Brillante cierre de la Semana Musical
Balance de los conciertos en Bariloche
Las últimas jornadas de la Semana Musical Llao Llao permitieron apreciar tres programas bien contrastantes e interesantes. Por un lado, lució gran solvencia técnica y musical el consagrado flautista Claudio Barile, que desarrolló una verdadera clase sobre las posibilidades de la flauta, tanto la barroca –dotada de una sola llave– como la actual –de grandes recursos sonoros–, mediante un programa con obras clásicas, impresionistas y modernas. En composiciones para dos flautas contó con la colaboración de Ana Rosa Rodríguez, que lució muy buen nivel técnico y artístico.
Obras de Carl Ph. E. Bach, Debussy, Mozart, Telemann e Hindemith conformaron el programa atractivo por la variedad de estilos, un aspecto que fue muy bien definido por los intérpretes y admirado por los asistentes, que manifestaron su agrado y, en cierta medida, su sorpresa por la gran cantidad de recursos sonoros que admite la flauta.
Luego se asistió al recital que ofreció el pianista Tomás Alegre, de sólo 14 años, y nuevamente –cabe recordar que Alegre debutó en público a los doce años– se tuvo la evidencia de un talento tan precoz como asombroso. Claridad en la articulación, perfecto sentido rítmico y emotividad de fraseo son algunas de las muchas virtudes que surgen de un joven pianista que además se muestra pleno de felicidad por hacer música.
En este sentido llama la atención su calma y naturalidad para enfrentar como lo hizo, ante una sala rebosante, obras variadas del repertorio pianístico, como lo son una sonata de Mozart, Papillons op. 2, de Schumann; la Fantasía en Fa menor op. 49, de Chopin, y seis danzas búlgaras del Microcosmos, de Bela Bartok, todas ellas ejecutadas con claridad, buena dinámica y un llamativo conocimiento del estilo de cada uno de los creadores, realidad que habla de la excelencia de su maestra y guía, la renombrada pianista Susana Kasakoff.
Por último, fue de muy buen nivel el concierto de cierre a cargo del conjunto Yale Virtuosi Quartett, de los Estados Unidos, integrado por Sami Merdinian y Wayne Lin (violines), Frank Shaw (viola) y Jacob Braun (violonchelo), quienes ofrecieron nobles versiones de Oración del torero, de Joaquín Turina, del Cuarteto op. 51, en Do menor, de Johannes Brahms, y del Cuarteto Nº 1, op. 20, de Alberto Ginastera, que se incluyó en la programación con el carácter de homenaje a la memoria del notable creador argentino. Las palabras de quien tuvo a su cargo las presentaciones de este último concierto, Marcelo Arce, no pudieron ser más atinadas y amables para recordar a Ginastera y su extraordinaria contribución a la música nacional, dentro de las tres maneras de su estilo compositivo.
El cuarteto exhibió un trabajo de preparación de enorme rigor que se tradujo en perfecta justeza en los ataques y una total unidad de criterio para enfocar cada una de las composiciones. Sami Merdinian, el talentoso violinista nacido en Córdoba, ganador de premios y distinciones en nuestro país, pero ahora radicado en los Estados Unidos, fue quien anunció las obras fuera de programa, una página de Gomidas –compositor armenio contemporáneo– y el entrañable tema Por una cabeza, de Gardel, en una excelente transcripción para cuarteto de cuerdas de José Bragato, cierre que provocó una sostenida y prolongada ovación.
Por el muy valioso nivel musical de casi todas las jornadas, sumado a la gran jerarquía de la violinista francesa Virginie Robilliard, el muy buen nivel evidenciado por la Orquesta Sinfónica del Neuquén –con Rafael Gintoli como solista y la dirección de Andrés Tolcachir– y las variadas actividades desarrolladas en escenarios atípicos –como la estancia Peuma Hue, la sala Araucaria, el cerro Otto, la isla Victoria y la Catedral de Bariloche, así como la visita al taller del artista plástico Federico Marchesi, entre otros–, el emprendimiento de la Semana Musical más que un tema exclusivamente turístico es un motivo generador de una saludable movilización que impulsa un desarrollo integral para la comunidad de Bariloche en su conjunto. En este sentido, fue un motivo de orgullo para la ciudad, conocer que entre los músicos de la Orquesta Sinfónica del Neuquén, en la fila de violines, actúan dos instrumentistas formadas en la orquesta de enseñanza musical Cofradía, que dirigen desde 1995 la violinista Kyoko Kurokawa y el violonchelista Diego Díaz, dos apreciados músicos de Bariloche dedicados con fervor a la enseñanza de la música para niños de bajos recursos, tarea merecedora del mayor reconocimiento y elogio.
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