Charles Mingus, el “hombre enojado del jazz” y el contrabajista más importante de la historia
Historias del jazz. En Supongamos que Nueva York es una ciudad, la escritora Fran Lebowitz pinta a su amigo Mingus de cuerpo entero con un puñado de anécdotas: irascible, genial y fabulador, sus obras se mantienen frescas y vigentes 42 años después de su muerte
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Existe una idea, un prejuicio, un estereotipo, un cliché, que pone al jazz como una música cool para gente de status e ideal para escuchar en una situación de pleno confort, relax y lujos. Pero lo cierto es que la mayor parte de la vida de los que crearon los grandes discos de jazz distaba (y mucho) de eso. Y Charles Mingus, tal vez el contrabajista más importante de la historia, fue uno de los máximos ejemplos de ello.
Nacido el 22 de abril de 1922, se ganó el apodo de “El hombre enojado del jazz” gracias a su temperamento al mismo tiempo que compuso piezas de una sensibilidad extrema, como “Goodbye Pork Pie Hat” (su elegía para el saxofonista Lester Young), que hoy permanece como uno de los grandes clásicos del género.
Para quien haya visto Supongamos que Nueva York es una ciudad (Netflix), un fragmento servirá para ilustrar la personalidad de Mingus. Fran Lebowitz, la escritora protagonista de la serie documental que dirige Martin Scorsese, que fue amiga del músico recuerda una historia. Estaba en el público en el Village Vanguard y él -enojado con ella por una situación previa que se desconoce- abandonó el escenario en pleno concierto para perseguirla por la calle. A las 20 cuadras, Lebowitz cayó al piso agotada y él, ya con los problemas de obesidad que lo aquejarían el resto de su vida, a su lado. Acto seguido, Mingus le preguntó si quería ir a comer algo.
En el mismo Village Vanguard, uno de los pocos clubes de jazz de la edad dorada que aún permanecen abiertos en Nueva York, todavía puede verse el agujero en el techo que hizo con su contrabajo en otra noche de furia. Lorraine Gordon, propietaria del lugar muerta en 2018, contó en más de una oportunidad que decidieron dejar esa marca como recuerdo a quien fuera uno de sus músicos y personajes favoritos que pasaron por allí. Otro momento de Supongamos que Nueva York es una ciudad (sacado de otro documental, Mingus: Charles Mingus 1968, disponible en Vimeo): el artista carga una escopeta y dispara al techo. Se encuentra en su propia casa y está rodeado de objetos embalados. Lo que no se muestra en la serie de Scorsese es que, acto seguido, Mingus se sienta al piano con su hija Caroline, en un momento de máxima ternura familiar. Todo fue filmado antes de que el contrabajista, que ya era una figura histórica del jazz, fuera desalojado de su departamento y se tomara tiempo para discutir sobre amor, política y arte.
Todo eso contenía Charles Mingus y su música. Además de ser un contrabajista excepcional que ejecutaba cada nota con el peso de un martillo neumático pero con el swing de una gaviota en primavera, fue un compositor ambicioso, con una creatividad única para la instrumentación. Era un orquestador siempre moderno y la frescura que aún hoy conservan sus obras dan cuenta de ello. No siempre valorado en su justa medida en su momento, su figura se ha acrecentado y hoy está en el lugar de la historia que se merece.
Nacido en Arizona, el árbol genealógico de Mingus - de precisiones nunca del todo confirmadas- contiene antepasados afroamericanos, alemanes, asiáticos y latinos. Lo que sí se sabe es que los primeros años de su educación musical estuvieron dominados por la música religiosa que su madre le alentaba a escuchar y por todo lo que de Duke Ellington pudiera pescar en la radio. El trombón y el cello fueron los primeros instrumentos que estudió, aunque por ser negro estuviera imposibilitado de formarse en música clásica. Por otro lado, el hecho de que el cello no estuviera integrado a las formaciones jazzeras hizo que tuviera que repensarse como contrabajista. Visto a la distancia, entre los graves del trombón y el melodismo del cello es posible rastrear algo del sonido particular que luego desarrolló en su carrera. También en su adolescencia compuso sus primeras piezas, influido tanto por el jazz como por la música clásica y que años más tarde, alejado totalmente de la música académica, le servirían como base para instrumentar y orquestar con timbres únicos.
Pero aunque se ganó la fama de prodigio del contrabajo y para la década del 40 ya estaba tocando con Louis Armstrong (le seguirían Duke Ellington y Charlie Parker en los 50), a Mingus no le fue fácil establecerse como líder de banda. Fue recién en 1956, con Pithecanthropus Erectus que se ganó el reconocimiento de la escena. Para entonces, ya había editado cerca de una decena de discos al frente de sus propios proyectos.
Entre los factores que convirtieron a Mingus en un artista singular está el hecho de que componía teniendo en mente no solo para qué tipo de formación estaba escribiendo sino también qué músico específico iba a tocar cada instrumento. Así, lograba sacar el máximo provecho a cada nota, a cada frase, a cada solo. Desde fines de los 50 hasta principios de los 70, Charles Mingus vivió su etapa musical de gloria. Los clubes de jazz lo contrataban, sus composiciones se volvieron cada vez más enfocadas y abrazó las vanguardias sin perder un ápice de melodismo y swing.
Hacia 1974, la salud de Mingus se había deteriorado al punto de afectarle el toque. Diagnosticado con esclerosis lateral, se retiró de los shows en vivo pero nunca dejó de componer. Años más tarde se instaló en México para tratar su enfermedad y allí murió el 5 de enero de 1979, a los 56 años.
"Mi contrabajo sigue siendo mi modo de expresión favorito"
Charles Mingus andaba a los tiros, se dice que se agarró a las piñas con no menos de una decena de músicos y construyó su propia figura del “hombre enojado del jazz”. Entre historias nunca confirmadas dijo haber sido proxeneta, haber molido a golpes a Miles Davis en Los Ángeles y haber mandado a matar (sin éxito) a un extrompetista suyo que tuvo que cambiarse el nombre para que no lo encuentren los sicarios. Entre las historias sí confirmadas se sabe que jamás dejó de gritar al mundo los atropellos que vivían los afroamericanos y los latinos en Estados Unidos; que compuso una música excepcional y que su sensibilidad lo hizo trascender su tiempo.
En una entrevista para la revista Jazz Magazine, en 1965, le preguntaban a Charles Mingus cómo era que podía traducir sus emociones en música. Su respuesta fue la siguiente: “Para mí, la música es un lenguaje en su sentido literal. Hace algunos años tenía bastantes dificultades para utilizar el lenguaje hablado. Mi boca traducía mal mis pensamientos. Ahora he mejorado mucho en este aspecto pero mi contrabajo sigue siendo mi modo de expresión favorito. Puedo hablar con la música”.
Charles Mingus - Discografía sugerida
Mingus Ah Um (1959)
1959 fue el año, por ejemplo, de Kind Of Blue (Miles Davis), Time Out (Dave Brubeck) y The Shape of Jazz To Come (Ornette Coleman). Y entre esos puntos altos se mueve con autoridad Mingus Ah Um. Conviven el gospel, el blues, el bebop y el swing de las big bands, pero con una urgencia que no lo hacen sonar como lectura nostálgica sino como puente al futuro. Además del ya mencionado homenaje a Lester Young hay otro a su gran padre musical: Duke Ellington.
Tijuana Moods (1962)
Entre mediados de los 50 y finales de los 60, el jazz se movía a la velocidad de la luz. Todos buscaban ser originales, dar con un sonido que aún no se haya escuchado. Por eso que un álbum permanezca cajoneado durante 5 años por una disocgráfica era casi condenarlo a la intrascendencia. Pero la frescura de Mingus a la hora de instrumentar y crear paisajes sonoros era tal que Tijuana Moods, grabado en 1957 pero editado en 1962, jamás perdió su magia.Atmósferas de México llevadas a los sótanos de Nueva York.
The Black Saint and the Sinner Lady (1963)
El disco más ambicioso de Charles Mingus. Pensado como un ballet en seis movimientos, The Black Saint and the Sinner Lady fue escrito para una formación de más de 10 músicos y muestra a Mingus metido de lleno en el avant garde. Dato de color: el texto que acompaña al disco fue escrito por su psicoterapeuta.
Money Jungle (1963)
Un trío de lujo: Duke Ellington en piano, Max Roach en batería y Charles Mingus en contrabajo. No había muchas chances de que las cosas salieran mal. Dominado casi en su totalidad por composiciones de Ellington, el disco traduce como pocas veces en la historia el lenguaje y el swing de las big bands a formato reducido. Max Roach y Charles Mingus rinden pleitesía a su gran maestro de la mejor forma posible: elevándolo y exigiéndolo al cien por ciento.
Mingus Plays Piano (1964)
El título completo del disco lo dice todo: Mingus toca el piano - composiciones e improvisaciones espontáneas. Mingus Plays Piano es como entrar por la ventana al cerebro de Mingus. Cada track es como una viñeta que muestra cómo se prefiguraba todo aquello que después plasmaría como líder de banda, tanto en el momento de la grabación como al momento de escribir los arreglos.
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