Chris Cornell era un enigma. Podía sonar salvaje y tierno al mismo tiempo. Durante sus 52 años, era el Dios Dorado del grunge, un compositor folk, un llorón pop, y un crooner seductor. Tenía una de las voces más asombrosas de su generación, y quizás la mejor voz del grunge, y podía hacerla funcionar en cualquier contexto. Logró, improbablemente, que el melisma pareciera cool para el rock. En definitiva, había muchos Chris Cornell. Podría parecer de California, sentirse como de Minnesota, o buscando a un amigo en el fin del mundo, dependiendo de la canción. Los fans de la música conocían el genio de David Bowie, Tom Petty y Prince en el momento de sus muertes, pero Cornell murió infravalorado.
Un nuevo box set, elocuentemente titulado Chris Cornell, intenta poner el foco en su carrera musical. Contiene cuatro CDs de música que grabó con los arquetipos del grunge Soundgarden, el proyecto de homenaje y punto de combustión del rock alternativo Temple of the Dog, y el supergrupo Audioslave, al igual que sus excursiones solistas más suaves, y sus colaboraciones con todo el mundo, desde Santana hasta un desconocido grupo italiano. Incluye su sensiblero tema para James Bond, su vergonzante excursión en el pop con Timbaland, y delirios de grandeza como cuando mezcló dos canciones distintas llamadas "One", la de Metallica y la de U2. Y también hay un DVD con videos musicales de toda su vida, que muestran cómo evolucionaba su intensidad a medida que maduraba. No hay muchos temas inéditos aquí -el más revelador es el desgarrador "When Bad Does Good", con tintes de gospel- pero la colección logra crear un mosaico vívido de todos los talentos de Cornell.
La colección corre cronológicamente, empezando con "Hunted Down", de 1987, y en los 49 temas de los primeros tres discos, lo escuchaste madurar. (El Disco 4 es todo material en vivo). La primera música de Soundgarden está marcada por su confusión y su ira. "Creo que empecé completamente en la dirección de Iggy Pop, en lo que se describía como el ‘Joven Iracundo’ clásico: en cuero, gritando, agresivo, sin que me importaba si cantaba afinado, irrefrenable en cualquier situación en vivo", dijo alguna vez. "Pero siempre hubo otro costado mío, intelectualmente, que quería otras cosas." En "Hunted Down" -una canción con un sonido de guitarra que se anticipó a cuando Nirvana imitaba a Killing Joke en "Come as You Are" -canta de manera oblicua acerca de sentirse atrapado-. "All Your Lies", del primer lanzamiento de Soundgarden (el compilado Deep Six de 1986) lo encuentra gritando: "Todos tus miedos on mentiras" sobre guitarras punk. En "Loud Love" y "Hands All Over", de 1990, era un aullador estilo heavy metal, lanzando insinuaciones sexuales procaces por todas partes. (No está, pero es igualmente importante "Beyond the Wheel", un furioso y trémulo tema en el que Cornell subía octava tras octava; es una de sus interpretaciones más impresionantes).
Con Temple of the Dog, se puso más liviano y contemplativo. Atrás quedaron las observaciones drogonas y agotadoras, reemplazadas por letras directas y cortantes acerca del dolor y el desamor. Su roommate, el cantante de Mother Love Bone Andrew Wood, había muerto de sobredosis, y él estaba muy triste. Su voz en "Say Hello 2 Heaven", de Temple of the Dog -su homenaje a Wood- es emotiva y cruda, y la música es liviana y tierna; también mostró su generosidad de espíritu con Temple, cediendo algo de la atención en la conmovedora "Hunger Strike" al entonces desconocido Eddie Vedder. De repente, suena como un alma tierna y profunda. En "Outshined" y "Rusty Cage" (luego versionada por Johnny Cash), es un macho alfa virulento, en "Seasons", su contribución para la banda de sonido de Singles, es un tipo sensible folk, y en "Black Hole Sun" es un apocalíptico psicodélico, que aún hoy suena en el punto intermedio entre Lewis Carroll, Sylvia Plath y Sgt. Pepper. En el video de "Fell on Black Days" podés ver su mirada penetrante.
Luego de que Soundgarden se separara, Cornell empezó a ponerse introspectivo en público, y sus personajes se volvieron más volátiles. En Euphoria Morning, su primer disco solista, es un rockero con inclinaciones acústicas, con ciertas deudas con Led Zeppelin III. "Can’t Change Me" lo encuentra escribiendo una canción que tiene de todo, y funciona. Cuando se sumó a Audioslave, se transformó en alguien distanciado de su legado -el espécimen perfecto de una estrella de rock ya madura tratando de acomodarse a la banda de otra persona (Rage Against the Machine). La taciturna "Like a Stone" encuentra un equilibrio entre su sensibilidad y la de sus compañeros de banda -la voz fuerte de Cornell canta una melodía serpenteante sobre la guitarra con ecos de Tom Morello- pero es en "Cochise" donde sus estilos encuentran la armonía perfecta. "No soy un mártir/No soy un profeta", chilla Cornell sobre los disparos de Morello, aunque él suena como si fuera las dos cosas. En el video, parece un Prometeo del rock, con fuegos artificiales a su alrededor. El resto de la producción de Audioslave no está a la altura de su promesa, y suena un poco chata; su otra canción verdaderamente buena, "I Am the Highway", aparece más tarde en una interpretación de country rock solista y es maravillosa.
Luego de Audioslave, Cornell volvió a redefinirse. En "You Know My Name", su contribución para Casino Royale, la película de Bond, no tiene la elegancia y la intriga de Shirley Bassey, pero humaniza el personaje, cantando: "Vi este diamante cortar a hombres más duros". Encuentra una tristeza nueva en "Billie Jean", de Michael Jackson; para cuando termina, querés llorar por Billie tanto como por MJ, como si fuera un caso de identidad equivocada.
Y después llegás a Scream, la rancia colaboración de Cornell con Timbaland. Aquí ya no es una estrella de rock, sino un intruso en el pop, tratando de encajar. Aquí hay dos músicos brillantes que no pueden entenderse entre ellos. Nadie quiere escuchar a Chris Cornell exclamar: "Esa puta ya no es parte de mí", junto a un remix de Steve Aoki para levantar los puños, en "Part of Me". Y nadie quiere ver a Chris Cornell haciendo del feo de la fiesta en el video de acompañamiento. En su lugar, la inclusión de una "versión rock" de "Long Gone", del mismo disco, presenta una imagen nueva del proyecto en la que se enfatiza el talento de Cornell. Un video inédito de él cantando "Scream" con guitarra acústica sólo deja más claro este punto, y parece más evidente cuando cierra la laptop de un DJ en el clip de "By Crooked Steps", de Soundgarden.
Los últimos siete años de la vida de Cornell, capturados en el tercer disco, están repletos de puntos altos, con un par de momentos misteriosos en los que trataba de buscar el sonido perfecto. Su reunión con Soundgarden lo encuentra seguro, aullando como solía hacerlo. "No tengo a dónde ir desde que volví/Sólo completo las líneas entre los agujeros y las grietas", canta en "Been Away Too Long". También aquí es un trovador solista, cantando una versión en guitarra acústica de "Imagine", de John Lennon, y "Call Me a Dog", de Temple of the Dog. Termina con canciones de su último disco solista, Higher Truth, cargado de mandolinas, en el que ya se transformó en un políglota del rock ("Nearly Forgot My Broken Heart" es una canción de pop-rock perfecta de una época en la que algo así no podía llegar a la radio) y la última canción de su vida, "The Promise", que apareció en la banda de sonido de una película del mismo nombre, lo encuentra como la respuesta del rock a Andrea Bocelli, un romántico con acompañamiento clásico, alguien que jamás esperarías que pueda cantar "Kingdom of Come", el segundo tema del compilado.
El material inédito es escaso pero elocuente. "When Bad Does Good", la única grabación de estudio anteriormente no editada, se abre con un órgano de iglesia y Cornell cantando acerca de estar parado junto a una tumba abierta, tratando de superar su depresión. Su voz es cruda y aflautada; parece iluminado. Es esperanzadora y consoladora a pesar de la tristeza. Los temas destacados del disco en vivo incluyen una versión conmovedora de "Nothing Compares 2 U", de Prince, y "One", de Cornell -una combinación inteligente que extrae emoción de la letra de James Hetfield acerca del sufrimiento de las heridas de la guerra, cantándola junto a una melodía de Bono-. Duele más que el castigo de ametralladora de Metallica. Canta una versión extendida de "Stargazer", de Mother Love Bone, en homenaje a Wood, con Temple of the Dog, y canta un dulce dueto de "Redemption Song", de Bob Marley, con Toni, su hija adolescente. Es dulce y podés escuchar el amor que compartían, mientras armonizan en la canción a la perfección.
Pero al box set le faltan algunos aspectos de Cornell. No muestra al cómico del rock que cantaba en vivo "Big Bottom", de Spinal Tap, y "Earache My Eye", de Cheech and Chong, y que hizo un EP entero con "Fopp", de los Ohio Players. También falta el Chris Cornell rebelde que lideró a Soundgarden en versiones de "Cop Killer", de Body Count, en una época en la que esa canción era prácticamente prohibida en Lollapalooza en 1992. También hubiera sido agradable escuchar versiones pulidas de los demos que compuso para otros artistas, como la cinta conocida como Stolen Prayers que circuló en el mercado pirata durante años y que incluye versiones incompletas de canciones que grabó Alice Cooper. Y su balada acústica maravillosa "You Never Really Knew My Mind", que compuso usando poemas no usados de Johnny Cash, debería haber sido incluida. Y parece raro que "Island of Summer", la única canción que Cornell grabó con Andrew Wood, haya quedado afuera.
Pero la omisión más deslumbrante aquí es el Chris Cornell fatalista. Kim Thayil, el guitarrista de Soundgarden, hace poco le dijo a Rolling Stone que lo único que quedó a propósito fuera de este set era cualquier cosa que fuera demasiado oscura, considerando que Cornell había muerto de un suicidio. "Hay letras o títulos que quizás no sean apropiados en este contexto, que podrían ser difíciles para amigos, familiares", dijo. De modo que varios hits quedaron afuera, incluyendo "Bleed Together" y "Blow Up the Outside World", en la que canta: "No importa cuánto lo intente, nada parece matarme". Duele escuchar canciones como estas ahora -y hay muchas que sugieren depresión y pensamientos suicidas- pero también son parte de quién era Cornell, y por ende importantes para entender la historia.
El libro de tapa dura que viene con el box set intenta llenar algunos huecos con ensayos de algunos compañeros de banda de Cornell, como Thayil, Morello, Matt Cameron, de Soundgarden, Mike McCready, de Temple of the Dog, y el productor Brendan O’Brien. Aunque contiene fotos brillantes de la carrera de Cornell -sudando, haciendo músculos, con y sin pelo largo- la entrega más reveladora viene de O’Brien. "Conocer a Chris fue un poco intimidante", escribió. "Era un gran cantante, alto, taciturno, un poco distante, una persona que no aguantaba tontos y no tonterías. Un pro. Un sabelotodo. Mi estilo".
Buscar al artista en la música es casi una causa perdida, especialmente con un artista con tantas aristas como Cornell. Esta colección (o, en ese sentido, cualquier compilado), no se puede acercar a quién era de verdad Cornell. Era multi-talentoso, un enigma; en cierto sentido, era imposible conocerlo. Pero la mayor parte de su verdad parece estar en su música. El desafío es armar el rompecabezas.
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