Pianista de formación clásica, bandoneonista, compositora y letrista, en pocos días presentará un nuevo material con clásicos del 2x4; radiografía de una artista virtuosa que trasciende su propio apellido
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Apellido ilustre. Exótica y personal. Virtuosa que hace honor a su estirpe. Carla Pugliese es bandoneonista, pianista, compositora y letrista. También se atreve con algunos pasos firuleteados en las pistas del tango, pero su educación musical formal comenzó a través de la música clásica.
Su know how -perdón por la licencia foránea- es tan amplio que ha trascendido el mote de “nieta de…”, aunque con orgullo no oculta que su abuelo ha sido el ilustre maestro Osvaldo Pugliese.
Con un vestuario que rebosa tango, llega al coqueto Teatro Tadron de Palermo, muy cercano al Villa Crespo donde se crío y donde también vivió su abuelo, munida de su bandoneón y dispuesta a maravillar con el piano que engalana la tradicional sala de Niceto Vega y Armenia. Al punto tal llega su destreza que, ante LA NACION, no duda en ejecutar el piano y el bandoneón de manera simultánea.
Lo nuevo
El próximo 23 de febrero, en las principales plataformas de música, Carla Pugliese lanzará Volvió una noche, un EP compuesto por cinco temas. Paradojas del destino, el Teatro Tadron, donde se realiza esta entrevista, se inauguró con la pieza de Eduardo Rovner que lleva su nombre y, hace una década, repitió el suceso en una versión inspirada en el universo armenio bajo la dirección de Herminia Jensezian.
“Amo ´Volvió una noche´, es el tango que cantaba de chiquita”, argumenta en torno a la elección. “Grabé con bandoneón cinco clásicos, para diferenciar este material de otros que sólo contienen temas de mi autoría”. El EP incluye una versión de “Sur” ejecutada con el mítico bandoneón de Aníbal Troilo que viene atravesando la vida de la intérprete.
Además de “Volvió una noche” y “Sur”, el material también incluye “Nostalgias”, “Uno” y “La cara de la luna”, tema que había grabado para la película Bajo naranja, protagonizada por Sofía Gala Castiglione y que se estrenará en pocos días. “Actué en la escena del bandoneón”. El film también incluye su tema “Milonga sola”.
Pugliese, Pugliese, Pugliese
En la jerga artística, mencionar tres veces el apellido de don Osvaldo Pugliese es una imploración a la buena suerte. Si aquella invocación tiene su origen en el anhelo de una buena presentación artística, excedió tal cuestión para convertirse en un mantra aplicable a la vida toda.
Dada la familiaridad, Carla no encontraba en ese paganismo ninguna resonancia. Para ella Pugliese era su abuelo inspirador y ya con eso le alcanzaba y sobraba. Con todo, suele llevar entre su muda de instrumentos algunas “estampitas” con la imagen del pianista, esas que pueblan escenarios, atriles y cabinas de sonido de los teatros y que ella reparte con gusto.
Sin embargo, hace pocos días, con motivo de la grabación de “El rescate de luz” -postulado a los Premios Gardel- algo atípico le sucedió. “Mientras me estaban peinando y maquillando se desató un temporal, así que me subí descalza al vehículo que me llevó hasta el lugar donde rodamos el video”. En minutos, llegó desde el atelier de la maquilladora hasta el bar notable La Academia, donde se grabó el material. Dada la situación del clima, le avisaron que el espacio había comenzado a inundarse. “Hasta que no pare de llover, no podemos filmar”, la alertaron.
“Cuando escuché eso, pensé que me desmayaba, así que, por primera vez en mi vida, dije para mis adentros: ‘abuelo, por favor, Pugliese, Pugliese, Pugliese que pare de llover´”. A los pocos segundos, la tormenta feroz se transformó en un recuerdo. “Pensé que se trataba de una coincidencia”. La artista se distanciaba de esa vivencia en la que tantos creen. Una herramienta de defensa para no sumarle un aditamento más a la adoración por el patriarca.
“Cuando estábamos por hacer la última toma se escuchó una explosión e inmediatamente se cortó la luz”. Transcurrió más de una hora hasta que, para salir del paso y finalizar la jornada de rodaje, se decidió que la última escena de piano se realizara sólo con la luz de las cámaras. “Estando en el camarín esperando para grabar, le comento a la vestuarista Lucila Segura lo que me había sucedido un rato antes y le aclaro: ´fue la primera vez que dije Pugliese, Pugliese, Pugliese´. Terminé la frase y automáticamente regresó la luz”.
Está claro que ahora también Carla apelará a la exhortación de tantísimos artistas. “Llegué a casa, me paré frente al cuadro con su foto que tengo en mi cuarto y no paré de agradecerle”. Más de una vez ingresó a los camarines de teatros y salas de conciertos y se encontró con la estampita de su abuelo pegada en los espejos. Ahora el hechizo la había rozado a ella.
-¿Qué pasa por tu cabeza cuando llegás a un lugar y hay “estampitas” de Osvaldo Pugliese?
-Lo miro y lo saludo, le digo: “Hola, abuelo”.
Además del lanzamiento de “El rescate de luz”, el tema que confirmó un nuevo “milagro” del autor de “La yumba” -un himno por excelencia-, y del EP Volvió una noche, la artista se encuentra elaborando una nueva gira por Europa y Japón, donde su arte cobra resonancias especiales. De hecho, La vida y la tempestad es un material grabado en vivo en un concierto que brindó en Tokio.
Aquel fuelle de culto
En algunas de sus presentaciones se da el lujo de tocar el bandoneón de Aníbal Troilo, al que llegó el año pasado a instancias de la escritora Paulina Spinoso, quien la convocó para que tocara en la presentación de su último libro y le manifestó que le gustaría que ejecutara el instrumento de “Pichuco”. “´Claro que quiero tocar con el bandoneón de Troilo´, le dije inmediatamente”. Aquel concierto ad hoc se llevó a cabo en la Academia Nacional del Tango, donde descansa el objeto de culto, tal el pedido de la familia de quien fuera su propietario estelar.
A partir de aquella experiencia “se me ocurrió grabar todo un disco con ese bandoneón”. El material está conformado en su totalidad por temas compuestos por Carla Pugliese que “incluye tango, milonga y un par de títulos cantados”.
Linaje
-Una máxima dice “lo que se hereda no se roba”. En tu caso, dado tu enorme talento y tu polifonía de aristas, aquello se transformaría en “lo que se hereda, se perfecciona”. ¿Cómo nació la vocación?
-A los tres años me paraba en el borde del piano para observar cómo mi mamá tocaba música clásica.
Su madre es Beba Pugliese, otra excelsa artista de notable formación. “Miraba a mi mamá y la imitaba, hacía el mismo dibujo con los dedos sobre la madera del piano. Ahora que lo pienso, pobre mi vieja, la molestaría tanto”.
Lejos de incomodarla, Beba Pugliese entendió que en su hija había una vocación indudable. “A los seis años me comenzó a enseñar con partitura y técnica clásica. Me dijo: ´¿querés tocar el piano? Entonces tenés que estudiar´”. Así fueron llegando a manos de esa criatura que aún no había comenzado la escuela primaria, los pentagramas con las creaciones de Johann Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart. La influencia dio sus frutos.
Luego llegó la formación académica en el Conservatorio, pero, como ya traía consigo los conocimientos compartidos por su madre, siempre estaba adelantada, “así que me resultó muy fácil cursar la carrera y recibirme de músico profesional”. Jamás dejó de componer. Imposible escapar de la inspiración que le generaba ya no solo su familia sino los amigos de su abuelo y su madre que pululaban por la casa: Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero, Charly García, Horacio Ferrer -“prácticamente un tío para mí”-, entre tantos otros que formaban su universo tan peculiar y atípico.
Entre las rivalidades que definen la identidad argentina, ya sea en lo político, deportivo y hasta en lo cultural, siempre se polarizó entre el tango “en estado puro” de Osvaldo Pugliese y la “vanguardia” de Astor Piazzolla, defenestrado por los conservadores que llegaban a negar el vínculo del compositor con el género.
-¿Cómo era la relación de Pugliese con Astor Piazzolla?
-Mi abuelo, cuando todos lo denigraban, arregló para su orquesta el tango “Zum”, de Piazzolla y se lo convirtió en un éxito. Entre músicos se entienden...
-Vuelvo a tu infancia. Claramente te definían intereses poco usuales para la generalidad de los niños. ¿Cómo era el vínculo con los chicos de tu edad?
-No era de tener muchas amistades, andaba sola, me parecía muy raro que mis compañeras no supieran qué querían hacer de sus vidas. La escuela me molestaba porque me hacía perder tiempo. Tenía que estar ahí, donde no entendía nada, en lugar de estar en mi casa estudiando piano. Me preguntaba para qué me iba a servir todo lo que me enseñaban en la escuela. Aunque nunca repetí, fue una lucha estudiar, no veía la hora de recibirme. Llegaba a casa, tiraba la mochila y me ponía a tocar el piano hasta la hora del Conservatorio. Jamás me acordaba si tenía pruebas en la escuela, vivía llevándome todo a marzo. Me sentaba atrás de todo, porque casi no era amiga de nadie, aunque no me llevaba mal, pero no había “match”. En las vacaciones, le robaba el piano a mi vieja y me la pasaba tocando. Me despertaba, me iba al piano y seguía hasta la noche.
-En la escuela, sabrías más que la profesora de música.
-Me decía lo que tenía que tocar y yo le decía: “además voy a tocar tal y tal tema”. En el Conservatorio tocaba a cuatro manos con la profesora.
El tango te espera...
“Me dediqué a la música clásica, incluso daba conciertos, hasta que me llegó el tango”, reconoce la artista, radicada desde hace un tiempo en la ciudad de Luján.
-Dicen “el tango te espera”.
-A mí me robó, me dijo “vení para acá”.
Tratando de escudriñar cuándo fue que la música ciudadana se “apoderó” de ella, el cronista, con mal tacto, le consulta su edad actual. “No me acuerdo”, responde ella, rápida de reflejos.
-Entonces, ¿cómo llegás al tango?
-Sucedió cuando me convocaron a tocar “Sur” en la radio La 2x4. Lo primero que les dije fue: “No toco tango, hago clásico”. No me dieron opción. Toqué “Sur” en el famoso piano de cola que tiene el estudio y a partir de ahí me comenzaron a convocar para tocar con cuartetos y quintetos.
Luego llegaron los discos y su incursión en el bandoneón. Siempre reafirmando el “dedos de oro”, aquel mote con el que la bautizó su abuelo. “Compuse un tema con ese título”, reafirma.
-¿Cómo fue que tu abuelo te apodó “dedos de oro”?
-Cuando nací, mi abuelo ya estaba sordo. A él no le gustaba que esto se supiera, pero, ahora que ya no está, me parece que debe saberse, porque me resulta increíble lo que lograba ya con sordera.
-De grande, ¿él tocaba estando sordo?
-Sí, como (Ludwig van) Beethoven. Mi abuelo se sentaba en su sillón verde con el atril de orquestación y sus hojas y se ponía a escribir música en la partitura sin diapasón ni ningún instrumento. Yo solía estar jugando en el piso y, cuando eso sucedía, me quedaba con la mirada fija observándolo, porque sabía que estaba sordo y entendía claramente que estaba escuchando toda la música en su cabeza y la estaba escribiendo en el papel. Mirando eso aprendí composición. No paraba de escribir, pero sabía que yo estaba allí mirándolo atentamente. Él creía que me aburría, entonces me miraba como diciendo: “¿qué hacemos?” y yo me lo llevaba al piano y me ponía a tocar clásico.
El maestro la miraba fijo, observaba con detenimiento y lupa de erudito la posición de los dedos de su nieta, la elegancia de sus manos frente a las teclas. “Ni siquiera pestañaba, me miraba como si fuera un rayo X y se sonreía, le gustaba, por eso me decía que tenía ´dedos de oro´”.
Jamás hubo problemas vocacionales para Carla Pugliese, pero tampoco mandatos impuestos. Tal es su pasión que hoy, con mucho hecho y una carrera intachable, anhela cumplir una asignatura pendiente: “Tocar en la Filarmónica de Berlín, son los mejores músicos del mundo, tienen una maestría y técnica únicas. Seguramente los admiro tanto porque a mí me gusta el arte, lograr llegar al nivel sublime del arte. De hecho, estoy comprometida con el público y con el arte”.
La artista muestra un anillo para confirmar esa unión a la que se refiere que trasciende cualquier otro tipo de amor.
-¿Comprometida con el público y con el arte?
-Sí, claro. Encontré este anillo, que no recuerdo quién me lo regaló, y ahí mismo me dije: “Me comprometo con el público y con el arte”.
-¿Cómo fue que te sedujo el bandoneón?
-A través de un novio bandoneonista. En unas vacaciones me lo ofreció y, de ahí en más, jamás lo dejé. Es más, terminó yendo solo a la playa, porque yo no paraba de tocar. Apliqué la técnica de piano de Vicente Scaramuzza en el bandoneón.
-Por una cuestión generacional, no conociste a Scaramuzza.
-No, mi mamá estudió con él.
-También lo hizo Bruno Gelber.
-Mi mamá era muy amiga de Bruno, fueron compañeros.
El bandoneón también construye su mundo, en este caso acodada en el dominio del músico Ciriaco Ortiz, quien será inspiración para la grabación de un nuevo material de estudio. “Me gusta mucho ese estilo, quiero tener un disco que transite eso”.
Entrecasa
-Más allá del vínculo musical, ¿cómo era la relación con tu abuelo?
-Era muy presente, tomábamos la merienda muy seguido porque vivía cerca de casa. También recuerdo los veranos que pasábamos juntos en Mar del Plata, cuando le tocaba hacer la temporada.
-¿Cómo era su carácter?
-Era muy divertido, jugaba mucho conmigo. Dada su sordera, nos entendíamos con la mirada.
-¿Qué otras cosas les gustaba compartir?
-Comíamos mucho dulce de leche, le encantaba.
-Está claro que eran muy unidos.
-Siempre estábamos juntos. Recuerdo que íbamos a los restaurantes y yo siempre entraba agarrada de su mano. Ni bien la gente lo veía, se ponía de pie para aplaudirlo. Nunca le querían cobrar y él se enojaba, entonces dejaba un montón de propina a los mozos. Siempre era la misma escena. Cuando no le cobraban salía muy enojado, entonces me llevaba a la primera heladería que encontraba y nos tomábamos helados de dulce de leche.
-¿Hubo algún consejo de tu abuelo que recuerdes especialmente?
-No daba consejos, lo que me marcó fue cómo escribía las partituras estando sordo.
-La influencia de él y tu madre es indudable.
-Directamente, yo era de ellos.
-¿Cuándo tomaste dimensión de la envergadura de Osvaldo Pugliese?
-Nunca. Para mí era maravilloso que tocara música estando sordo, como Beethoven.
-¿Cuáles son tus temas favoritos de Pugliese?
-“Recién” y “La Beba”. Me pregunto cómo hizo para escribir esa orquestación.
Osvaldo Pugliese fue un hombre de convicción y coherencia ideológica, que padeció la censura dada su adhesión al comunismo. Cuando eso sucedió, en más de un gobierno de facto, un clavel rojo sobre el piano era el símbolo inequívoco de su ausencia presente. “Mi familia jamás me inculcó nada referido a la política, ni hubo mandatos para adherir a ninguna idea puntual, por eso no tengo nada que ver con lo político”.
-¿Te pesó el apellido?
-Jamás. De hecho, nunca entendí esa pregunta, no entiendo qué es que te pese un apellido.
-Se suele pensar en esas cuestiones cuando se continúa una vocación iniciada por un gran virtuoso y podría aparecer la presión de “estar a la altura de…”.
-¿A la altura de qué?
-Del talento de tu abuelo y de tu madre. Has logrado, con tu propio talento, conformar una identidad y trayectoria propias con excelencia.
-Siempre agradecí haber nacido en la familia en la que nací, porque, gracias a eso, puedo tocar como toco. Siento que nací en el lugar y en el momento exactos. No siento el peso, solo hay agradecimiento al universo.
-¿Por qué el mundo adhiere con tanto fervor al tango?
-En cualquier lugar se baila y se toca, están enamorados de nuestra música. Los únicos que no captan el tango son los argentinos.
Agradecimiento: Teatro Tadron (Niceto Vega y Armenia, Palermo)
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