Bono: “Tengo un ego muy grande, pero a veces es necesario ser vulnerable y perder esa fachada”
En un reciente reportaje a un medio español a partir de su libro autobiográfico, Surrender, el cantante asegura que con U2 hacen música alegre y rebelde, “pero hay dolor ahí”y repasa gran parte de su carrera
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Paul David Hewson, el nombre real de Bono, el cantante de U2 y uno de los músicos más mediáticos del planeta, es además filántropo, con un patrimonio estimado en 700 millones de dólares, activista por varias causas, tal vez la que más tiempo le ocupe últimamente sea la lucha contra el sida y contra la pobreza en la que ha conseguido involucrar a gobiernos de todo el mundo. Ahora presenta su biografía Surrender. 40 Songs, One Story y el periodista Javier del Pino lo entrevistó para la Cadena Ser española.
— Usted es una de las mayores estrellas del rock de los últimos 40 años, ¿tiene un concierto o una ciudad favorita?
— No, te acordás de cada detalle de los primeros conciertos pero no de uno en particular. Sí que diré que en el estadio del Real Madrid, creo que en 1987, ocurrió algo extraordinario con nuestro grupo. Fue una reacción química. Seguro que hemos hecho conciertos mejores y seguro que hemos tocado utilizando tecnologías más interesantes para que los conciertos fueran más inclusivos. Pero aun sin el apoyo de las pantallas en un estadio gigante como ese, ahí hubo una conexión extraordinaria.
— Es gracioso cómo funciona la memoria. Tocó en el Live Aid en Wembley, seguramente el concierto más importante de la historia, dice que de ese día solo recuerda su corte de pelo. Muy desafortunado, por cierto...
— ¿El mullet? Sí, eran los ochenta. La década que le gustaba a Dios. Yo soy culpable de muchos crímenes y ese es uno de ellos. No debería parecer que un hombre va por ahí con el pelo planchado. De hecho, ese concierto cambió mi vida de arriba abajo, o de abajo arriba, como digo en el libro. Y, aun así, cuando lo vuelvo a ver lo único que veo es lo ridícula que llevaba la cabeza. Y para empeorar aun más las cosas, mi hijo ahora lleva un mullet y cree que así es un hípster.
— Ha conseguido implicar a diferentes gobiernos en su lucha contra el hambre en África. ¿Con Bill Clinton o con Barack Obama fue más fácil que con un republicano como George Bush?
— Me hice muy buen amigo del presidente Bush incluso a pesar de la guerra de Irak. Yo por supuesto me opuse, y aunque hablé con su gobierno sobre eso, de forma pública no hice mucho ruido porque estaba haciendo un gran trabajo con la Casa Blanca para luchar contra el sida. De hecho, el Pepfar [el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA] salió de ahí y es, posiblemente hasta esta pandemia, la mayor intervención sanitaria para luchar contra una única enfermedad en la historia de la medicina. En ese entonces, 6000 africanos morían cada día por una enfermedad tratable y evitable. Eso se ha reducido a la mitad ahora. Hay 30 millones de personas que utilizan esos medicamentos que les salvan la vida y yo desempeñé un pequeño papel en eso. Es de lo que estoy más orgulloso en mi vida aparte de la música y de mi familia.
— Del mismo modo que encontró una manera de entenderse con el gobierno de Bush, ¿cree que habría conseguido ese entendimiento con Donald Trump o Jair Bolsonaro?
— Es difícil, sí. Empezamos a trabajar con el gobierno de Trump, pero no se tomaban en serio estos problemas y lo dejamos. En cualquier caso, ya habíamos tejido suficientes relaciones con ambos partidos en el Senado y en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y nos dimos cuenta de que la ONE Campaign había tenido mucha fuerza en todo el mundo. Martin Luther King decía: “El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”. Ya no me creo eso, creo que somos nosotros los que tenemos que inclinarlo. Ya no está claro que estemos embarcados en algún tipo de viaje evolutivo hacia un mundo más libre, más equitativo y justo. Los de mi generación creíamos que si nos dormíamos 10, 12 o 20 años íbamos a despertarnos en un mundo más justo, con mayor respeto por las diferencias sexuales y de género. No es cierto. Vamos al revés ahora mismo y más nos vale parar.
— Pero eso suena un poco pesimista: da la impresión de que era más fácil hacer filantropía cuando había menos herramientas para hacerla.
— Sí, eso es cierto. En el libro he intentado que la gente conociera cómo se cocina todo esto del activismo. Todo lo que no se suele ver. Y también quería narrar de manera muy personal mi propia peregrinación. O, por citar mal a John Bunyan: “El progreso de los peregrinos”. Escribí el libro para estar más en paz conmigo mismo y con mi familia, pero no voy a estar en paz con el mundo tal y como es ahora. Yo tengo un ego muy grande, pero a veces es necesario ser vulnerable y perder esa fachada para progresar en tu vida.
— En el libro confiesa las dudas que tiene cuando se enfrenta a todo lo que hace. ¿Cómo se enfrenta a la paradoja de ser una de las estrellas de rock más ricas del mundo y trabajar para erradicar la pobreza?
— Una de las cosas con las que teníamos que lidiar en ONE Campaign era esta yuxtaposición incómoda. Es decir, no es solo que yo sea alguien de mucho éxito. Sumale el género equivocado, la etnia equivocada, la edad equivocada... Hay muchas razones por las que no debería estar haciendo lo que hago, pero creo que mi trabajo es intentar ser lo más útil posible. Así que soy autoindulgente, un animal del rock and roll. Intenté ser lo más inteligente posible y nos ha ido bien. En cualquier caso, la filantropía nunca lo va a cambiar todo en el mundo. Tiene que cambiar el sistema para que la gente pueda desarrollarse plenamente.
— Cuando dice que “les ha ido bien” a U2, yo diría que les ha ido mucho más que bien. Cuando alguien es tan grande como usted o como U2 ha llegado a ser, también es objeto de crítica...
— No me importa. Lo acepto. En realidad, eso lo echaría de menos si no fuera así. Me gusta la polémica. A los irlandeses nos gusta la polémica.
— Estoy seguro de que ha escuchado mil veces ese chiste irlandés de que la diferencia entre Dios y Bono es que Dios no va por ahí creyéndose que es Bono...
— Creo que fui yo quien escribió eso.
— ¿Usted cree que la gente cuestiona las intenciones filantrópicas de alguien solo porque es rico y exitoso?
— No hago esto por tener un sentimiento de culpa. Lo que necesito es mejorar. En mi vida espiritual, si siento el dedo divino, rara vez es de manera acusatoria.
— Unas memorias son un ejercicio muy íntimo. Reflexiona, por ejemplo, sobre su relación con la violencia. ¿Qué parte de su personalidad tiene que ver con el hecho de haber crecido en la Irlanda en la que usted creció?
— En realidad esa es una pregunta que me sigo haciendo. Sí, la violencia es uno de mis recuerdos más potentes de cuando era un niño. La violencia de los grupos paramilitares en la frontera, en el norte de Irlanda, o también los incidentes terroristas en mi ciudad. Pude escapar por poco de un enorme atentado cuando tenía 14 años, el 17 de mayo de 1974. Recuerdo el nerviosismo de ser adolescente y crecer en Dublín. Es decir, para mí es difícil explicarles a mis hijos cómo eran los 70 en Irlanda. Mucha gente se fue del país, pero los que se quedaron atrás, al menos donde yo vivía, parecían bastante cabreados. Por la razón que fuera, había ira dentro de mí y eso fue algo de lo que tuve que ocuparme en mi vida.
— El libro recoge ese viaje desde una calle en Irlanda, rodeado de violencia, a conocer y en algunos casos convencer a algunas de las personalidades más importantes del último medio siglo: Gorbachov, Mandela... Y a disfrutar de ciertos privilegios, como echarse una siesta en la Casa Blanca sin que nadie se dé cuenta.
— Esa es una historia divertida. Mi relación con el presidente Obama era muy respetuosa. Tengo alergia y me quedé dormido en la Casa Blanca. Me encontraron tumbado sobre la cama de Lincoln, en el seno del mismísimo Abraham. Ally, mi esposa, y el presidente me estaban buscando. Ella le dijo: “Tiene una especie de narcolepsia. Si le da una reacción alérgica se queda dormido, pero solo dura 10 minutos. Enseguida volverá”. Obama se mató de la risa.
— En el libro dice: “Las grandes canciones de amor se inspiran en la añoranza o la pérdida del amor. Yo estaba enamorado, y me aterrorizaba no volver a escribir ninguna canción de amor verdaderamente buena porque mi corazón estaba pleno y no roto”. ¿Existe la canción de amor perfecta?
— Las canciones de amor siempre encontrarán dolor. Yo tengo suerte porque mi relación con Ally es lo suficientemente complicada como para poder reflejarla en una canción empalagosa. Y a ella no creo que le gusten las canciones empalagosas. A mí me interesa la música que tenga ese sonido turbado que escuchamos, por ejemplo, en Roy Orbison, incluso en Bruce Springsteen. Como artista, lo a llamar dualidad. Lo vemos en todo tipo de arte. La Mona Lisa parece que sonríe, pero está triste. Y eso es lo que hace U2: hacemos música muy alegre, rebelde, pero hay dolor ahí.
— En el libro define a su banda, a U2, como “una canción inacabada”. ¿Qué hace una banda de rock cuando llega a ser todo lo grande que puede llegar a ser?
— Yo decía que quería estar en el mejor grupo del mundo para provocar un poquito y hacer que la conversación fuera interesante. Pero también iba en serio porque creía que teníamos una química como grupo que era extraordinaria. Mi forma de cantar no ha madurado sino hasta ahora. En los últimos álbumes nos ha interesado componer nuestros propios temas. Empezamos trabajando con productores que te daban las canciones y todo el mundo parecía decepcionado: “¿Pero ¿¡qué están haciendo!? ¿Están intentando componer una canción pop?”. Y yo decía: “Claro que estamos intentando componer una canción pop”. ¿Si Los Beatles siguieran tocando no experimentarían con la música dance? ¡Claro que sí! Es que tenés que dejar volar tu imaginación allá donde vos quieras. Ahora mismo, nosotros queremos hacer un álbum de guitarra un poco excesivo.
— Una última pregunta, un poco complicada, y un poco personal para mí. Mi hija está saliendo con un chico irlandés que es músico de rock. ¿Qué consejo le daría a él, a ella, o mejor aun, a mí?
— Tengo una buena y una mala noticia. Empiezo sobre el chico: la música, si hacés la música a lo grande, como dice el cliché, nunca ha sido más artística que ahora. Pero si no es así, nunca ha sido más cruel. No ganás dinero. La buena noticia para tu hija ¡es que es irlandés! Eso es un buen comienzo. Hemos tenido algunas decepciones, pero algunas de esas decepciones en Irlanda se han convertido en líderes como yo. Y yo soy bueno. Y luego la mala noticia es que tu hija está saliendo con un músico. Él tendrá que ir deambulando por el mundo y vos tendrás que permitir que tu hija se vaya, aunque yo le recomendaría a ella que no lo siga a todas partes. Pero tendrá la oportunidad, podrá disfrutar de verlo en sus ciudades favoritas allá donde vaya. Y eso es una maravilla. Viajar es toda una recompensa.
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