Cat Power vuelve con un gran disco y una colaboración con su famosa admiradora: Lana del Rey
Números: la cantautora norteamericana Cat Power nació hace 46 años bajo el nombre de Chan Marshall; 20 años cumplió Moon Pix, el álbum que le dio estatus de estrella, y Wanderer es su décimo y nuevo disco, después de seis años de silencio. El álbum se acaba de editar después un período largo desde su anterior producción, Sun (2012). Y si este último tenía un carácter accesible y electrónico que generó un interés comercial más allá de su categoría de culto, el nuevo la vuelve a sintonizar en una sucesión de canciones guiadas por el piano y la guitarra. Y, sobre todo, la voz.
Así arranca Wanderer, a capela, en una composición coral que funciona como introducción y lleva el mismo nombre del disco. Así cerrará también, volviendo al mismo tema como salida: "Wanderer/ Exit". Podría tratarse de una celebración. Y algo de ese espíritu sobrevuela la seguidilla de temas, aunque también hay desconsuelo y conviven ambos sentidos agridulcemente.
Porque en seis años pueden pasar muchas muchas cosas en la vida. Y, al parecer, a Power le pasaron bastantes. Cuestiones fundamentales que atraviesan el disco sucedieron en la vida de Marshall: le descubrieron un desorden inmunológico que le impidió realizar una parte del tour promocional de su anterior álbum; se fue del sello de toda su vida (Matador) para irse a Domino, y tuvo un hijo, que hoy tiene tres años.
Y la maternidad está presente desde la tapa, con un antebrazo que sostiene el mástil de la guitarra y con la cabeza del niño, su pelo rubio. ¿Lo imprescindible?
Cat Power siempre dio que hablar, a pesar de ella: el emblema cool, la modelo de Chanel, la borracha, la talentosa. Como sus shows: geniales o bochornosos. Erráticos o rotundos.
Y Wanderer es rotundo. Producido por ella misma, se despliegan aquí temas en los que muestra su fragilidad, su intimidad, su punto de confluencia entre lo artístico y lo personal. Siempre en las sendas del folk, del soul, del blues e incluso del country a lo Neil Young ("Woman"). Este tema es una colaboración bastante insospechada con Lana del Rey (admiradora confesa de Marshall), que parece establecer una hermandad de mujeres, sororidad, diríamos acá, en un tema dedicado al hombre (¿o a la discográfica?) que la haría rica si juntara una moneda "cada vez que me dijiste que no me necesitabas".
Otro hallazgo es "In Your Face", un comienzo percusivo de influencia cubana y ritmo bossa nova que se centra en el estereotipo del "macho norteamericano", o sea, Donald Trump. Cat Power no lo niega y agrega que el tema también es sobre el karma ("que se posa en tu cara").
Y siguen las canciones. "Horizon" es una suerte de oda a la familia en clave autotune con arreglos vocales a lo "808s and Heartbreak" (Kanye West); "Black" narra una relación abusiva y violenta; "Me voy" es una despedida guiada por una guitarra española, y "Robin Hood" dialoga como crítica al capitalismo en clave acústica y tradición folk estadounidense.
El momento cumbre llega de la mano de "Stay", un cover de Rihanna que Cat Power hizo 16 veces en el karaoke de un amigo y que la convenció de incluirlo en su disco. El piano, el ruego, el abandono, el vagabundeo y la errancia que dan título a Wanderer: todo estalla en esta canción que guía la voz de Marshall (dolorosa y humeante), que nos recuerda su gran tema "The Greatest".
Si algo resume este disco es la idea de intemperie. De las letras, de la música, de ella y de nosotros, como oyentes, que no vamos a salir ilesos de este recorrido. Sí, vamos a salir lastimados. Pero, también, felices.
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