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Ciclo de música contemporánea
Director : Santiago Santero. Intérpretes : Ensamble 34° / Programa : "La Maquina", dedicado a los compositores Julio Viera, Marta Lambertini, Antonio Tauriello, Mariano Etkin, Francisco Kröpfl, Gerardo Gandini. Ciclo : Quinto Concierto del la XV edición del ciclo de música contemporánea del San Martín. Sala : Casacuberta del Teatro San Martín
Nuestra opinión: muy buena
Para los que saben de fútbol, "La Máquina" alude a un célebre y virtuoso equipo de River Plate de los años cuarenta. Usado esta vez para dar nombre a un concierto, habría que desviar las resonancias futbolísticas hacia la música y quedarse con la excepcionalidad. La metáfora se refiere en este caso a la primera línea -la delantera, se diría- de los precursores de la música contemporánea argentina: Julio Viera, Marta Lambertini, Antonio Tauriello, Mariano Etkin, Francisco Kröpfl y Gerardo Gandini.
Aun con sus ocasionales zonas de coincidencia, las poéticas de estos compositores son muy diferentes, y su reunión en un mismo programa podría haber derivado en la mera aglomeración de piezas heteróclitas. Nada de eso ocurrió. La pianista Margarita Fernández, en condición de narradora, contó admirablemente un relato delicioso de entonación autobiográfica que fue enhebrando con un hilo sutil cada una de las piezas. Pero no debería pensarse que se trató de un mero homenaje; o en todo caso el homenaje tuvo su relieve en la música, con sus idiosincrásicas inflexiones de estilo.
El arco empezó con Polifonías sobre un cantus firmus de Viera, pleno de contrastes, y siguió con Tweedledum and Tweedledee , para guitarra y flauta, de Lambertini, en la que se realiza, con humor e ironía, la simultánea semejanza y desemejanza de los gemelos de Through the Looking-Glass , de Lewis Carroll. En la bellísima Arlecchino , fragmentos en homenaje a Ferruccio Busoni , Antonio Tauriello (muerto en abril de este año) parece agregar otro eslabón de su serie de d'apres , pero en este caso el homenaje es doble: a Busoni, claro, pero también a Arnold Schönberg, de cuyo Pierrot Lunaire procede la rítmica. Es una breve e intensa obra maestra. Algo parecido podría decirse de Cifuncho , para viola, en la que Diana Gasparini realizó de manera formidable la materialidad desolada imaginada por Etkin. Vinieron después Divergencias , de Kröpfl y Espejismos de Gandini. La primera parece organizada a partir de la refinada rotación tímbrica de un motivo por el ensamble. La segunda se funda, según en el compositor, en la "transformación y elaboración de trozos musicales del pasado", pero en verdad esa proliferación de citas se vuelve, como en tantas piezas de Gandini, milagrosamente orgánica.
La dirección de Santiago Santero fue tan precisa como el compromiso de los intérpretes. Cuando, en el final, Margarita Fernández mencionó a cada uno de los compositores (algunos solamente por el nombre de pila, no hacía falta más) se tuvo la ilusión de que un círculo se cerraba.