Christian Puga, el chico que escribía canciones a pedido y que "la pegó" con "una rubia en el avión"
En 1993, la banda conocida como Los Ladrones Sueltos -aquella que poco después se haría famosa por los hits "La rubia del avión" y "No le dijo nada"- no existía: Christian Puga acababa de firmar contrato con Sony pero la discográfica decidió que no quería un solista, sino una banda. Puga ni pensaba en tocar aquellas canciones en vivo: con grabar su disco estaba hecho. Sin embargo, los ejecutivos del sello le veían potencial: presagiaban no sólo shows, sino también giras internacionales. Con eso en vista se dio la conversación que terminó bautizando al grupo virtual.
—Vamos a ir a Uruguay, a México... pongámosle Los Charros.
—No, Los Charros ya existen.
—¿Los Chorros?
—Mmm, no, muy argentino… ¿Los Ladrones? Queda corto, falta algo.
—Los Ladrones… ¿Sueltos?
—¡Eso!
La trayectoria de Christian Puga en el rock nacional empezó con un plagio a su ídolo, Charly García. "En un lengua de sexto grado había que hacer una narración que se llamaba ‘El invierno y yo’, y yo me mandé con ‘Confesiones de invierno’ como si fuera mía. El profesor me dijo ‘Puga, se comieron su carne los lobos y no podrá robarles la mitad, nos vemos en marzo’", recuerda. Muchos años después trabajaría con Jorge Álvarez, productor del disco homónimo de Sui Generis. "Se lo conté y se moría de risa", dice.
En la adolescencia, Puga se dedicó a acopiar canciones que -ya veremos más adelante- lo sacarían de un apuro. "Cuando empecé a tocar la guitarra empecé a regalarle canciones a los amigos y a las chicas que iba conociendo", cuenta. El juego de tener un tema para un momento de su vida lo convirtió casi sin querer en una especie de Cyrano porteño: "Venían amigos y me decían: ‘che, haceme una canción como ésta para una minita que conocí en el boliche’. Empecé a hacer canciones a pedido, sin darme cuenta. Las grababa en un portaestudio de cuatro canales. Así me pasé diez años: grabando canciones en casa".
Un greatest hits de la pila de cassettes caseros llegó a oídos de un productor de Sony Music. Semanas después, Puga era el líder de algo llamado Los Ladrones Sueltos y entraba a los estudios Panda (por el que pasaron nada menos que Soda Stereo, Andrés Calamaro, Sumo, Los Redondos, Divididos y un etcétera tan largo que incluye a casi todos los grandes artistas del rock argentino) a grabar su álbum debut.
El corte de difusión que la compañía eligió para el disco fue "La rubia del avión", una canción que Puga había compuesto a modo de regalo de cumpleaños para un amigo que había sacado pasaje a Brasil con sus compañeros de trabajo, blonda espectacular incluida. "A mí ese tema me parecía malísimo. Había caído en ese cassette que llegó a Sony y la querían. Dije ‘bueno, grabémoslo’. Lo pusieron en la radio y le dije al productor: ‘sacá este tema porque nos hundimos’". El tema al que Puga no le tenía fe terminó siendo versionado ("Con un morocho en el avión") hasta por Susana Giménez.
Días después ese mismo tema le confirmaría a Christian que la fama estaba al llegar: "Había un colegio en el que siempre quería tocar porque era un colegio de chicas. Un día pasé por afuera y escuché que adentro sonaba ‘La rubia del avión’. Mi primera reflexión fue: ‘uh, yo toda la vida hice todo para tocar en este colegio y ahora yo estoy afuera y la canción está adentro’. A partir de ahí: escenas difusas por el vértigo, como en una película de acción. Ir a Musimundo a comprar un disco y que los empleados pusieran su disco para homenajearlo. Caminar por la calle y que un extraño le cante el estribillo de su tema insignia en la cara.
Otro hit: "No le dijo nada", aquella del plot twist final en el que la chica resultaba ser muda. Shows en la costa, en Brasil, en Uruguay, en México como estaba previsto desde la prehistoria. Su productor, Fabián Ros -el mismo que descubrió a Los Gatos- cambió el teléfono y desapareció sin dejar rastros. Más contratos y más decisiones para tomar, ahora en solitario. " Venía el productor del show y me decía: ‘bueno, la pizza, más las cocas, más los kilómetros de ruta… en este show no te quedó nada, pero en el próximo seguro que algo queda", recuerda. Cuando firmó contrato, Raúl Becerra -aquel de La noticia rebelde- le dijo: "Bienvenido a la picadora de carne". Estaba a punto de comprobar que Becerra tenía razón.
En pleno auge, Sony quería otro disco, pero Puga no tenía canciones. Acá es donde juegan aquellos temas acumulados durante la adolescencia: Segundo asalto -obviamente su segundo disco- está integrado por sus composiciones de juventud. Para grabarlo la discográfica le pagó una de las bandas de sesionistas más destacadas de la historia del rock argentino: Tweety González en teclado, el ex Divididos Jorge Araujo en batería, Ulises Butrón en guitarra, Guillermo Vadalá en bajo y Nico Cota en percusión. "Entramos al estudio sin ensayar, sin nada. Y en el medio de todo caían productores y me decían que tenían vendidos shows en Bolivia. Tenía la cabeza dividida en mil preocupaciones: no estás preparado cuando te toca el éxito".
Segundo asalto no pegó como el primero, aunque vendió la nada despreciable cantidad de 30 mil copias. Los cero hits del álbum apaciguaron la popularidad de Christian en la Argentina, pero increíblemente al mismo tiempo se abrió otro mercado. "A los dos años que las canciones sonaron hasta el hartazgo, la cosa empezó a decaer en la Argentina pero pegó en Brasil. Ahí arrancó otra etapa de muchísimos shows, de viajar a Porto Alegre todo el año y de ahí a todas las ciudades del sur de Brasil. Iba a Brasil, había cinco mil personas en los shows y venía a la Argentina y no pasaba nada".
Tras llevar demos a todos los sellos grandes del país, los recién desembarcados de Fonovisa (los que trajeron al país a Enrique Iglesias, entre otros) lo ficharon. "Me pagaron 50 mil dólares en efectivo en un restaurant de la Costanera. Firmo sin abogado, sin nada, en Happening, en una mesa gigante con tipos de la industria mexicana". Al año Fonovisa cerró en la Argentina: los ejecutivos se fugaron con el capital.
Después de un tiempo viviendo y tocando en México, Puga volvió al país y recuperó la costumbre de componer a pedido. "En 2014 aparece un comisario del Departamento Central de Policía que me dice: ‘mirá, te quería pedir si no te animás a hacer una canción para unos compañeros que fallecieron en el accidente de Blue Mountain, de La Boca’. Yo le dije que me parecía demasiada responsabilidad, pero me dejó la propuesta por si me animaba y finalmente la hice, la subí en las redes y se difundió por todos lados. Después toqué en varias fiestas de la Policía, y a partir de esa canción me pidieron una para un chico que murió en Colombia y una para cuando encarcelaron a Leopoldo López en Venezuela", cuenta.
Puga compuso para un banco de alimentos en Bahía Blanca, para una campaña de concientización contra el cáncer de mama y tuvo su etapa politizada con un tema denodadamente anti K llamado "Somos argentinos", aunque el macrismo lo hizo apartidario: "En un momento estaba con toda la bronca y tiré una canción contra Cristina. Después dije: ‘no, esto no tiene arreglo, venga quien venga los políticos no cambian más y va a ser todo igual’".
Hace unos años su carrera volvió a despegar en Centroamérica: en su canal se puede ver un show en Tegucigalpa, Honduras, en el que una multitud canta "La rubia del avión" a los gritos con él (su último disco Bienvenida a los 90, de 2017, es un éxito en la región). Con todo, hoy su misión pasa por otro lado: "Perdí la esperanza en la política y me consuelo con que las canciones sirvan para algo: para ayudar, para concientizar, para hacer eventos solidarios. En un momento servían para alegrar el corazón: ahora quiero que sirvan para difundir una idea".