Céline Dion: la desgarradora confesión de la directora del documental, el momento en el que sintió pánico y la escena que le hubiese gustado filmar
Irene Taylor, la realizadora de Yo soy: Céline Dion, cuenta la trastienda del film, que nació cuando la estrella aún no había recibido el diagnóstico definitivo
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Céline Dion no puso restricciones y abrió sus puertas a las cámaras para la filmación del nuevo documental Yo soy: Céline Dion. El resultado es un retrato dolorosamente íntimo del cuerpo de una estrella del pop luchando contra sí mismo. En 2022, Dion anunció que padecía el síndrome de la persona rígida, una enfermedad neurológica autoinmune que provoca rigidez progresiva y fuertes espasmos musculares. Durante una sesión con su fisioterapeuta que estaba siendo filmada para el documental, Dion sufrió un ataque. La cámara continúa grabando en medio de la crisis médica.
En una entrevista realizada por videollamada, la directora, Irene Taylor, habló del rodaje del documental y explico por qué se incluyó la emergencia de Dion en la versión final.
–¿En qué fase de la preproducción te enteraste de la enfermedad de Dion?
–Hablé mucho con ella y no sabía que estaba enferma. Estábamos en plena pandemia y el hecho de que estuviera en casa no se me hizo raro. Casi todos lo estábamos y artistas en todo el mundo no estaban disponibles temporalmente. Llegamos a un punto en el que decidimos hacer la película. Varias semanas después de esa decisión mutua, su representante me pidió una llamada. Me imaginé que debía ser algo grave, porque ese mismo día nos pusimos al teléfono y me dijo que Céline estaba enferma y que no sabían de qué se trataba. Grabamos durante varios meses antes de que hubiera un diagnóstico definitivo.
–Tras recibir el diagnóstico, ¿se habló de dejar de rodar?
–No, en absoluto. Cuando empecé a rodar noté cómo su cuerpo se veía diferente, su cara se veía distinta y logré enfocarme. El iris de mi perspectiva se hizo mucho más pequeño. Hubo un momento, cuando decidí que iba a hacer la película, en que pensé: “¿Qué voy a hacer? ¿Irme de gira con ella?”. Cuando me enteré del diagnóstico, se redujo el ángulo desde el cual iba a entrar en su vida.
–Los documentales musicales autorizados por sus protagonistas no suelen ser muy profundos ni mostrar momentos demasiado personales. Sin embargo, este es muy fuerte. ¿Se habló al principio de cuánto se podía mostrar?
–No se habló sobre parámetros, porque Céline no pidió esos parámetros. El primer día, me dijo: “Estás en mi casa. El hecho de que estés aquí significa que te he dejado entrar. No me pidas permiso para filmar nada”. Sentí que tenía que abordar ese acceso con cariño, dignidad y clase. Hay muchas cosas que la cámara no ve. Si había algo de tensión o incomodidad, me alejaba. En parte, eso fue lo que con el tiempo generó confianza, que ella me diera todo pero yo no lo tomara.
–Hablame de tu reacción cuando, hacia el final del documental, Dion empieza a convulsionar durante la fisioterapia.
–Pude ver una rigidez que nada tenía que ver con la bailarina suelta y ágil que había estado filmando durante varios meses en su fisioterapia. En un par de minutos, estaba gimiendo de dolor. Quería saber si respiraba, porque primero gemía pero luego se detuvo. Puse el micrófono, que estaba en el extremo de una vara que se puede acercar de manera discreta a la persona, debajo de la mesa. No oía su respiración. Sentí mucho pánico. Miré alrededor y vi que su terapeuta llamaba a su jefe de seguridad. Su guardaespaldas entró inmediatamente en la habitación. Me di cuenta de que esos dos hombres estaban allí para cuidarla, estaban entrenados para hacerlo. En menos de tres minutos, probablemente, cuando la respuesta humana de querer dejarlo todo y ayudar se aplacó, Nick [Midwig, director de fotografía de la película] y yo empezamos a filmar todo lo que sucedía. Fue muy incómodo. Nunca había estado en una situación tan delicada con una cámara.
–Hay un plano de su cara que, durante casi dos minutos, nos obliga a verla desgarrada por el dolor. ¿Qué motivó la decisión de no cortar durante tanto tiempo?
–Entre mis 20 y mis 30 años estuve viviendo en el sudeste asiático y aprendí mucho sobre la observación a través de las enseñanzas budistas. Hay una parábola budista tibetana sobre una diosa llamada Tara Verde, de quien se dice que está disfrazada y vive en el mundo como un humano que sufre. Esta parábola te enseña que cuando ves a un ser que sufre a un lado del camino, cuando ves el cuerpo de alguien devastado por la pobreza o por la violencia, no debés apartar la mirada, porque si tu amor puede tocar la experiencia de alguien, cultivás la compasión. Amo mi profesión porque intento acceder a una experiencia humana con la que quizá no tenga contacto directo. Pero si no aparto la mirada, si miro esto y no me inmuto, se cultiva algo en mí que me hace intentar comprender mejor a esa persona. Así que no cortamos. Hubo momentos en los que yo pensaba: “OK, esto es muy intenso”. Dejaba avanzar dos o tres segundos más y luego cortaba. Quería llegar lo suficientemente lejos como para que la gente contemplara su propia experiencia, sin huir. Hay aspectos incómodos de estar vivo y si la narración cinematográfica puede acercarnos a tolerar esa incomodidad, quiero hacerlo con mis películas.
–¿Cómo fue la conversación con ella cuando vio el documental?
–No toqué el tema hasta que le enseñé la película entera meses después. Fui a mostrársela pensando que podría decir: “Por favor, no incluyamos eso”. Eso no habría sido descabellado. Lloró durante casi toda la película. Yo la miraba de reojo, pero me daba un poco de vergüenza porque era un momento muy íntimo para ella. Lo primero que me dijo fue: “Creo que esta película puede ayudarme”. Luego dijo: “Creo que esta película puede ayudar a otros a entender lo que es estar en mi cuerpo”. Ya entradas en conversación, me dijo: “No quiero que cambies nada en esta película, y no quiero que acortes esa escena”. Simplemente se refirió a ella como “esa escena”, y ambas sabíamos de qué estaba hablando.
–¿Hablaron de cómo respondería la familia de Dion, incluidos sus tres hijos?
–Celine no lo mencionó. En realidad, la dejé tomar el mando en todo lo que fuera delicado. Cuando le enseñé la película por segunda vez, dijo: “Voy a dejar que los más pequeños vean la película conmigo y voy a guiarlos durante la película, y voy a dejar que entiendan lo que le pasa a mi cuerpo”. Si hubiera podido filmar esa escena, ahí se habría visto la esencia de Céline. Céline, la madre. Céline, la mujer que sufre. Céline, la mujer que intenta aprender algo y enseñar algo de su propio sufrimiento a sus hijos. Ella los tenía tomados de las manos y ellos no parecían visiblemente alterados al verla. Creo que era porque su madre les decía: “No pasa nada, es solo la enfermedad. Esto es lo que pasa”.
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