Brillante versión de un oratorio de Vivaldi
Oratorio "Juditha Triumphans, divicta Holofernis barbarie" ("Judith triunfante derrotó a la barbarie de Holofernes"), de Antonio Vivaldi. Libreto de Giacomo Cassetti. (Primera ejecución en el Teatro Colón). Elenco: Conjunto instrumental Camerata Bariloche, con Fernando Hasaj (director y concertino), Andrés Spiller (oboe y flauta dulce), Viviana Lazzari (clave) y Marcela Magin (viola da gamba); voces femeninas del Orfeón de Buenos Aires, preparado por Néstor Andrenacci. Solistas vocales: Bernarda Fink (Juditha), Mónica Capra (Abra), Susanna Moncayo (Holofernes), Silvina Sadoly (Vagaus) y Elisabeth Canis (Ozias). Instrumentistas invitados: Igor Herzog (archilaúd), Gabriel Schebor (tiorba), José Verdi (mandolina), Ricardo Graetzer (flauta dulce), Iris Camps (oboe), Martín Tow (clarinete), Fernando Ciancio y Guillermo Tejada Arce (trompetas), Ernesto Ringer (timbales), Enrique Rimoldi y Mario Videla (órganos). Dirección musical y concertación: Mario Videla. Organizado por Festivales Musicales de Buenos Aires. Auspicio de Repsol-YPF y Fundación La Caja. Teatro Colón.
Nuestra opinión: muy bueno
La historia de la partitura de Antonio Vivaldi, encontrada entre la colección Durazzo por el compositor y teórico de la Universidad de Turín, Alberto Gentili, y el estudio de su encuadre como obra religiosa según la denominación de "Oratorio sacro-militar para estos tiempos de guerra", escrito en homenaje a la victoria sobre los turcos y a la paz de Passarowitz y su carácter de única dentro del género que se conserva del compositor son temas apasionantes para la musicología.
Pero mucho más cautivante resulta la materialización fugaz de la obra (cualidad única de la música) en ese único tiempo de poder escucharla y descubrir, más allá de las palabras, la riqueza de su instrumentación, los numerosos momentos de original inventiva que la enriquecen y la significación que emana de ella sobre un creador de talento impar que avizoró el futuro y contribuyó decisivamente a abrir caminos para la creación musical. Precisamente la audición de Juditha Triumphans confirmó plenamente el juicio de que Vivaldi, además de formar parte de los creadores más encumbrados del arte instrumental italiano, es uno de los más destacados autores de música vocal del período barroco, al que se debe considerarse como un talento innovador que facilitó el desarrollo posterior, no sólo del teatro cantado, sino también del arte de la orquestación y de las múltiples posibilidades del manejo del color y las tersuras del sonido.
Gracias a la iniciativa de Festivales Musicales de Buenos Aires, se la pudo escuchar por segunda vez en Buenos Aires (con anterioridad se la había ofrecido como ópera en el teatro Margarita Xirgu) en primera audición en el Teatro Colón en forma de oratorio, con la participación de un numeroso conjunto de instrumentistas y cantantes de reconocida experiencia en el terreno de la música del período barroco, dirigidos por Mario Videla, organista, clavecinista, pedagogo y director artístico de la entidad, que goza de un muy bien ganado prestigio como especialista de la música antigua.
Se nos ocurre imaginar que la versión ofrecida ha de haber sido desde el punto de vista del sonido muy parecida a las que se pudieron escuchar en el Ospedale della Pietá, de Venecia, convento de novicias y niñas huérfanas, donde muchas de ellas estudiaban música y cantaban con la guía de Vivaldi. Por un lado la utilización de voces femeninas en las partes solistas; por otro, un coro de voces femeninas; por último un conjunto orquestal conformado por cuerdas y la suma de viola d´amore, tiorba, mandolina, archilaúd, clave, un clarinete en re para reemplazar a un salmoé, instrumento poco conocido, órgano, dos oboes, trompetas y timbales, más un bajo continuo de uso habitual en el barroco a cargo de diferentes combinaciones.
Constituyó un grato reencuentro con Bernarda Fink poder escucharla en el canto del personaje protagónico de Juditha, apreciando las bondades de su esmaltada voz y toda la experiencia para el canto de estilo barroco que acumuló en Europa, actuando con los más eminentes especialistas del género. Tanto en los numerosos recitativos como en arias tan comprometidas como "Quanto magis generosa...", con viola d´amore y violines con sordina (una de las tantas ideas novedosas de Vivaldi a lo largo de esta partitura), se manifestó su versatilidad y la seguridad que otorga una sólida formación técnica y académica.
Por su parte, Susanna Moncayo cumplió su cometido como Holofernes, con autoridad en el decir y voz sonora, en especial en todo el registro grave, y Elisabeth Canis, también experimentada en el exterior, dijo con decoro su difícil parte de sumo sacerdote Ozias al que Vivaldi le reserva un momento fundamental en el final de la obra. En suma, tres mezzosopranos de voces distinguidas y aplomado desempeño para resolver pasajes arduos con adornos acaso excesivos.
En relación con las voces de sopranos, Mónica Capra, encarnando a la doncella Abra, y Silvina Sadoly, como el vasallo Vagaus, tuvieron una actuación poco menos que impecable, no sólo por la excelencia musical con que cantaron cada una de las numerosas arias, en las que lucieron claridad y justeza en las coloraturas, sino también por la expresiva manera de decir los recitativos.
Así como Capra resolvió con prestancia el aria "Vultus tui vago splendori...", con un bajo continuo admirable de clave y violoncelo punteado, Sadoly ofreció una lección de buen gusto a partir de "O quam vaga...", con coro, dos oboes, cuerdas y bajo continuo culminando en el aria "Quamvis ferro..." de cautivante liviandad, con admirable bajo continuo a cargo de Mario Videla y las cuerdas.
Coro ideal
Pero si buena fue la actuación de las cantantes, resultó un deleite escuchar las voces angelicales del coro del Orfeón de Buenos Aires, preparado con solvencia por Néstor Andrenacci. Si bien es cierto que la obra presenta cierto desequilibrio entre el exceso de recitativo y arias en relación con pocas partes corales, los que se escucharon fueron momentos de elevada calidad.
Por su parte, Mario Videla contó con la colaboración de los integrantes de la Camerata Bariloche, todos ellos excelentes músicos, a los que les faltó desprenderse de una llamativa apatía en la manera de ejecutar las obras de estilo italiano. A la ausencia de una expresión cálida con empuje interno se sumó una imagen de pasividad imperturbable, hasta tal punto que toda la gesticulación del director por obtener momentos rítmicos marcados y brillantes no tuvo un correlato con las dinámicas y expresión sonoras.
En cambio, merecen el mayor elogio los músicos invitados Igor Herzog (archilaúd), Gabriel Schebor (tiorba), José Verdi (mandolina), Guillermo Graetzer (flauta dulce), Iris Camps (oboe), Martin Tow (clarinete en Re), los trompetas Fernando Ciancio y Guillermo Tejada Arce, el timbalero Ernesto Ringer, el organista Enrique Rimoldi y, obviamente, el concertino Fernando Hasaj, con la seguridad que lo caracteriza desde el punto de vista técnico en una de las arias con Mónica Capra.
El numeroso público asistente percibió la obra de Vivaldi con unción y, al concluir la velada, con una prolongada muestra de satisfacción y agradecimiento frente a la nobleza del esfuerzo artístico realizado que marca un hito en la actual temporada musical.
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