Charly García en el Luna Park: una fiesta que culminó con el inesperado regreso de Say No More
Una hora exacta de Charly Garcia. De rock y canción en estado puro, en un Luna Park colmado (todos sentados, en el campo, las plateas laterales y el pullman, frente al escenario). Una hora sin pausas, en la cual la máquina de hacer canciones viajó en el tiempo, sin nostalgia pero con prisa. En la punta de la lengua lo teníamos. Estábamos por decir, como antes, como tantas veces, que esta noche de miércoles 11 pintaba para histórica. Charly, el trío de guitarra, bajo y batería made in Chile (Kiuge Hayashida, Carlos González y Toño Silva, respectivamente); el gran aliado, Fabián "Zorrito Von" Quintiero y la voz justa y templada de Rosario Ortega sabían a la perfección lo que tenían que hacer. Y lo hacían.
Un intervalo que pudo ser de diez o quince minutos se transformó en un recuerdo de aquellos shows de Say No More. Sin pianos ni guitarras rotas, pero con un reloj de plastilina que se estiró más allá de lo esperado. Mucho más allá.
Mientras afuera parecía que el mundo se venía abajo, que una lluvia venía a poner fin a dos jornadas de calor intenso, adentro la impaciencia crecía. La gente entonaba cantitos políticos una y otra vez, hasta que el repertorio se terminó. Los 10, 15 minutos pasaron a ser 40, 45.
Tras 50 minutos de intervalo, en los que prácticamente nadie se movió de su lugar, Charly volvió con el Zorrito para interpretar "Desarma y sangra". Lo que parecía el comienzo de una segunda parte emotiva fue el fin. Y en cierta forma el regreso de Say No More. Tras el clásico de Seru Giran y cuando el trío chileno se disponía a retomar su lugar en el escenario para continuar el show, Charly -que hacia el final de "Desarma y sangra" había dicho: "Bueno, ahora chicas a sus casas") se levantó, saludó y se retiró a paso firme. Detrás de él apuró el paso el Zorrito e, inmediatamente, las luces del estadio se encendieron. Todos sabemos que eso significa que el show ha terminado. Sin quejas, con tibios pedidos de algo más, el público enfiló hacia las distintas salidas para encontrarse con esa lluvia salvadora. Y para repasar lo que acababan de vivir: tanto la hora excepcional con un puñado de clásicos y nuevas canciones, como el retorno de Say No More.
Un poco antes de las 21 se corrió el telón y dejó al descubierto a Charly y sus músicos. A la torre de Tesla (leit motiv de sus shows actuales) en el centro de la escena y a una pantalla trasera que no dejaría de disparar imágenes de películas clásicas, ese otro "berretín" de García que suele completar utilizar muy bien como puesta escénica, como complemento de sus canciones.
"No llores por mí Argentina" y "Yendo de la cama al living" plantearon un comienzo certero, arrollador. Le siguió "In the City That Never Sleeps" (de Kill Gil) y, la energía que emanaba la banda, no sólo contagiaba al público sino que rápidamente llegaba a la cima, con los primeros acordes de "Cerca de la revolución".
El humor de Charly aparecía entre tema y tema, con frases como: "Somos todos iguales ante la ley. Sí, ante la ley de gravedad". Llegaba "Asesíname" con Psicosis en pantalla y la más nueva "Rivalidad" con Toro salvaje. Porque el hombre que alguna vez puso las canciones en nuestros walkman (y en el de Fito) es de los pocos en nuestro rock que puede pasearnos a su antojo por un repertorio clásico de punta a punta, y lograr que todos los temas suenen actuales.
Después de "Demoliendo hoteles" (antecedida por "Rezo por vos") Charly y sus músicos abandonaron el escenario. Era el comienzo de un intervalo que se extendió más allá de lo imaginado y que sólo fue interrumpido por "Desarma y sangra". Las ganas de que el show continuara se basaban en lo visto y escuchado durante la primera hora. La sensación de que estábamos ante una noche que podía ser histórica se escapó ni bien se abrieron las puertas; corrió por Corrientes y rápidamente nos olvidamos de ella.
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