Caetano Veloso y sus hijos, en un show íntimo y familiar
Ofertório. Intérpretes: Caetano Veloso (voz, guitarra), Moreno Veloso (guitarra, voz, percusión), Zeca Veloso (bajo, piano, voz) y Tom Veloso (guitarra, bajo, voz). Teatro Gran Rex. Nuestra opinión: muy bueno
Es difícil explicar la genialidad. En buena medida, es algo que se percibe, que atraviesa la cuarta pared sin pedir permiso, que trasciende los tiempos y las estéticas, que nos abraza como si fuéramos únicos y exclusivos aunque se repita lo mismo en cada lugar –incluidos comentarios aparentemente espontáneos-, que nos conduce por sus propios caminos haciéndonos creer que somos cómplices excluyentes. En el caso del bahiano Caetano Veloso, sin embargo, podrían intentarse algunas explicaciones. Hay un par que son obvias. Una tiene que ver con el nivel de sus canciones. Pasa el tiempo y sigue acumulando piezas de colección, de las que hacen convivir textos y melodías como si fueran una sola cosa, que usan su lengua portuguesa excediendo en ritmo y efectos tímbricos lo puramente semántico. Y está, por supuesto, el enorme talento del Caetano cantante, con sus agudos cuasi desafinados, con sus vibratos únicos en el grave, con su expresividad que siempre dibuja una mueca de sonrisa, con su paz y su delicadeza. Pero hay más. Veloso sabe cómo llevar cada proyecto a la estética de ese momento. Si lo respalda una banda pop, todo lo que haga, independientemente del momento en que lo escribió, tendrá ese perfil. Si es más camarístico, con la conducción de Jaques Morelenbaum por caso, se transformará en un clásico aunque interprete canciones de la Tropicalía. Y, como en este caso, si adopta un formato fogonero-familiar con sus tres hijos, por momentos acústico, todo el concierto tendrá esa impronta. No casualmente este último espectáculo que viene presentando hace algunos meses por diferentes lugares del mundo –ya se lo había visto en Buenos Aires en el festival Lollapalooza en marzo- lleva como título el de una canción que escribió para su madre. "Ofertório" fue un "encargo" de su hermana Mabel, "la más católica de la familia", para una misa en memoria de su madre. "Yo no soy creyente pero mis hijos sí lo son", dice; "esta canción está pensada como para que la cante mi madre en primera persona y es, al mismo tiempo, un homenaje a la religiosidad de mis hijos". Y ése es el espíritu de todo su espectáculo.
Como cariñoso pater familias, Caetano reparte el juego generosamente entre sus descendientes. Es sin dudas el centro de la escena por el peso de sus composiciones, que son mayoría, y de su propia envergadura artística. Pero a veces canta los tema de sus hijos, o ellos hacen relecturas de los suyos, o entrega el espacio principal para que Tom, Moreno y Zeca puedan mostrarse también como cantautores y presentar sus creaciones.
Todo arranca, como en cada punto de la gira, con "Baby", una vieja canción de los tiempos del Tropicalismo, y con "O seu amor" de Gilberto Gil, un colega imprescindible en aquella aventura pop de finales de los ’60. Y a partir de allí, el show recorre canciones de diferentes tiempos y fama. Zeca se luce con su "Todo homem". Tom tiene su buen momento con "Um só lugar". Moreno recuerda la infantil "O Leãozinho" que Caetano escribió hace mucho tiempo, exhibe su costado "macumbero" (según él mismo se presenta) con "Un canto de afoxé para o bloco do Ilê", que escribió junto a su padre, y lo homejanea con "How Beautiful Could a Being Be", que compuso para Caetano y con lo que se cierra la parte formal del show.
Tres guitarras, un poco de percusión más o menos convencional, un teclado y un bajo. Son los instrumentos que se van repartiendo los Veloso y los que sirven de acompañamiento para letras y melodías. No hace falta más. El gran jefe de esta tribu musical deja perlas en el camino y reafirma su reinado. Y es brillante con "Genipapo absoluto", "Alexandrino", "Oração ao tempo", "Reconvexo", "Força estranha" en bello arreglo coral junto a sus hijos, "Canto do povo de um lugar", "A tua presença", "Ela e eu", "A luz de Tieta" y una cuantas otras. O con el guiño para hispanoparlantes con la "Tonada de luna llena" de Simón Díaz o el fragmento de "Mi Buenos Aires querido" con que abre la serie de bises, para una ciudad que sigue recibiéndolo con merecidos honores.
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