Catupecu Machu sigue festejando su regreso a los escenarios con shows como el que dio anoche en el Movistar Arena
La banda que encabeza Fernando Ruiz Díaz repasó sus éxitos de cara a un nuevo disco que está preparando
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Artista: Catupecu Machu. Músicos: Fernando Ruiz Díaz (voz y guitarra), Abril Sosa (batería), Charly Noguera (bajo) y Julián Gondell (batería). Músicos invitados: Javier Casalla, Fabián Von Quintiero, Lula Bertoldi, Barbarita Palacios y Lisandro Aristimuño, entre otros. Estadio: Movistar Arena. Nuestra opinión: Bueno.
Fernando Ruiz Díaz transformó en una fiesta de cumpleaños el show de Catupecu Machu en el Movistar Arena. No hubo torta ni velitas. Pero si pareció una reunión de cumpleaños fue porque, como el mismo dijo casi al final de las dos horas cuarenta minutos de show, la banda estaba de festejo. Tan simple como eso. Y es en ese sentido que se puede leer esta reciente actuación. Fue una celebración con sus más fieles seguidores, más que un concierto puesto bajo el ojo crítico. Además, representa una especie de inmensa vuelta de página que comenzó hace más o menos un año, con el reagrupamiento de Catupecu con un nuevo formato; guitarra, bajo y dos baterías.
De algún modo, el líder de este proyecto que nació hace casi tres décadas (se cumplirán el año que viene) atravesó todo un periplo emocional que tuvo puntos de inflexión muy fuertes, como el accidente y, muchos años después, la muerte de su hermano Gabriel, la necesidad de comenzar un nuevo capítulo musical, ese que llamó Vantha, y esta nueva etapa de Catupecu, que parece tan catártica como pletórica.
Catupecu no ofreció un show de estadio con un guión que se respeta a la perfección. La emoción primó frente a cualquier intento de precisión técnica (y tecnológica), esa que es (o intentan ser) moneda corriente en los espectáculos musicales masivos. Reagrupada con Ruiz Díaz al frente, el regreso de Abril Sosa en la batería y los integrantes de Vanthra Charly Noguera (bajo) y Julián Gondell (batería) mostró tres momentos bien diferenciados para atravesar un repertorio de dos docenas de canciones.
La primera parte fue un show de estadio, sí; un show de rock, de esos que no están en vías de extinción pero que tienden a escasear. Por supuesto que Catupecu fue, es y será una banda de rock, pero como cada hecho artístico funciona como tal en su contexto, casi hay cierto exotismo en ver a tres o cuatro tipos sobre un escenario -sin poner por delante de su música una excesiva parafernalia visual- con la voluntad certera de dejarse llevar por la pulsión de las propias canciones. Y de sus propios dedos, sin artificios digitales. Esto, en la tercera década del siglo XX, puede ser algo celebratorio en si mismo.
Esta primera parte se puso en marcha con lo mejor de la potencia sonora de la banda. Ese falso cuarteto (porque funciona en realidad como power trío) que es capaz de hacer saltar con el segundo tema de la lista, “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, tanto a los primeros de la fila frente al escenario como a los últimos de las tribunas más altas.
Las dos baterías son la gran novedad de esta etapa de la banda. Son un sinsentido de absoluto sentido. El sinsentido de lo innecesario y el sentido que cobran una vez que están allí, sobre el escenario, sonando en vivo, con un sincronismo de movimientos y golpes que convierte al efecto sonoro y visual en algo que va mucho más allá del detalle. No hay explicación que justifique la decisión de funcionar así, solo hay una confirmación de lo valioso de ese recurso una vez que están sonando. Y en ningún momento sus presencias parecen redundantes. Todo lo contrario, potencian toda la propuesta. Este es un gran acierto de la banda que le da un nuevo impulso para esta etapa. Y solo habrá que esperar el resultado del disco que están preparando y del que se anticipó en este show una de sus canciones, la bella “Primer movimiento”.
Luego de ese tramo inicial que también incluyó temas como “Secretos pasadizos”, “Plan B” y “En los sueños”, comenzó un bloque intermedio con canciones que bajaron los decibeles e invitados que asistieron al convite, como el violinista Javier Casalla y las cantantes Lula Bertoldi y Barbarita Palacios, para “Musas”.
En la tercera y última parte los músicos se relajaron lo suficiente como para no preocuparse por cualquier desprolijidad que pudiera ocurrir (una guitarra que se desafina, una bajo que no suena) e intercambiaron instrumentos (esto no siempre resultó tan efectivo como en las posiciones de juego con las que salieron a la cancha, en aquel contundente “primer tiempo”); además, se dedicaron a seguir los pasos de su líder, en torno a ese tono de celebración. Si bien siguieron el curso de una lista programada (”Cuadros dentro de cuadros”, ”Entero o a pedazos”, “Hechizo”), hubo largos parlamentos, temas que recomenzaron más de una vez y bateristas que se arrojaron al público para nadar de espaldas en la marea de manos, con esa emoción rockera que evita (sanamente) cualquier protocolo de los shows actuales. La omnipresencia de Gabriel Ruiz Diaz en las palabras de su hermano o las referencias constantes a la hija del cantante no tuvieron un peso específico en las cuestiones estrictamente musicales del recital, pero evidentemente son un factor emotivo irremplazable para el líder de la banda. Y fue siempre la emoción lo que primó en el Movistar Arena, hasta los últimos compases, cuando ya habían pasado, a modo de bises, “A veces vuelvo” y, después, “Magia Veneno” junto a Zorrito Von Quintiero y Lisandro Aristimuño como invitados.
En definitiva, este show perece haber sido una proyección de un día en la vida de Ruiz Díaz. Más o menos como lo que contó, días antes de este recital, a LA NACION: “Yo me dedico a esto desde que me levanto hasta que me acuesto. No es que mi vida empieza en un momento, el sábado a la noche para ir al boliche. Para mí es desde que me levanto hasta que me acuesto. Por eso para mucha gente es complicado convivir conmigo, porque estoy así todo el día y tengo muy en claro lo que quiero hacer. (...) Hay tanta gente feliz de ver a Catupecu y quizás exista la posibilidad de escuchar un nuevo disco. Es fantástico. Por eso ahí pongo un papel muy importante en el público. No hay una campaña de marketing, podíamos haber hecho esto de una manera gigante, con más estrategia. Obras fue eso, lo anunciamos y se agotó al toque. Este Movistar Arena, lo mismo. La estrategia es ser nosotros mismos y seguir disfrutando. Por ahí en esta época cuesta ser uno mismo. El rock nunca tuvo lugar. Solo tiene momentos en los que tiene un pico de popularidad”.
Por la reacción del propio grupo, este show en el Movistar Arena puedo haber sido el punto más alto de algo que comenzó en 2022, con shows en el Estadio Obras y en el festivales como Baradero, Cosquín Rock y Lollapalooza. Le quedan por delante actuaciones en Córdoba y Rosario. Además, para el verano europeo tienen shows agendados en Madrid, Barcelona, Valencia y Berlín.
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