Calma los nervios, abre la mente, refuerza la autoestima y más: la música pesada cura todos tus males
Que nombres de bandas como Prostitute Disfigurement o títulos de canciones como “Fucked With a Knife” no te engañen: el heavy metal le hace bien a tu cuerpo y a tu mente. Avanza la historia y caen los prejuicios, pero aún en 2016 sigue habiendo quienes por pura ignorancia asocian a la música pesada con una especie de deterioro físico y moral inevitable que la mismísima ciencia desmiente. A continación, cinco estudios que demuestran que escuchar a Black Sabbath es mucho mejor para tu vida que, por ejemplo, David Guetta.
Lo último que supimos al respecto fue un algo que publicó en julio la Asociación de Psicología Estadounidense, en un paper llamado “The Memory Remains: cómo el heavy metal ayuda a combatir el miedo a la muerte”. Este trabajo consistió en hacer que un grupo escuche “Angel of Death” de Slayer y el otro un audiolibro, y que luego ambos respondieran preguntas. Los investigadores recopilaron esa información y llegaron a la conclusión de que quienes escucharon metal (y no lo odiaron) obtuvieron un refuerzo de índole cultural y fortificaron su autoestima, quedando así mejor posicionados frente al miedo a morir. Si querés intentarlo, dale play.
Allá por 2014, la publicación Psicología de la Estética, la Creatividad y las Artes condujo un estudio con 414 participantes que debían escuchar diez canciones de grupos como Overkill, Enslaved, Disturbed y Cradle of Filth y determinar cuánto le gustaba cada una. Las conclusiones a las que llegaron los científicos fueron que quienes disfrutaban más de esos temas tenían más desarrollada la resistencia a la autoridad y una mayor apertura mental. También tenían menos autoestima, pero justamente el metal servía como catársis para reforzarla. Ahí va una de Overkill, fijate si funciona.
En 2015 la psicóloga Tasha Howe de la Universidad Estatal de Humboldt, Estados Unidos, llevó adelante un estudio llamado Tres décadas después: las experiencias de vida y el funcionamiento de las groupies, los músicos y los fans del heavy metal de los 80. Allí se dedicó a entrevistar a metaleros ochentosos, arribando a la conclusión de que quienes participaron de esa escena fueron “significativamente más felices en su juventud y más ajustados ahora” que los fans de otros géneros. Howe también estableció en su investigación que quienes crecieron yendo a ver a Poison se sintieron apoyados socialmente y eso los hizo más abiertos a pedir ayuda ante problemas emocionales. ¿Estaremos a tiempo? Intentémoslo.
Muchos supondrían que escuchar metal, más que calmarnos, nos da ganas de cabecear un cascote o buscar roña contra algún grandote. Y sin embargo la Universidad de Queensland en Australia determinó en 2015 que no, que más bien todo lo contrario. Científicos de ese colegio entrevistaron a 39 fans del heavy metal, el emo, el hardcore, el punk, el screamo y otros géneros periféricos de entre 18 y 34 años y determinaron que “la música regula la tristeza y potencia las emociones positivas”. Además, descubrieron que “cuando experimenral ira, los fans de la música extrema buscan escuchar música que la canalice”. ¿Música extrema? Algo de Mayhem, para ver si amainás o salís a incendiar un patrullero.
Por último, en febrero de este año el profesor Rodney Schmaltz, asistente en el Departamento de Psicología de la Universidad McMaster de Edmonton, Canadá, publicó un estudio llamado Nuevas Aproximaciones a la Enseñanza del Pensamiento Científico: las Perspectivas Psicológicas, en el cual aseguró que el heavy metal puede fomentar la búsqueda de evidencia concreta y demostrable. El ejemplo que cito fue la demanda a Judas Priest por la supuesta inclusión de mensajes subliminales en algunas de sus canciones. “Ese caso llevó a una interesante discusión en la clase sobre cómo afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria. Esto llevó a que los estudiantes entendieran mejor la manipulación de variables, las características de las demandas y los límites de la generalización”, dijo Schmaltz. Saquemos nuestras propias conclusiones escuchando Judas, entonces.
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