Chappell Roan: le dicen “la Lady Gaga de la Generación Z” y todos hablan del fenómeno que genera
Fue telonera de Olivia Rodrigo en su gira norteamericana y rompió records de asistencia en la última edición de Lollapalooza Chicago; sus performances no pasan inadvertidas y su compromiso con la comunidad LGBT la erigen como ícono queer
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En la última edición de Coachella se presentó ante el mundo como “la artista favorita de tu artista favorito”, no sólo como guiño al reality televisivo RuPaul’s Drag Race, sino también como una especie de profecía que ya se estaba cumpliendo. Desde ese momento, fue difícil que su nombre pase desapercibido. Tiene más de 36 millones de oyentes mensuales en Spotify, seis hits en el Billboard Hot 100, challenges virales en Tik Tok, un Tiny Desk y covers de sus canciones hechos por grandes figuras de la música. Fue una de las protagonistas de los principales escenarios del verano norteamericano y los recintos comenzaron a quedarle pequeños ante la masiva demanda de un público ansioso por verla - festivales como Bonnaroo y Lollapalooza Chicago tuvieron que mover su show a espacios más grandes que aquellos en los que estaba programada, el mismo desafío que enfrenta su equipo con las fechas de su propio tour-. Su carrera escala con un ascenso meteórico y Chappell Roan es la nueva promesa queer del pop centennial.
En un año plagado de nuevos lanzamientos por parte de algunas de las mayores figuras pop de la industria - desde Taylor Swift hasta Beyoncé, Dua Lipa y Billie Eilish- Chappell supo encontrar su camino para destacar en la escena musical. Su propuesta se caracteriza por combinar el synth pop y algunos tintes de la música disco de los ochenta con una lírica abiertamente queer basada en sus propias experiencias de vida, una poderosa voz y una presencia escénica hipnotizante marcada por su estética camp. Sus influencias son notorias y extensas, desde Kate Bush y Cyndi Lauper hasta Katy Perry y Lana del Rey, incluso la llaman “la Madonna o Lady Gaga de la Generación Z”.
Su gran momento es, en realidad, prueba inequívoca de que convertirse en un fenómeno -o un “Femininomenon” como canta en una de sus canciones- de la noche a la mañana puede tomar años de fracasos y de mucho trabajo. Criada en una familia religiosa tradicional y conservadora en Misuri, Estados Unidos, Chappell Roan es el álter ego de Kayleigh Rose Amstutz, que adoptó su nombre artístico en honor a su difunto abuelo, Dennis Chappell, y su canción favorita, “The Strawberry Roan”, de Marty Robbins. Inició su camino en la música cuando en sus primeros años de adolescencia comenzó a componer y fue descubierta a través de YouTube por Atlantic Records, sello con el cual firmó contrato y lanzó School Nights, su primer EP, en septiembre de 2017. Su sonido y su perfil como artista eran en aquel entonces muy diferentes a lo que representa ahora: una imagen pulcra y baladas pop oscuras -en un tono muy similar al de Lorde- con letras angustiosas de amor sadomasoquista.
En 2018 se mudó a Los Ángeles para dedicarse a su carrera musical y tuvo una revelación que cambiaría su visión del mundo: West Hollywood le abrió la puerta a un universo desconocido, que la llevó a un viaje de autodescubrimiento personal y creativo. “Todo lo que se me había dicho sobre esa ciudad es que era satánica, demoníaca. Pero cuando llegué descubrí que todo lo que pensaba en realidad no era así, especialmente con la comunidad queer. Comencé a frecuentar clubes LGBT por primera vez y fue una experiencia espiritual”, confesó la artista a NME. Fue ahí también que conoció al productor Dan Nigro, cuyo nombre pronto comenzaría a resonar en todos lados por su trabajo en Sour, el primer álbum de Olivia Rodrigo.
“Pink Pony Club” fue el primer tema al que dieron vida juntos, en abril de 2020. Una pieza semiautobiográfica de liberación, que resume aquella epifanía que la artista había atravesado, contando la historia de la joven de un pequeño pueblo que, desafiando la desaprobación de su madre, se dirige a la Costa Oeste para probar suerte como bailarina en una discoteca, donde siente que por fin puede ser quien desea ser. Un sentimiento que luego canalizaría a través de su propio camino artístico. Al mejor estilo Hannah Montana -una de las series de Disney con las que creció- Kayleigh convirtió a Chappell en una drag queen de sí misma, un personaje extrovertido y audaz, con quien se permite jugar y atreverse a hacer todo lo que ella nunca haría.
Si bien aquella canción hoy es una de las favoritas de su público actual -la banda Blink-182 la reversionó en la reciente edición del festival Lollapalooza en Chicago-, en ese momento no tuvo la misma suerte. Además de que la irrupción de la pandemia no fue precisamente el mejor momento para lanzar una canción para bailar en la disco, ni ese ni sus dos siguientes sencillos cumplieron las expectativas de los directivos de su discográfica, que sin estar convencidos del cambio de rumbo que estaba tomando su carrera decidieron rescindirle el contrato definitivamente. Como si fuera poco, esa misma semana quien había sido su pareja los últimos cuatro años le puso fin a la relación.
Frustrada y con el corazón roto, Roan volvió a su antiguo hogar en Misuri para repartir su tiempo entre distintos trabajos de tiempo parcial, como niñera y empleada en un comercio. Confiaba en su talento y por eso se prometió volver a probar suerte en Los Ángeles un año más antes de abandonar su carrera como artista e inscribirse en la Universidad. Mientras planeaba sus próximos pasos en la música, “Pink Pony Club” empezó a ganar popularidad en Tik Tok, comenzando a cosechar una pequeña base de seguidores.
Luego de lanzar algunos sencillos como artista independiente en los que volvió a trabajar con Nigro, el productor la hizo firmar con su sello Amusement Records, para luego asociarse con Island Records e iniciar el proyecto de lanzar su álbum debut, The Rise and Fall of a Midwest Princess, publicado en septiembre de 2023. Un disco en el que celebra abiertamente su metamorfosis queer y abraza su identidad sexual, y que significó una declaración de libertad y autodescubrimiento de Chappell como artista. Combina melodías pop bailables de letras pegadizas, empoderadas e irreverentes con baladas melancólicas en las que navega por el amor y el desamor, los deseos, los fracasos y las frustraciones. Todo aquello atravesado por guiños a la cultura pop y el lenguaje de una generación que vive y se relaciona a través de las redes sociales.
A principios de este año fue telonera de algunos shows del Guts World Tour, la gira con la que Olivia Rodrigo estuvo presentando en vivo su segundo álbum de estudio, lo cual funcionó como una catapulta para seguir impulsando su carrera en un momento clave -algo similar a la oportunidad que tuvo Sabrina Carpenter al abrir shows de Taylor Swift en el Eras Tour-. Hoy, Chappell promociona su disco encabezando su propio Midwest Princess Tour que comenzó el año pasado y continuará hasta finales de este por países de Norteamérica y Europa.
Su compromiso con la comunidad LGBT se puede ver a través de sus acciones: Chappell se involucra y se preocupa en la experiencia que viven sus fans en sus conciertos, participando en la elección de los recintos y las ciudades donde se llevan a cabo, facilitando baños de género neutro y asegurándose de crear un espacio seguro para ellos, así como también abogando por que los precios de las entradas y del merchandising sean accesibles. Parte de esa retribución para devolverles a sus seguidores todo el apoyo que le han dado incluye invitar a artistas drag locales a abrir los shows en todas las fechas de su gira y donar parte de las ganancias de sus espectáculos para apoyar organizaciones benéficas como For The Gworls y The Trevor Project.
“En respuesta a la Casa Blanca, que me ha pedido actuar por el Día del Orgullo, queremos libertad y justicia para todos. Cuando hagan eso, acepto la invitación”, declaró hace dos meses, en medio de su show en el festival Governors Ball, en el que atrapó todas las miradas por su personificación de la Estatua de la Libertad. Las razones para decirle que no al Presidente de Estados Unidos pasan por el aumento de casos de odio en el país que amenazan la integridad del colectivo LGBT, lo cual deja claro que su activismo no le tiene miedo a plantar una postura frente a la realidad política y social, algo a lo cual muchos artistas le huyen. Su compromiso no solo atraviesa su discurso, sino que también está en la representación de lo queer y la reivindicación de la cultura drag que lleva como bandera en su arte -cada una de sus performances es un despliegue lúdico de una extravagante parafernalia, desde encarnar a María Antonieta hasta un hada de fantasía o un personaje de El Lago de los Cisnes- inspirando a quienes la siguen y generando visibilidad de las minorías en todas las ramas de lo mainstream.
Sin embargo, mucho de esa conexión y comunión con sus fans incluye también ser honesta con su parte más vulnerable y abrirse sobre el precio de su repentino éxito: “Mi carrera va demasiado rápido y es complicado mantener el ritmo. Estoy teniendo un día difícil”, confesó durante un reciente show en Carolina del Norte, sumándose a la creciente cantidad de artistas que se animan cada vez más a expresarse sobre temas de salud mental y las dificultades y presiones que conlleva la industria musical.
“Todo mi proyecto honra a mi yo de diez años, a esa versión de mí misma que nunca se me permitió ser”, declaró la cantante en una charla con la revista Paper Magazine. La historia de Chappell es como una película coming of age de crecimiento, transición y madurez tanto personal como creativa. Dueña de una personalidad auténtica, gran presencia escénica y un sonido fresco, por el momento pareciera tener todos los ingredientes para construir una sólida y duradera carrera musical, con una comunidad que la apoya y existe más allá del mundo online, y sin depender de hits virales en Tik Tok que se vuelvan más grandes que ella como artista.
Todo indica que más temprano que tarde el fenómeno que protagoniza conquistará nuevas regiones y llegará a los escenarios de este lado del continente. A sus 26 años, es una estrella en ascenso cuyo nombre comienza a volverse internacional y su acelerado crecimiento sugiere que pronto estará cerca de lograrlo.
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