Christine Walevska, de vuelta
La chelista tocará esta noche junto a Gíntoli y Delgado
Christine Walevska es de esos extranjeros que encuentran en Buenos Aires "ese no sé qué" que los invita a volver. Tanto volvió que durante uno de esos regresos el amor metió la cola y la ancló a la ciudad por doce años. La chelista norteamericana vivió en la Argentina hasta mediados de la década del 90, momento en que cambió su residencia -y la de su familia porteña- para mudarse a Nueva York.
Desde entonces viene cada cinco años, el período que transcurre entre cada edición de un concurso internacional de interpretación musical que se realiza en Viña del Mar y que ella preside. El viaje de largo aliento hasta el Cono Sur le da oportunidad de reincidir en sus periódicos regresos a la ciudad. Es así que por estos días la chelista no sólo está de asado en asado visitando amigos, sino que aprovechará la estadía para ofrecer, esta noche, a las 20.30, un concierto de cámara en el Templo Amijai.
Christine no estará sola, ya que formará un trío de cámara para la ocasión con el violinista Rafael Gíntoli y el pianista Eduardo Delgado. Juntos interpretarán Trío en Do menor, Op. 1 N° 3, de Beethoven; Nigun para violonchelo y piano, de Bloch; Milontan, de Bragato, y Trío en Re menor, de Mendelssohn.
Los buenos recuerdos no sólo están basados en un tema familiar. La primera vez que Walevska visitó Buenos Aires, con 18 años, realizó tres conciertos en una semana en el Teatro Colón, oportunidad en la que interpretó el concierto de Dvorák y el doble concierto de Brahms. "Gracias a las increíbles críticas que recibí, empecé a tocar en gran cantidad de ciudades, y de todos los públicos que conocí el argentino ha sido el mejor."
Una vida, un plan
Su trayectoria comenzó cuando Walevska era muy joven. Ella tenía un plan y lo quería llevar adelante. Sabía que la vida de una mujer concertista era muy sacrificada. "Hay quienes dejan a sus hijos once meses al año para poder cumplir con una agenda y hay quienes -como hizo Martha Argerich- llevan a sus hijos a cada lugar. Yo no quería ni lo uno ni lo otro, por lo que ya de joven supe que tenía que aprovechar al máximo esos años para desarrollar mi carrera."
Así fue que durante esos primeros años de carrera cumplía tremendas maratones que la llevaron a concretar, por ejemplo en Alemania, cuarenta y cinco conciertos en una sola temporada, o los treinta y seis que brindó en Bogotá. "Mi idea era hacer lo máximo posible lo más joven posible, para poder tener una vida personal y privada, que sí tuve en la Argentina y que sí tengo ahora en Nueva York", cuenta Walevska en un castellano sumamente claro.
Cuando Walevska consideró que ya había tocado todos los conciertos que quería, con todas la orquestas que le movilizaban el alma, grabado decenas de discos como para llenar varias bateas y que su modo de tocar el chelo había recibido los más increíbles halagos, sacó el pie del acelerador. Desde entonces toca sólo lo que quiere y cuando quiere y se da todo el tiempo para disfrutar de su vida "civil". No es difícil imaginarse a esta señora, que vive en la Quinta Avenida justo en frente del Metropolitan Museum of Art, realizando paseos matinales por el Central Park o asistiendo casi todos los días a alguna exposición o conferencia del Met. "Es sólo cruzar la calle y llenarme de placer al escuchar disertar a gente que también ama el arte."
Walevska vive de darse gustos y lo hace muy bien, por eso además de tocar su chelo, de recorrer pasillos y pasillos de museos, baila flamenco, lee a destajo y cuatro veces por semana cubre cientos de metros en una piscina olímpica. Por suerte, Walevska también disfruta de dar el gusto a otros. Eso la trajo a Buenos Aires.