Bono y U2 volvieron a casa: el lado menos conocido de su historia y cómo la banda se reimaginó para seguir unida
Luego de la autobiografía del cantante, Surrender, que repasa la historia del grupo, se sucedieron un documental y un álbum en el que la banda regrabó 40 clásicos lejos del sonido del grupo
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“Cada vez que tocamos ‘Streets’ parece que Dios se paseara por la habitación”. La frase es una de las tantas que pueden extraerse de Surrender, 40 canciones, una historia, la autobiografía de Bono (Paul David Hewson) que también puede leerse como la biografía oficial de U2. Cuenta allí el cantante que la letra de “Where the Streets Have No Name” -”Si alguna canción ha llegado a ser la atracción principal de nuestros shows es precisamente esta”-, la escribió en un “centro de distribución de alimentos en una Etiopía arrasada por la hambruna”. Cuando creemos que la historia termina allí y que al dar vuelta la página nos encontramos con un nuevo capítulo, Bono sorprende con el desenlace confesional: el clásico de clásicos del cuarteto recibió una oferta de 23 millones de dólares de un gigante automotriz y la banda lo rechazó no sin antes escuchar el consejo de su buen amigo, el productor y magnate discográfico Jimmy Iovine: “Podés hacerlo, pero tenés que aceptar que en lugar de ‘Dios se pasea en la habitación’ para la gente sea más bien: ‘es la música de esa publicidad de autos”.
La historia de la banda nacida en Dublín al calor del movimiento punk y en medio de la crisis social irlandesa es bastante peculiar para un grupo de rock. The Edge, Adam Clayton, Larry Mullen Jr. y Bono están juntos desde la adolescencia. Pero el círculo primario va más allá: también lo integran Ali (Alison Hewson), con quien el cantante se casó cuando tenía solo 22 años y Paul McGuinness, el productor, manager y empresario artístico que los firmó cuando ni siquiera ellos estaban convencidos de lo que podían hacer en escena. Formados por “dos católicos y medio y un protestante y medio”, tal la definición de Hewson, los U2 dejaron una estela tan similar a la de otras grandes estrellas (en eso de ir del pub al estadio y de allí a mantenerse largo tiempo en la cima) pero tan particular en cuanto a sus formas.
A un hombre como Bono, siempre atento a su alrededor y preocupado (y ocupado) en conformar a todo el mundo, le llevó años relajarse y fue recién con otro consejo, el de una de las personas claves en la trayectoria del grupo, Brian Eno, que lo consiguió: “No te preocupes por ser cool, preocupate por ser vos mismo”, le dijo el músico y coproductor de The Joshua Tree junto a Daniel Lanois, por citar solo una de las obras del grupo en las que dejó su impronta.
Si la pandemia obligó a buena parte del mundo a detenerse o bajar los decibeles por un tiempo, a U2 en general y a Bono y The Edge en particular los llevó a repensar la trayectoria toda de una banda que camina inexorablemente hacia sus cincuenta años. Y a la hora de encontrar una columna vertebral, un elástico del cual tirar y estirar, ese es la fe.
“¿Es ahora la religión el enemigo del Espíritu Santo? / ¿Dónde está la victoria que ganó Jesús? ”, dice la letra actual de “Sunday Bloody Sunday”. Es que en el repaso, en el hecho de remover el arcón de los recuerdos, Bono creyó necesario retocar y darle un cierre nuevo a la canción inspirada en el Domingo Sangriento Norirlandés de 1972, cuando 14 manifestantes fueron asesinados por los soldados británicos en medio de una protesta. “Cuando una canción se hace conocida, siempre se asocia con una voz en particular. No puedo imaginar ‘Tangled Up in Blue’ sin el timbre particular de Bob Dylan o ‘All the Time in the World’ sin la voz única de Louis Armstrong. Entonces, ¿qué sucede cuando una voz se desarrolla y la experiencia y madurez le dan un nuevo concepto?”. Las palabras son de The Edge (Dave Howell Evans) y fueron remitidas a los fans del grupo para anunciar la obra recopilatoria que se avecinaba.
Esta idea madre es conjugada con la intención de Bono de reimaginar 40 clásicos de U2 sin el acompañamiento de una banda de rock. Así es como su voz se luce en Songs of Surrender y queda al descubierto como nunca antes en la historia del grupo, aún a riesgo de competir con las versiones originales y de no salir airoso en todos los casos.
Cellos, violines, pianos y muchas guitarras acústicas interpretadas por The Edge, el arquitecto del sonido del cuarteto dublinés, le dan vida nueva a “One”, “Beautiful Day”, “Pride (In the Name of Love)”, “Stuck in a Moment You Can’t Get Out Of”, “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” y “With or Without You”, entre otras. Bono se esfuerza en sus interpretaciones por ser todavía más expresivo y teatral; su voz, cálida y desnuda, intenta zambullirse en nuestros oídos como esa confesión que no puede gritarse a los cuatro vientos, que tiene por único destinatario el amigo que se tiene al lado.
Algunas en plan acústico de guitarra y voz y otras con orquesta, pero todas en definitiva refuerzan el carácter religioso de la banda, aquel que siempre habitó en sus letras y en sus discursos pero que hoy Bono quiso remarcar, resaltar y repasar. “La fe puede ser un problema. La fe separa a las personas que tienen fe, y separa a esas personas que tienen fe de las que no la tienen. Incluso dentro de la banda podía existir esa división”, cuenta Bono en Surrender. Allí da cuenta de que su fe y la de The Edge despertó en el mismo lugar en el que poco tiempo después comenzaría a ensayar la banda: la sala de música del colegio secundario. Allí, la profesora “Sophie Shirley había montado una catequesis muy curiosa. Como era un centro no confesional, nadie sabía si ella era protestante o católica”.
Ahora, volviendo a escuchar los clásicos y algunas joyas ocultas del grupo, esa religiosidad que nunca abandonaría a la banda -y que en sus comienzos pudo haber sido al revés: The Edge y Bono pudieron dejar a U2 para consagrarse a su fe- se planta ante nuestros ojos como esas pancartas que tiempo atrás cruzaban las calles de lado a lado. “Lo que no tienes no lo necesitas ahora”, canta Bono en “Beautiful Day”; “Somos uno solo, pero no somos iguales. Podemos cargar el uno con el otro”, sostiene el líder del cuarteto en “One”.
Del libro al voluminoso disco -dividido en formato físico en cuatro LP en el que cada uno lleva el nombre de un miembro del grupo-, que en un principio fue pensado solo para acompañar la versión en audiolibro de sus memorias, y de allí al documental de Disney+, la banda aprovechó los dos años de parate (más el alejamiento temporal de Larry y Adam; el primero por una lesión y el segundo porque se encontraba componiendo la música para un film artístico) para mirarse al espejo.
“Sigo por el deseo de componer la canción a la que todavía no llegamos”, sostiene Bono cuando David Letterman le pregunta, en A Sort of Homecoming, por el futuro de U2. Y esta declaración hoy resulta indivisible del trabajo íntimo, interno y de reimaginación que se plantearon los irlandeses.
En el final quedémonos con la imagen de los dos hermanos de la vida. Bono lo mira a The Edge y descarga: “Lo que me molesta de él es que no me necesita. Podría cantar, componer, producir y actuar solo”. The Edge, hombre de pocas palabras, responde certero: “Pero no lo hago porque no sería muy divertido”.
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