Camilo Sesto colmó de nostalgia (y de gritos histéricos) el Luna Park
El artista español volvió a presentarse en el país, esta vez de la mano de su álbum recopilatorio 70
El estadio Luna Park pareció detenido en el tiempo durante algunas horas. Como si hubiera sucumbido a alguna suerte de hechizo, el tradicional palacio de los deportes porteño vio desfilar anoche por sus entradas a hombres y mujeres con ramos de flores, remeras estampadas con la cara del ídolo, sombreros y gestos de ansiedad; resultaba entonces sencillo imaginar cómo habría sido una presentación de Camilo Sesto en ese mismo lugar, aunque cuatro décadas atrás, cuando se encontraba justo en la cima de su carrera.
Minutos después de que el cantante Jorge Vázquez -ganador de la segunda temporada del reality Elegidos (la música en tus manos)- desplegara un set de tangos y de canciones de Sandro, la pantalla gigante inició la cuenta regresiva hacia el reencuentro del español con su público argentino. Tres años habían pasado de su última presentación en el país, en ese mismo lugar, aunque la emoción reinante parecía indicar que el tiempo había sido otro. Después de todo, así funciona la nostalgia, un arma que Camilo y tantos otros artistas de su generación saben manipular a la perfección.
A las 21.36, Sesto tomó su lugar y renovó al instante el contrato con su audiencia: él jugó a ser el divo eterno, impasible, ajeno a las dimensiones que rigen al resto de los mortales, aún cuando ni su rostro ni su voz sean las mismas. Del otro lado del escenario, las cuerdas vocales de los fans estuvieron listas para gritar su nombre, lanzar declaraciones de amor, llorar por él y acompañarlo a cantar como si el reloj permaneciera detenido por la magia de la devoción y la ilusión de que todo tiempo pasado fue siempre mejor.
El setlist estuvo a la altura de una velada nostalgiosa, y repasó todos los éxitos de Camilo Sesto. La apertura estuvo a cargo de "Con el viento a tu favor", de su álbum Rasgos (1977) y, a lo largo de dos horas, fue pasando de los tonos más pop / bailables ("Fresa salvaje", "Melina", "Enamórate de mí") a los pasos más melódicos ("Mi mundo tú", "Mi buen amor").
Acompañado por una banda sólida, la voz del artista español fue reencontrándose con soltura con el enorme cantante que ganó fama a mediados de los 70, aunque siempre tuvo a sus coristas como respaldo en caso de que alguna nota lo encontrara dubitativo. La interacción con el público fue escasa: algunos agradecimientos para los gritos de los fans, un recuerdo para su madre y alguna que otra alusión a la canción que estaba por sonar. La bandera argentina, en tanto, tuvo un lugar de privilegio sobre el escenario, siguiendo el protocolo del artista que busca acariciar el orgullo nacionalista de su audiencia.
Sobre el final del recital, fue tiempo de poner en primer plano sus más grandes hits: "¿Quieres ser mi amante?", "El amor de mi vida", "Algo de mí" y "Vivir así es morir de amor" sonaron con potencia y encontraron al público que colmaba el Luna Park de pie, disfrutando de los últimos minutos junto al ídolo. El clásico mexicano "El Rey" y el tema "Perdóname" funcionaron como despedida. De nada valieron los aplausos ni el "una más y no jodemos más": poco después de las 23.30, las luces del estadio se encendieron y todo indicó que era tiempo de emprender la retirada. El hechizo, así, súbitamente se rompió.