Quién fue Nénette, la mujer que firmó clásicos del folklore con nombre de hombre y se mantuvo a la sombra de su marido, Atahualpa Yupanqui
Es una canción pero también una reparación histórica: el flamante dúo Monoblok decidió rendirle tributo a la mujer de Don Ata a partir de un descubrimiento: un casete grabado en 1992; la participación de Ricardo Mollo y del Koya Chavero, el hijo de Nénette y Yupanqui
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“Canción para Nénette” nació para reparar una injusticia: el escaso reconocimiento que la cultura argentina le ha dado a Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick, quien no sólo fuera la compañera de vida de Atahualpa Yupanqui sino también coautora de varios de sus temas más emblemáticos. Monoblok, el dúo de Diego Castelli y Martín “Vasco” Urionagüena, exbajista y baterista de MAD, respectivamente, la interpretan. Pero no son los únicos: también participan nada menos que Ricardo Mollo y Roberto “Koya” Chavero, hijo de don Ata y Nénette.
“La idea de hacer un homenaje a doña Nénette surgió de este amor profundo por el universo Yupanqui, por la obra de don Atahualpa”, cuenta el Vasco. Ese amor es parte de su herencia: tras la partida de su padre, el baterista se topó con una grabación que terminó siendo el disparador de este tributo. “Encontré un casete en un cajón, limpiando sus cosas, donde él hacía un monólogo en un grabador de periodista en el año 92, tres días después de la partida de don Atahualpa. Le hablaba a su influencia máxima en lo musical y lo cultural. Un casete que hizo para su placer personal y para sentirse conectado y hablarle a su ídolo, y lo guardó y no lo compartió ni con su único hijo -que soy yo- ni con su mujer ni con nadie: lo grabó y lo guardó. Y ese casete lo encontré hace tres años y me hizo conectar con el alma de mi viejo y redescubrir la obra de Atahualpa”, cuenta.
Nénette nació en 1908 en el archipiélago francés de San Pedro y Miquelón, frente a la costa Este de Canadá. Previo paso por París, su familia se instaló en Villa Ballester, en 1928. En el Conservatorio Nacional terminó sus estudios de piano y recorrió el país dando conciertos, hasta que en 1942 conoció en Tucumán al guitarrista Atahualpa Yupanqui. “Un día, cuando yo ya era grande, mamá me confesó que era tal su admiración por el Tata que decidió renunciar a su propia carrera para apoyarlo. Decía que era un artista único en el mundo”, relata el Koya Chavero. Juntos compusieron varias de las páginas más célebres del cancionero popular argentino, como “El arriero” o “Luna tucumana”, las cuales Nénette firmaba con el seudónimo “Pablo Del Cerro” (por uno de sus nombres, “Paule” y por el Cerro Colorado, su amado lugar en el mundo, en Córdoba) porque la sociedad sexista de mediados del siglo pasado no contemplaba la posibilidad de que una mujer, extranjera y concubina compartiera cartel con don Ata.
Conocedores de esa historia, el Vasco y Castelli llevaban tiempo queriendo hacer algo para canalizar su bagaje musical conjunto, que excede el hard rock que los unió y derivó en este estreno folklórico instrumental. El bajista pensó una melodía, se la silbó a su socio por teléfono, éste cargó el cajón peruano y salió disparado de Tigre a Villa Celina y así, en el patio de Castelli, se grabó en un celular el demo de lo que sería “Canción para Nénette”.
Para dar el paso de la maqueta al producto final convocaron a Armando Alvarado y Claudio Ponce del grupo Los Jatun y al tecladista Juan Pablo Ezquerra. Pero Castelli y el Vasco tenían un sueño: que el hijo de los Yupanqui también participara del homenaje. “Viajamos a Cerro Colorado a conocerlo a presentarle esta idea, decirle que estábamos grabando esta canción, hacerle escuchar el demo para lograr una aprobación artística respetuosa. Y la pregunta fue muy predecible y obligatoria: si él quería estar, porque es un eximio guitarrista, un artista con mucha profundidad, la cual lleva obviamente en las venas por su padre y por su madre. Y fue un sí automático”, cuenta Urionagüena.
Pero Chavero todavía tenía una sorpresa más guardada: “Volvimos al mes y medio con un estudio digital de grabación móvil y él sacó la guitarra de Atahualpa de la vitrina de la casa museo en Agua Escondida. La afinó y se produjo ese momento mágico y kármico en el que la guitarra de don Atahualpa finalmente volvió a la vida, tocada por las manos de su hijo en homenaje a su madre. Y eso es algo que nos dejó sin palabras”, dice el Vasco.
El estudio en el que se mezcló y masterizó “Canción para Nénette” le suma otro componente a la leyenda: toda la post-producción se hizo en Abbey Road, las míticas salas por donde pasaron los Beatles, Pink Floyd y tantos otros héroes del rock clásico. Pero antes de eso faltaba que el otro invitado célebre hiciera su aporte.
Los Monoblok conocían a Ricardo Mollo de cuando éste colaboró con MAD en el disco Dale que te gusta (2009). “Le propusimos si quería hacer algo y nos dijo: ‘Decididamente sí’. Preguntó: ‘¿Qué quieren que meta?’ y le dijimos que tenía un cheque en blanco, que metiera en la parte que quisiera el instrumento que quisiera. Y salió con esta genialidad de tocar un e-bow en la segunda estrofa y además meter en el solo unos acentos de vargan, un arpa judía, un instrumento percusivo bucal”, cuenta Urionagüena.
Días más tarde, en charla con el guitarrista de Divididos, el dúo y su invitado llegaron a la conclusión de que al tema le vendría bien una introducción “que termine de situarte musicalmente en el viaje marítimo de la preadolescente Nenette, viajando desde la costa Oeste de Canadá hacia el puerto de Buenos Aires”. Así, Mollo registró esa apertura con un e-bow (un arco electrónico de mano para tocar la guitarra, que reemplaza la púa) y al fin la canción estuvo terminada. La motivación del ex Sumo fue una sola: el amor a la obra de Atahualpa Yupanqui y Nénette: “Para mí es acercarme un poco a la familia Chavero. De la manera que uno puede, que es a través de la música, agradecer todo lo escuchado y todo lo aprendido. Este pequeño aporte tiene que ver con eso: una manera de agradecimiento a tanto”, cuenta Ricardo Mollo.
“Canción para Nénette” es el single con el que se presenta al mundo el dúo Monoblok, que ya está trabajando en su sucesor, “Espero una respuesta” (“una canción donde volvemos un poco más al rock, o rock-pop, a la que se sumó con una performance hermosa Hilda Lizarazu”). Luego llegará “Naná”, otro instrumental. La idea, dice Urionagüena, es expandir los límites creativos: “Queremos darle rienda suelta a esta coctelera ecléctica musical que tenemos en la cabeza”.
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