Cae: “Cuando el campeón deja de ganar comienzan a darle la espalda”
El fluido tránsito que circulaba por la céntrica avenida Callao durante una tarde cualquiera de 1991 en Buenos Aires, de pronto se vio interrumpido en su intersección con la avenida Córdoba. Transeúntes y automovilistas suponían que se avecinaba una manifestación, que quizás se trataba de un accidente o bien de tareas de mantenimiento en la vía pública. Sin embargo, los responsables de semejante embotellamiento eran cinco muchachos de extensas y ensortijadas cabelleras, pantalones de cuero ajustados, vinchas, pañuelos y remeras ceñidas al cuerpo que posaban alegremente para una sesión fotográfica de una popular publicación juvenil de aquel momento.
Aquellos émulos locales de Bon Jovi, Mötley Crue y Poison no eran otros que Bravo, una banda de soft metal que de la noche a la mañana cautivó a un amplio sector del público con canciones como "Desierto sin amor" y, en especial, "Te recuerdo", su llamativo look y particularmente con su carismático y seductor vocalista: Carlos Alfredo Elías, más conocido como Cae.
"Con Bravo estábamos preparados para cualquier cosa menos para tener un éxito tan repentino. Fue como si fuegos artificiales nos hubiesen explotado en la cara", recuerda el propio Cae, el músico, cantante, productor y compositor nacido hace 50 años en Villa del Parque, hijo de un peluquero y de una maestra y el mayor de tres hermanos. "Cuando empezamos a sonar en la radio y a aparecer seguido en programas televisivos de cuarenta puntos de rating se desató una locura general y, en medio de esa vorágine, nosotros nos creíamos que éramos los Mötley Crue argentinos y que después de la General Paz estaba la ciudad de Los Ángeles. También fue un momento de aprendizaje y disfrute, algo así como un cóctel raro entre una fiesta interminable y un curso acelerado para aprender a manejar eso llamado fama".
Con Bravo estábamos preparados para cualquier cosa menos para tener un éxito tan repentino. Fue como si fuegos artificiales nos hubiesen explotado en la cara
Cada vez que aparecían en los medios o a la salida de algún show solían producirse escenas lindantes a la beatlemanía, con fans enardecidas persiguiendo a los músicos en pos de un saludo, un beso, un autógrafo, un mechón de pelo y, quizás, la posibilidad de conocerlos más de cerca. "Esos encuentros con las fans eran totalmente fortuitos, para nada programados, que se daban de un show a otro generalmente arriba del motorhome que teníamos para trasladarnos en las giras y de manera consensuada. Lo importante es situarse en la época; eran los años noventa, los de la pizza con champán y en donde todo se hacía a lo grande, excesivo y sin medida. Y para una banda de rock, encima con el absurdo delirio nuestro de creernos californianos, lo de las antiguamente llamadas groupies era un accesorio fundamental de ese combo y de un contexto particular muy diferente al que vivimos actualmente", sostiene.
Claro que en paralelo con las mieles que otorga la fama y el éxito, comenzaron a emerger las sobreexigencias, el querer cumplir con varios conciertos en una misma noche, cierto desgaste tanto físico como mental y los primeros quiebres internos que, en su caso, derivaron en el abandono del grupo para iniciar una carrera en solitario más volcada al pop melódico y con una imagen renovada. "Lo de ser solista fue, en parte, una propuesta de la compañía discográfica pero también un deseo personal", señala. "Llegué a ver a Bravo como un viaje de egresados con la mecha muy corta y yo siempre me propuse tener una carrera a largo plazo y más profesional, así que ese fue el momento indicado para hacerlo".
Álbumes como Cae (1994), Mañana (1995), Hombre (1997) y Electriciudad (1998); el haber obtenido el primer premio en el Festival Internacional de Viña del Mar (Chile) en 1997 con el tema "Para vivir un dulce amor" y la repercusión de canciones como "La soledad" y "Cada gota de amor", entre otras, cimentaron un auspicioso recorrido solista que además de hacerse fuerte en Argentina llegó a varios puntos de Latinoamérica. De todos modos, el impacto de "Te recuerdo", aquel hit inoxidable de Bravo, aún perduraba tanto en el público que se transformó en una escala ineludible de sus conciertos como solista, fenómeno que persiste hasta el presente y del cual se siente orgulloso.
"Jamás renegué de tocar en vivo ‘Te recuerdo’. Más allá de haber grabado muchos discos y de tener una gran cantidad de canciones, ése es mi tema estandarte, el que grabaron otros artistas, en otros idiomas y por el que me siguen convocando para cantar en todo tipo de eventos, desde una fiesta privada hasta un show en un teatro, un festival o en un programa de televisión. No hay show de Cae sin ‘Te recuerdo’ y eso siempre será así", sentencia.
La apertura de mercados en diversos países latinoamericanos obligó a Cae a viajar de manera continua al exterior, lo que, por consiguiente, hizo que a nivel local tanto su nombre como su imagen y sus canciones fueran perdiendo cada vez más peso. A eso se le sumó la renovación de artistas que cada tanto se da en el mercado discográfico disparando el interés del público hacia otras propuestas: "Yo siento que me jubilaron muy temprano y me dejaron de lado. Con el tiempo aprendí que para las discográficas cuando el campeón deja de ganar comienzan a darle la espalda. Eso duele pero son las reglas del juego y me la tuve que bancar. Aunque también hago un mea culpa y reconozco que quizás en ese momento grabé discos que no le interesaron a nadie", confiesa.
Esa delicada situación profesional, en conjunto con la crisis que azotó a la Argentina a partir del 2000 (" pasé de hacer 100 shows por año a sólo 8", grafica), lo impulsó a probar suerte en España y, con Santa Parranda bajo el brazo, un álbum de corte latino, fue presentado como un artista al estilo Ricky Martin. La muy buena recepción obtenida lo contactó con una productora que le permitió realizar giras de verano, crecer en popularidad e inclusive compartir cartel con estrellas internacionales de la talla de Madonna, Robbie Williams y Five en diversos programas televisivos.
La vida parecía darle una nueva oportunidad a Cae pero poco tiempo después de que su familia viajó a Madrid para instalarse de manera definitiva ocurrió algo inesperado que lo devastó por completo: los dueños de la agencia que lo había contratado se fugaron de un día para el otro, dejando un tendal de deudas, contratos en el aire y una oficina sin muebles. Estafado, sin dinero ni trabajo, a 12.000 kilómetros de distancia y acompañado por su mujer y sus dos pequeños hijos, no le quedó otra que empezar de cero. Y para colmo de males, desde Buenos Aires su hermano le informaba telefónicamente sobre el fenómeno llamado "corralito" que no le permitía extraer sus ahorros del banco.
"De no ser por el apoyo anímico de mi familia, creo que habría cometido cualquier locura. La cabeza me explotaba y para poder comer retomé la actividad que había aprendido de mi viejo. Así que empecé a cortar el pelo en varias peluquerías, al tiempo que tocaba en bares chicos ante sesenta y cien personas. Cuando se enteraban que era argentino me pedían temas de Andrés Calamaro, Fito Páez, Charly García y yo los intercalaba con canciones mías, pero no me daban pelota. La gente iba a los bares a beber un trago, conocer a alguien y cuando terminaba mi show ni siquiera me aplaudían. Ahí no aguanté más y volví a la Argentina".
De regreso al país, Cae se fue a vivir a Mar del Plata con la firme intención de alejarse de los escenarios, convencido además de que su cuarto de hora había pasado y que debía dedicarse a otra cosa. Fue gerente artístico de una radio local y cuando se cumplían dos años de dicha tarea, un allegado del medio discográfico le propuso volver al ruedo dado que sus canciones aún sonaban en las radios, en las discotecas y el público las recordaba. Así nació Historias de amor en canciones, un espectáculo que, combinando música y anécdotas a modo de monólogo se estrenó en el teatro La Subasta de La Feliz. Agotó la primera función.
Con el paso del tiempo, y debido al éxito, las funciones se multiplicaron alcanzando las cuatro temporadas consecutivas tanto en salas de la costa atlántica argentina como en Buenos Aires. Comenzaba así la reinvención de Cae como artista, donde lo musical y lo actoral se ubican en un mismo plano, conformando la base de Rocklover, un concepto de show que mantiene hasta el presente y en donde se entremezclan el rock, las baladas románticas, el humor, algo de nostalgia y la actualidad bajo el lema "Hoy somos nuestra mejor versión".
Su participación en la película Casi leyendas (2016), protagonizada por Diego Torres, Diego Peretti y Santiago Segura, le abrió la puerta al mundo de la comedia musical. De ahí en más formó parte de manera ininterrumpida de las obras Cosa de minas (junto a Dalia Gutmann), Rock of Ages y Madagascar: una aventura musical, que lo acercó al público infantil. Sin dudas, una faceta inesperada para muchos que logró colocarlo en otro plano y nuevamente en boca de todos gracias a su intervención en el "Superbailando 2019", el clásico certamen de baile televisivo comandado por Marcelo Tinelli.
"El lado actoral no es algo nuevo en mí. Siempre me interpreté a mi mismo y con el tiempo la gente del medio teatral vio algo en mí que le interesó. Empezaron a convocarme para otros papeles, lo cual me parece súper divertido, además de enriquecer mi carrera como cantante", explica un Cae exultante, pleno de proyectos (en abril se viene el lanzamiento en formato visual de Rocklover, el show brindado a fines del año pasado en el teatro Opera, a través de Spotify Latino; Vivatodo!, un nuevo álbum de estudio cuyo primer corte de difusión es "Plan B", y un reality show al estilo de The Osbournes, junto a su hijo Fran, titulado Socios, hasta que la ruta nos separe) y sumamente agradecido por el apoyo del público después de tantos años de alegrías y no pocos sinsabores.
"Mi reinserción en la escena no fue fácil. Sentí que el medio me había olvidado pero la gente no. Y eso se dio gracias a las canciones que perduraron en el recuerdo del público. Lo único que tuve que hacer fue aggiornar mi personaje y mi propuesta al día de hoy; por eso me gusta decir que soy el Zoolander del rock: una visión estereotipada del Cae de los 90, que conoció y disfrutó del éxito, con el Cae del presente que se siente reconocido. Eso para mí tiene mucho más valor porque demuestra un vinculo real con la gente. Después de todo lo que me pasó, me convertí en un disfrutador serial (sic), en alguien que quiere afectar a los demás de manera positiva", concluye.
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