Ciro y Los Persas: una máquina de rock que brindó más de tres horas de show en River
Casi diez años atrás hacía frío, llovía y Los Piojos daban su último y emotivo recital en el estadio de River. La fecha (30 de mayo de 2009) quedó marcada en la memoria de los presentes y en la de Andrés Ciro , que a partir de ese momento se juramentó volver, ya como solista. "Cuando nos juntamos por primera vez con Juan [Gigena Ábalos, guitarrista de Los Persas] en un momento me preguntó: 'bueno, ¿cual es tu idea? ¿formar una banda? ¿ensayar?'. Le contesté: 'Tocar en River''", rememoró anoche el cantante frente a su público, en el Monumental, evidenciando desde hacía cuánto que anhelaba esta especie de sana revancha personal luego de aquel abrupto final de Los Piojos (y las divisiones internas que habían quedado a la vista) y una carrera en solitario que sedimentó paso a paso: primero llegando al Luna Park (2010), luego a Ferro (2013) y ahora River, el primero en llegar dos veces al Monumental con proyectos musicales distintos.
"Sabemos lo difícil que está la situación y lo complicado que es para muchos comprar una entrada. Agradecemos lo que están acá y a los que lo siguen por Internet", dijo Ciro, a poco de comenzado el show, pasadas las diez de la noche, con una seguidilla al palo que incluyó a la rockera "Banda de garage" (de Espejos, su primer disco solista), "Desde lejos no se ve" (primer crédito piojoso) y "Prometeo", el corte de Naranja Persa 2, el disco que sacaron este año. Para entonces quedaba claro que sería una noche larga (y lo fue: terminó redondeando tres horas y media de show) en la que Ciro y Los Persas se dedicarían a sacarle brillo y sudor - como la muy buena máquina de rock que son - a cada tema elegido, ya sea propio o del cancionero de Los Piojos.
Movedizo y afilado, Ciro hizo suyo el amplio escenario de River (que coronaba la cabeza de un gigante elefante inflable) desplegándose de una punta a la otra y corporizando las inflexiones rítmicas de cada tema además de los vaivenes de sus letras. Sabe que probablemente sea el mejor showman libra por libra del rock argentino y lo hace valer: en "Servidor", un rythm & blues de Espejos, encarna al clásico sumiso ("Como un esclavo, como un sastre, como un mago", canta) mientras en "Juira!", un funky de Naranja Persa 1, va en bastón como un mariscal de campo, siempre en conexión directa con el público, que se sabe parte de un gran festejo y se entrega a su seducción.
Los Persas también hacen lo suyo: en su mayoría acompañando a Ciro desde que arrancó como solista en 2010 (y participando en créditos musicales en varios momentos de los discos), se los ve genuinamente comprometidos: una banda tracción sangre que hace aún mejor la ya muy buena música que tocan. Con el guitarrista Juan Gigena Ábalos como la mano derecha del líder, Los Persas pisan fuerte en el groove sostenido de la dupla Broder Bastos-Lulo Isod (bajista y baterista, respectivamente) y en los aportes específicos de Rodrigo Pérez en segunda guitarra, Nico Raffetta en teclados, y una sección de vientos fundamental para acentuar la raíz casi siempre negra de las composiciones del cantante.
"Que sí que sí, que no que no. Que qué que qué, que vos que yo", canta por ejemplo en "Por cel", un soul a dos voces con Julieta Rada (hija del legendario Rubén Rada, influencia decisiva en la veta rioplatense de Los Piojos) que tiene su momento estelar a pura libertad de cuerpo y garganta, en este tema que ironiza sobre las idas y vueltas del levante vía celular. Alejandro Ciro Martínez, su hijo de 9 años, protagoniza otro momento especial al hacerse cargo del estribillo rapeado de "Pistolas", clásico de Los Piojos, e introducir un trap de Duki, estrella local del género. Espontáneo y naturalmente alegre, el hijo de Ciro derrama buena vibra en una noche veraniega que es lo opuesto en clima y perspectiva futura a aquella tormentosa de 2009.
El público proveniente de varios puntos del país ya había recibido mucho de lo que había ido a ver: una gran noche de comunión rockera
"Les quiero presentar a un gran amigo. No sé si lo conocen", introdujo Ciro a Micky Rodríguez, histórico bajista de Los Piojos, que fue festejado de inmediato para hacer una coreada versión de "Tan solo" a pura morisqueta de dos que fueron compañeros de banco. Luego fue el turno de Dani Buira, baterista piojoso y responsable de La Chilinga, grupo de percusión rioplatense, que aportó timbales en "Ando ganas", "Verano del 92", y bata en "Babilonia". Y, finalmente, de Chucky de Ipola, tecladista en los últimos discos de Los Piojos, que sumó talento para "Luz de marfil" y "Ay ay ay", con Micky y Buira todavía sobre el escenario. "Para Tavo", gritó Ciro en recuerdo de Tavo Kupinski, guitarrista del grupo que falleció en 2010 por un accidente de ruta, para redondear el segmento piojoso de la noche. Mejor no se consigue.
Para entonces el público proveniente de varios puntos del país (como indican sus banderas) ya había recibido mucho de lo que había ido a ver: una gran noche de comunión rockera. Pero faltaba más porque Ciro, ya sólo con Los Persas, todos amuchados en el puente que avanza hacia el campo, iba a encarar otros momentos altos como las rockeras "Antes y después" y "Astros"; y rendiciones piojosas como "Morella" (tras compulsa a mano levantada del público), "Como Alí" y "Fantasma". A Ciro le sobran los hits y la sensación es que podría tocar una hora más. Pero la madrugada avanza y "hay que entregar el estadio". "La gente de River se portó muy bien con nosotros. Se portaron como campeones. Y nosotros nos portamos bien con River", cierra el cantante para explicar por qué un extra bis, final-final, no iba a ser tocado tras la lectura de bandas. El himno nacional en armónica acompaña la retirada hasta la próxima vez. El rock todavía puede jugar de local en River.
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