El Movistar Fri Music vuelve con Ciro y Los Persas
El festival itinerante Movistar Fri Music regresa mañana sábado y su primera parada es la ciudad de Bahía Blanca, El Parque Boronat será la sede del show de Ciro y Los Persas , La Que Faltaba y El plan de la Mariposa, desde las 16. La segunda fecha, el próximo sábado 26 de este mes, se realizará en la ciudad de Neuquén, en el Parque Central, con los shows de Dread Mar I (a punto de sacar nuevo disco), Miranda! y Oriana Sabatini. Tanto la fecha que lidera el exPiojos en Bahía Blanca como la de Neuquén serán transmitidos vía streaming y para toda América Latina desde la fanpage de Movistar: www.facebook.com/movistarargentina.
Una carrera llena de música
Antes de viajar hacia Bahía Blanca, Andrés Ciro Martínez se juntó con LA NACION para hablar de su gran regreso a los escenarios. Acaba de cumplir 50 años y está preparando una gran fiesta para diciembre, cuando se convierta en el único músico argentino en llenar el estadio de River con dos proyectos diferentes. La última vez que estuvo allí fue en mayo de 2009, en la despedida de Los Piojos, un recuerdo amargo que aún hoy lo perturba. Por eso también este regreso con Ciro y Los Persas, el 15 de diciembre, tendrá cierto gusto a revancha. Y también funcionará como reafirmación del camino tomado tras la disolución de la banda que en la década del 90 lo convirtió en uno de los compositores más relevantes de su generación y en uno de los músicos más convocantes del rock argentino.
Es de noche, afuera la lluvia no da tregua y cuando se le pregunta por aquella última noche que pisó el estadio de River como líder y cantante piojoso, lo primero que se le viene a la mente es, precisamente, la lluvia. "Llovía muchísimo y también hacía mucho frío. Pero también la lluvia como metáfora de ese momento. Había muchas cosas en nuestras cabezas, fue un show muy especial, muy raro, con mucha tensión. No fue un show que realmente haya disfrutado. Había momentos en que sí, pero fue un recital complicado, doloroso. Por suerte ahora se vuelve con otro espíritu", dice no bien arranca una charla de más de una hora en la que analizará su último disco, la segunda parte de Naranja persa, que salió un mes atrás, volverá a insinuar que el retorno de Los Piojos es prácticamente imposible, recordará sus (pocos) años como empleado antes de dedicarse a la música, reflexionará sobre la rutina y las crisis de los números redondos, hablará de su vínculo lírico-poético con Manal y Pappo y, entre otras cosas, contará cómo aquella noche, hace más de treinta años, surfeó inconscientemente en la oscuridad el techo de un tren de Palomar a Retiro y solo la fortuna o el azar hizo que hoy pudiéramos estar charlando frente a frente.
Ciro posa para las fotos y cuesta creer que tenga 50 años. "Mi hermano el otro día me preguntó si no me había hecho algún retoque, porque un amigo le había dicho que le parecía que sí. No sé, en mi familia nadie tiene arrugas, es todo natural".
¿Te movilizó cumplir 50?
-No, la verdad es que no. Me impactaron más los 40.
Dicen que la peor crisis es la de los 30.
-Bueno, sí, a los 30 empecé a tomar Rivotril, tuve ataques de pánico, tuve que tomar otra falopa para poder dormir. Los 30 fueron heavy por varios motivos, había fallecido mi viejo hacía poco, me divorcié, había tenido discusiones grandes con los productores del disco Azul, diferencias que sumaron un estrés que me llevó a tener que tomar varias pastenacas y a empezar a ver a un psicólogo, que casualmente fue (Gabriel) Rolón. Los 40 también, porque me parece que es un cambio distinto. Los 50 me parece que están dentro de los 40, estás en la misma sintonía. Quizá cumplir 60 o 70 sea más fuerte.
Después de tantos años arriba del escenario, ¿todavía sigue siendo importante hacer un recital en River? ¿Era una meta para vos cuando volviste a empezar con Los Persas?
-Creo que de alguna manera para cualquier músico argentino llegar a River es una meta, es el estadio más grande y es como un paradigma. Como quizás en otra etapa, hace muchos años, lo era Obras. Por otro lado, significa mucho porque es volver a tocar ahí después de aquella despedida con Los Piojos en 2009. Ahora vuelvo con otro proyecto, siendo una suma de aquello que fui, más lo que soy hoy, y poder llegar a hacer una fiesta con la gente en un lugar así es un sueño renovado. No es moco de pavo.
-Muchos músicos muy populares suelen añorar la época en que tocaban en espacios más pequeños. ¿Qué es lo que te sigue seduciendo de tocar en grandes estadios?
-Uno cuando va al interior, excepto que sean capitales de provincia, toca en lugares más chicos. Eso está, uno lo vive, no tengo una necesaria melancolía. Si bien en un estadio te sentís más lejos en un punto, es todo un desafío. Vos tenés que llegar a toda esa gente y justificarle la plata que gastó en esa entrada y tenés que conmoverla, hacerla bailar, llegarle al corazón y hacerle que se vaya satisfecha. Surfear esa ola es todo un desafío, una prueba.
-El segundo disco de Naranja persa llegó un año y medio después del primero. ¿Tienen conexión uno y otro?
Para mí tienen cosas en común. El dos iba a tener ocho o nueve temas, pero en realidad salieron cosas nuevas y todo se fue extendiendo. Salió "Prometeo", sumamos "Dice", que era un tema que había quedado colgado de 27. "Todo es igual" estaba pero faltaba redondear. Era una zapada de diez minutos, donde yo iba tirando melodías y a veces es difícil ver qué pedazo sacar y convertir algo que dura diez minutos en cinco. La improvisación es muy difícil de recrear. Todas las canciones fueron alguna vez improvisadas, pero hay cosas que son únicas y se dan solo en ese momento, porque después es muy difícil reproducirlo. Entonces, esa cosa de blues o de jazz que hacés se transforma en pop, porque vos estás tomando un esquema y repitiéndolo. "Todo es igual" es un tema que me gusta, con una letra que me estaba dando vueltas en la cabeza creo que desde que hice el Ciclo Básico.
-¿Tanto tiempo?
Sí, tenía un profesor que hablaba de Foucault y contaba, minuto por minuto, hora por hora, día a día, lo que hacía una persona y cuando terminaba te preguntaba: ¿Esto pertenece a la vida de una monja de clausura, a un preso o a un oficinista, un empleado de la vida moderna? Y yo estaba haciendo esa vida, trabajaba en una compañía de seguros y escuchar eso fue como cargar una piedra del tamaño de la piedra movediza de Tandil. Me parece interesante y fue raro cantarla en Rosario, porque había mucha gente que no conocía la canción, pero notaba una tensión muy importante a lo que iba diciendo, que en definitiva es el yugo en el que vivimos, que de una u otra forma es casi imposible escapar. El tema de la rutina es inevitable.
-La rutina como temática sobrevuela un poco este disco...
Puede ser, lo que me pasa muchas veces es que deseo tener una rutina, a contramano de todo el mundo. La rutina da tranquilidad, así como te agobia y aliena, sin rutina todo es inestable y a la vez es como que todo se vuelve nada. Porque para que el sábado sea sábado, necesitás el lunes... La rutina te da tranquilidad espiritual. Son construcciones quizá que nos alejan de la muerte, que te hacen creer en un mañana y mantienen tu mente ocupada también. Si a todos nos dijeran que no tenés que trabajar más y que tenés que dedicarte a vivir tu vida, primero habría grandes fiestas y jolgorios, pero después la angustia de la gente puede ser terrible. Es como que te dejen pensar en tu muerte las 24 horas del día.
-Ahora decís querer tener una rutina, pero el otro día vi en YouTube un viejo programa de Polo (el periodista Fabián Polosecki) en el que aparecía un Ciro veinteañero "surfeando" en el techo de los trenes... ¿Era otro Ciro?
En ese momento había muchas cosas que uno hacía porque a esa edad se cree que es inmortal. Me acuerdo de que una noche me subí corriendo al techo y fui desde el fondo hasta la punta, solo. Cuando decidí correr era la parte entre Palermo y Retiro, donde el tren más dobla. Un inconsciente pelotudo, porque otra vez me subí de día y vi sentado que había un montón de cables que pasaban bajo y justo donde corrí esa vez no había ninguno. De pedo no me comí uno en el pecho y me tiró a la mierda.
-¿Ves este disco como un poco más autorreferencial?
Lo veo más en el uno, con temas como "Hoy te vas", "Cinco bestias" o "Amor prohibido", conflictos más de un individuo. Este disco lo veo un poco más hacia afuera. Siempre uno escribe desde su percepción, pero lo veo con un par de temas más sociales, la mirada de una sociedad, como esto que te contaba de "Todo es igual".
-Vos siempre fuiste como una suerte de narrador de la época en tus canciones, más en la tradición de Charly García que en la de Spinetta...
Siempre me gustó más la poesía que se entiende, entre comillas. Yo tuve una época, breve, en que escuché a Spinetta y me parece un tipo fusionado con la música. Es un ser musical, como me parece Rada por ejemplo, pero Rada desde la letra me conmueve. Spinetta desde la letra no. De hecho, la mayoría de las veces no lo entiendo. Quizás entre uno y otro extremo esté el Indio. Aunque tampoco te diría que las letras del Indio son las que más me gustan, si bien tiene cosas que me parecen extraordinarias. Las letras de Pappo me parecen extraordinarias. O las de Manal, esa referencia crudísima, mezcla de rayo láser con una lanza, que penetra en lo que se ve, en la descripción de lo que se ve. Eso me parece tan difícil de hacer como una poesía difícil de entender. Yo trabajo en ese sentido las letras, en encontrar la imagen, encontrar lo que atraviesa al otro, que es lo que me parece que tiene que buscar el que emite un sonido arriba de una tarima.
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