se desarrollaría por las siguientes tres horas. Y un poco más también.
Las historias en ese campo se contaron de a una y por cientos. Cada uno llevó la suya. Gabriel, cumplió 18 hace un mes. Para el show de Ciro del año pasado estaba internado. Le habían descubierto una enfermedad rara. Pero zafó y allí estaba anoche, entre tantos fans de varias generaciones. Porque esa es otra de las virtudes de Ciro, su poder de convocatoria intergeneracional.
Veamos en detalle: cincuenta y dos minutos más tarde del horario anunciado en los tickets, Ciro y su troupe ganaron el escenario con pulso murguero. Remera y saco largo negros, pantalón rojo látex y los pies inquietos, para recorrer es escenario de ida y de vuelta, mientras las banderas se agitaban en el campo. Uno, dos, tres, cuatro temas enganchados y elegidos por su pulso de alto impacto. Un bloque compacto y furioso que tuvo títulos como “Banda de garage” y un primer saludo breve, para no caer en distracciones: “Buenas noches Vélez Sarsfield”. Eso. Nada más.
Las plateas completas. El campo llenísimo. Rock en estado puro y algunos visuales para matizar el pulso ocular. Con temas como “Angelito” el ritmo del recital comenzó a mostrar los primeros cambios o aristas. Aunque no se esperaban sorpresas de consideración. Ciro no estaba presentando un disco. De hecho, de su última producción, centrada en sus éxitos en versión sinfónica, anticipó algo en este mismo escenario, un año atrás. Luego hizo una presentación más formal en el Luna Park y también lo paseó por varios estadios y festivales del país. Éste, el del sábado 9 en Vélez fue un recital porque sí. Por el simple hecho de seguir en la ruta y de cumplir con un ritual que el público sigue demandado.
“Vas a bailar como si fuera la última noche”, dice una de sus canciones. Es la misma que más tarde sentencia: “Si ser lo mismo es virtud, vos sabés bien que también es quietud. / No hay que viajar a otra dimensión para escuchar lo que suena mejor dentro tuyo (...) Niños de pantalla bienvenidos al mercado”.
“¿A ver si se acuerdan de esta?” desafió más tarde, mientras salía la línea de bajo de otro de sus rock de cancha, “Motumbo”, de la era Los Piojos. Después vendría el groove stone de “Caminando” y más tarde “Luz de marfil”, que sirvió para que Ciro se acercara por primera vez al público. Si hay temas que sirven mas para una cosa que para la otra, el cadencioso “Tan solo” es el ideal (o uno de ellos) para que los miles de cantores y cantoras calienten el garguero con sus versos: “Quizá no sea el vino, quizá no sea el postre, quizá no sea nada...” Y si hay otro para el pogo, ese será “Antes y después”, con sus semitonos y arabescos. Pero sólo hubo saltitos, desde las vallas junto al escenario hasta la popular, porque la cantidad de gente que desbordó el José Amalfitani no permitió mayores movimientos. Según Ciro, fueron 45.000 los fieles que asistieron esa noche.
Pasada la primera hora, el show repitió sus rituales. “Luz”, esa balada que se convierte en rock rutero y luego en coro de cancha, con imágenes futboleras como telón de fondo. Ciro agradeció a la Selección Argentina de Fútbol y dijo: “Nos demostró que es una mentira que los argentinos somos solo individualidades que no podemos trabajar en equipo”. Y otra vez volvió a la muletilla de la noche “¿A ver si conocen esta?”, para poner primera y salir con otro de sus hits a prueba de fallos, “Como Alí” , en versión extended. Y con su hijo en el coro.
También hubo un cover de Charly García, sobre una pista donde aparecía el propio García entonando “Raros peinados nuevos” y más tarde una dedicatoria a los héroes de Malvinas. El clásico cantito “el que no salta es un inglés” fue convertido por algunos plateistas en: ”Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta vota Milei”.
Con Piti Fernández como invitado especial entonó “Bicho de ciudad” y “Pacífico”, y luego hizo una votación. El público debía levantar la mano para elegir entre “Pistolas” y “Cruel” y fue esta última la que se impuso en la preferencia. O en lo que Ciro interpretó como la voluntad de la mayoría (difícil saberlo con semejante gentío que cubrió hasta el último rincón del campo).
Recién después sonaron las dos extensas tandas de bises con ese juego de amagos de despedida pero sin ánimo de irse definitivamente, o al menos hasta que se cumplieran las tres horas y diez minutos de show, y habiendo pasado por 29 canciones, más agregados fuera de programa, como el clásico de Ariel Ramírez y Félix Luna, “Juana Azurduy”. El ritmo siempre vertiginoso, el poder de los hit y una banda que suena absolutamente impecable lo hicieron posible.
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