El Club Atlético Fernández Fierro es un emblema tanguero nacido en el siglo XXI que sigue representando una cultura alternativa, elegida por artistas como Manu Chao o Albert Plá
- 9 minutos de lectura'
Si hubiera nacido el 1° de mayo, su debut en la escena porteña habría tenido otras características, sin duda. Pero fue aquel día de 2004 que abrió sus puertas y se puede decir que hoy, a dos décadas de ese estreno, es un lugar de culto para la música que no compite por los récords de las redes sociales ni las plataformas de streaming. El Club Atlético Fernández Fierro (el CAFF, como se lo conoce desde siempre), fue primero el búnker de la Orquesta Típica Fernández Fierro, nacida en años de renovación tanguera y con un ímpetu que quizás tuviera su correlato en esos años de despertar, luego de la crisis de 2001. En otra vida, CAFF fue un viejo taller mecánico que con el tiempo se convirtió en un espacio cultural de referencia para todo aquel que busca tango que no sea for export y otras músicas que no son las más difundidas.
Casi toda la escena tanguera de finales de los 90 y las dos primeras décadas de este siglo pasó por allí; también sonó el folclore de Orozco-Barrientos y Arbolito, o el rock visceral y de autor de artistas como Palo Pandolfo. Festivales de fado y bluegrass, carnavales porteños y del noroeste argentino.
Su carácter siempre fue cooperativo y autogestionado. Porque la orquesta Fernández Fierro no solo había tomado el sonido de la síncopa pugliesana como referencia, también había asimilado valores que ya se veían más de medio siglo atrás, en la orquesta del gran director Osvaldo Pugliese. Por ese viejo pasillo que en otros tiempo fue un viejo taller pasaron figuras de las más diversas latitudes que se sintieron atraídas por lo que allí pasaba. De Manu Chao a Rubén Albarrán, cantante de Café Tacvba; de Albert Plá a Skay Beilinson fueron parte de esa audiencia.
Al principio, los miércoles tocaba la Típica Fernández Fierro, luego de las clases de tango que había cuando las mesas y sillas dejaban lugar para la pista de milongueros. Con los años se hicieron festivales (el Facaff) que además de tango albergó a distintas expresiones de la música popular argentina. El CAFF fue, también, y en cierto modo, una alternativa para aquello que no llegaba a la agenda que cada año proponía el festival Buenos Aires Tango.
Muchas cosas han cambiado, pero hay otras que no. Una típica persiana de enrollar del tamaño de un portón de garaje oficiaba de marquesina y acceso. Un pasillo largo que daba a un taller reconvertido en salón con escenario, sillas y mesas (casi no había dos del mismo tamaño, forma y color) y unas gradas que daban un poco de altura al público, pero que ya no están por seguridad. Porque también habrá que decir que, además de lo pintoresco que podía resultar cuando se le ponía sonido a ese ambiente oscuro e industrial, hubo tiempos en los que el barco, comandado por una cooperativa de músicos y técnicos, parecía zozobrar por inhabilitaciones (justamente luego de la tragedia de Cromañón donde, en diciembre de 2004, murieron por asfixia luego de un incendio, 196 jóvenes). El barco también fue sacudido por el parate que significó la pandemia. Pero allí está el CAFF, con sus puertas abiertas en su edificio de Sánchez de Bustamante 772. De los tangos clásicos a las versiones rockeras de temas de los Redondos, de la murga uruguaya a los bombos porteños, de las milongas a los agitadores de pañuelos en noches de zamba.
“Más que festejo, fue una celebración –dice Walter “Tano” Coccaro, programador artístico y responsable técnico del CAFF, sobre este último aniversario-. Es un recorrido de mucho trabajo, esfuerzo, cooperativismo y resistencia. Había que celebrarlo con música, que es lo que nos gusta hacer”. En dos décadas pasaron más de 40 músicos por la orquesta y otras cuarenta personas que trabajaron en el CAFF, apostadas en la puerta, en la barra, la boletería o la técnica. Un trabajo que se pudo sostener. “Llegar a las dos décadas era para celebrar la unión del CAFF y la gente”.
En el comienzo
“Los domingos tocábamos en San Telmo, en la calle. Los lugares en donde tocábamos no nos satisfacían técnica ni estéticamente. Hacíamos lo que se podía a nivel laboral. Un día fuimos a tocar a un lugar autogestionado por gente de teatro, en Parque Patricios, que fue inspirador. Si ellos lo podían hacer, nosotros también, si había necesidad, deseo y voluntad”, dice Yuri Venturín, contrabajista y director de la que por entonces se llamaba Orquesta Típica Fernández Fierro.
La búsqueda fue con el diario en la mano, abierta en la página de clasificados. Desde el primer momento la orquesta buscó galpones para convertirlos en su sala de ensayo y de shows, al menos una vez a la semana. Así apareció la propiedad de Sánchez de Bustamante. Entrada pequeña por la que apenas pasaba un auto, pasillo largo y, al fondo, un tinglado al que había que hacerle todos los arreglos posibles para ponerlo en funcionamiento. Piso, instalación eléctrica, refacción de baños, pintura.
Entre febrero y el 1° de mayo de 2004, el grupo se dedicó a acondicionar el lugar. Luego de Cromañón hubo otras refacciones que hacer y muchas exigencias. ¿Soñaban con un proyecto amplio o solo era para la orquesta? “No. Al principio no estaba planteado como un espacio abierto. Eso se nos ocurrió bastante más adelante”, recuerda Venturín. “El posCromañón trajo un montón de exigencias que antes no teníamos como sociedad, como adaptar baños para discapacitados y la ampliación de puertas y camarines”.
Al principio se abría los miércoles para la milonga y para el show de la orquesta, y el resto de la semana era dedicado a la puesta en valor del club. “Era un taller y las paredes estaban manchadas de aceite”, recuerda Coccaro. “Hoy tenemos actividades de lunes a lunes: ensayos, talleres, reuniones, shows. De a poco se armó un lugar con el que la gente se involucra, no solo a través de la música, también con el cine o el teatro. Hay escuelas que vienen al CAFF para ver cómo funciona una cooperativa y una orquesta. En 20 años no nos quedamos con los brazos cruzados. Porque lo mejor es que el lugar siga existiendo y que la gente se exprese”.
–¿Cuál fue el obstáculo que pensaron que no se iba a poder superar?
Venturín: -La pandemia, no poder trabajar. No saber qué iba a pasar producía mucha angustia. El último día que abrimos y nos enteramos de que habían aparecido los primeros casos de Covid-19, dije, ‘nos vamos a quedar todos sin trabajo’. Y bueno, era cerrar y no saber si sería por quince días o por un mes. Terminaron siendo ocho meses para abrir con protocolos, con un aforo limitado. La tragedia de Cromañón también fue un momento difícil. Para 2004, en coincidencia con el gobierno kirchnerista, fue una situación favorable para todos. En tiempos de macrismo fue de mayor recesión y ahora estamos en una situación que no nos queda otra que aguantar, porque esta es nuestra fuente de trabajo y la de muchos.
–¿Qué momentos se recuerdan con más cariño?
Venturín: -Muchas noches buenas pasamos ahí. En lo personal, en el CAFF conocí a quien es mi compañera y madre de mi hijo. Ella era una persona que llegó como público, hace 15 o 16 años atrás. Imaginate lo que significa para mí. Un lugar que ha marcado mi historia y la de muchos más.
Coccaro: -Siempre hubo momentos lindos en estos veinte años. Como en toda pyme hay que convivir entre compañeros, suceden las mismas cosas que pueden pasar en una empresa o una oficina; pero con la cantidad de artistas que vienen a tocar y la onda que se arma, siempre estamos felices. Tuvimos, obviamente, algunos momentos más emotivos. Cuando venía a tocar Fontova, por ejemplo, que fue un referente para nosotros. O cuando pasó por el CAFF Manu Chao. Que gente como él quiera venir al CAFF nos pone orgullosos. Hay que recordar que es un club de música creado por artistas, no por empresarios que, quizá, tienen otra percepción.
-¿Las peores situaciones?
Venturín: -Siempre tratamos de ser lo más cuidadosos posible, pero a veces una inspección te hace cerrar. O la suspensión a último momento de un show. Las peores situaciones son aquellas en las que le tenés que dar una mala noticia al público. Pero pasa el tiempo y sentimos que sigue siendo el lugar donde más cómodos no sentimos para tocar. A la hora de subir al escenario es lo que nos pasa. Cuando festejamos los diez años grabamos nuestro disco en vivo durante dos noches y fueron momentos muy especiales.
Coccaro: -Después de varias veces que pensamos “de esta no salimos más”, nos dimos cuenta de que podemos resistir a todo si tenemos la convicción de seguir adelante.
-¿Cómo surgió el festival Facaff?
Coccaro: -Al principio CAFF fue para el tango independiente, autogestivo y contemporáneo. Entre 2004 y 2009 fue así. Luego nos dimos cuenta de que había que abrir a otros géneros. Además, somos hijos del rock y eso no nos puede faltar. El Facaff es para voces nuevas que hacen tango, lo encaramos desde ahí. El resto del año en la página web del CAFF se puede encontrar todo, mucho tango y folclore, cantautores y un poco de rock, como siempre.
-Todo lo alternativo que puede ser programar un ciclo de tango como algo diferente del festival de tango, para la misma época.
Coccaro: -Sí, y creo que después de lo que nosotros hicimos el festival de tango abrió un poco más el abanico, a lo que ya mostraba, con artistas conocidos. Creo que el momento actual tiene otras expresiones que hablan de algo más contemporáneo. Hay adolescentes con rabia contenida que sacan a través del tango. Y no tienen espacio para que eso se visibilice. Acá abrimos el espacio para eso. La Fierro empezó así, tocando en la calle. Hay que demostrarles que se puede y que las condiciones están, solo hay que encontrar el lugar en donde te den una mano. Nuestra idea es que acá el artista esté cómodo.
Temas
Más notas de Tango
- 1
Marcelo Longobardi, sobre su desvinculación de Rivadavia: “Recibieron fuertes comentarios adversos de Karina Milei”
- 2
Shakira reveló el sorprendente rol que desempeñó Chris Martin tras su separación de Gerard Piqué: “Él estuvo ahí”
- 3
Claudia Villafañe: su mejor rol, por qué no volvería a participar de un reality y el llamado que le hizo Diego Maradona horas antes de morir
- 4
En fotos: Stephanie Demner y Guido Pella celebraron su boda con una exclusiva fiesta